Estaba sentado en la cama tocando algunos acordes en mi guitarra cuando sonó el teléfono, alguien me estaba llamando. Suspiré y dejé la guitarra a mi lado con cuidado, me acerqué a la mesilla de noche y cogí el teléfono.
Llamada entrante: Sr. M Cass
Dejé el móvil en la mesilla y volví a coger la guitarra, esperé unos segundos a que la música de la llamada acabara y entonces, volví a coger el teléfono. Había un mensaje de voz y lo di a escuchar.
—Hijo, yo... Siento mucho todo. Vuelve a casa, tu madre no sale de la habitación y casi no come nada... Te necesita aquí, a su lado... —se oyó unos largos segundos de silencio y cuando volvió hablar todo su tono de voz cambio—. Más te vale que vengas ahora mismo o sino tendremos un problema tú y yo.
Borré el mensaje de voz y llamé a mi madre.
1...
2...
3...
Al cuarto tono lo cogió.
—Hola mamá —saludé y oí como sollozaba al otro lado de la línea—. Por favor, no llores.
—Lo siento tanto... —susurró con la voz rota y eso me destrozo por dentro, siempre lo haría, como la primera vez...
—No mamá, yo sí que lo siento.
—Si lo hubiera sabido, yo....
—Lo sé, mamá. Pero no te martirices más, ¿de acuerdo? —oí como murmura un «de acuerdo»—. No te preocupes por mí, estoy en un piso muy acogedor y he conseguido un trabajo, no es mucha cosa, pero algo es algo.
—No vas a volver a casa, ¿cierto? —preguntó repentinamente con la voz ronca.
Me la imaginé tumbada en la cama con el cabello revuelto, los ojos rojos e hinchados, las mejillas mojadas por sus lágrimas, sus labios temblando... Cogí aire y aparté esa imagen de mi mente.
—No voy a volver —respondí con ese dolor en el pecho que conocía tan bien—. Pero te llamaré todos los días y quedaremos siempre que quieras, ¿sí? Iremos a tu restaurante favorito y comeros el helado que tanto te gusta.
—Suena bien —comentó con alegría.
—Y puedes llamarme a cualquier hora del día, como si son las cinco de la mañana.
—No te voy a llamar a esa hora y si te llamará, seguramente que no oirías el teléfono— confesó y me reí—. Te quiero, cariño. Buenas noches.
—Buenas noches, mamá— susurré y colgué.
Tiempo después, conseguí tranquilizarme y levanté la mirada, encontrándome con aquella foto que estaba en frente de mí. Una sonrisa triste se formó en mis labios al reconocerla, éramos mi madre y yo de bebé en el jardín de nuestra casa.
Tragué saliva intentando relajarme de nuevo, pero la conversación estaba aún dentro de mi cabeza y no me dejaba por más que lo intentara.
Me levanté de la cama con un suspiro y salí de mi piso, bajé por las escaleras y me encontré con mi vecina, Irina, mi segunda cascarrabias favorita.
—Hola, querido —dijo con una sonrisa mientras se agarraba a la barandilla y a la vez, subiéndome un poco el ánimo.
—Hola, señora Irina. ¿Quiere que la ayude? —pregunté con amabilidad al ver su bolsa de la compra.
—No hace falta, hijo. Yo me ocupo.
— ¿Segura?
—Que sí, cansino. Anda vete ya.
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Nuestras heridas
Teen Fiction✯PRIMER LIBRO DE LA BILOGÍA NUESTRO ✿ Adriel fue a aquella fiesta por su amigo, pero nunca pensó que esa castaña se cruzaría en su camino. Ella tan solo quería divertirse, pero acabo conociendo a aquel que le pondría su mundo patas arriba. Había alg...