No podía parar de mirarla.
Una extraña fuerza me atraía hacia ella, como si tirará de mí para estrecharla entre mis brazos y no soltarla jamás, tenerla a mi lado y hacerla reír todas las veces que pudiera.
Cuando la llevé a dar un paseo por la ciudad sin rumbo, quería que se olvidará de todo y yo también quería hacerlo. Supongo que quise que se soltara y fluyera, que no pensara en nada más que en el momento. También suponía que había venido a hablar con Irina sobre sus cosas, aunque no la conociera del todo, pero la entendía.
Irina tenía algo que te hacía contarla todos tus miedos, incluso los más estúpidos. Ella era como un libro abierto, te dejaba que gritaras, lloraras, rieras, te desahogaras... y luego, te decía su opinión o no te decía nada.
Miley había ido para hablar con ella, contarla sus miedos, sus ilusiones, sus ideas y sueños para que la ayudara, para que la dijera su opinión. Porque a veces, es más fácil contarle tus temores a alguien que no te conoce, que no te puede juzgar del todo y que te diga lo que piensa sin saber quiénes son esas personas que viven a tu alrededor.
Alcé la mirada al cielo y sonreí, hoy estaba despejado y las estrellas brillaban en el cielo como nunca antes, pero había una que no estaba en la cúpula azul. En realidad, esa estrella estaba aquí en la Tierra y brillaba más que las del universo, más que cualquier otra y yo tenía la suerte de tenerla a mi lado. No hablaba de una estrella cualquiera, no, hablaba de una estrella única, Miley.
—¿En qué piensas? —su voz me saco de mis pensamientos.
—En nada, tengo la mente en blanco —mentí, ya que no la iba a confesar tal cosa por mucho que me gustara.
—Yo nunca puedo dejar la mente en blanco, siempre me vienen pensamientos cada dos por tres y no los puedo apartar —declara con el ceño fruncido y como si mientras me decía aquello pensara en otra cosa—. Por ejemplo, puedo estar hablando sobre cualquier cosa, pero de repente, me viene otro pensamiento que me hace cambiar la conversación. Y por eso, siempre suelo aburrir a la gente porque hablo demasiado y... Lo estoy haciendo de nuevo.
Sonreí al verla tan avergonzada y con ese rubor en las mejillas, era adorable.
—No pasa nada, me gusta escuchar —la dije invitándola a que volviera delirar.
—¿En serio? —preguntó sorprendida y aún un poco avergonzada.
—No, en realidad, no me gusta nada.
—¿Y por qué has dicho que sí?
Observé su ceño fruncido y sonreí al verla tan guapa.
—Porque me encanta escucharte y, prácticamente, eres a la única que suelo escuchar completamente.
Estalló a carcajadas y negó con la cabeza.
—Eres un tonto —comentó con una sonrisa dibujada en sus labios y conservando ese rubor en las mejillas.
—Pero te encanta este tonto.
Pereció que lo dije en broma, como si tan solo fuera una frase más en la conversación... pero no fue así.
Miley agachó la mirada con una sonrisa tímida, después me miró y se lamió los labios como si quisiera llamar mi atención a esa parte de ella. Y lo consiguió, miré sus labios recordando como había sido que me besara y ella miró los míos. Quise besarla, quise acercarme... pero ella dio un paso atrás y rompió cualquier esperanza.
—Tengo hambre.
Y aunque me hubiera molestado el hecho de que se hubiera alejado, no puede evitar reírme.
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Nuestras heridas
Teen Fiction✯PRIMER LIBRO DE LA BILOGÍA NUESTRO ✿ Adriel fue a aquella fiesta por su amigo, pero nunca pensó que esa castaña se cruzaría en su camino. Ella tan solo quería divertirse, pero acabo conociendo a aquel que le pondría su mundo patas arriba. Había alg...