Capítulo 45: ADRIEL

29 5 0
                                    

Espero su reacción, pero no grita ni me mira con lástima, sino que se queda completamente inexpresiva.

—¿Miley?

No dice nada y asiente levemente para después entrar en el coche.

Trago saliva y hago lo mismo que ella, arranco mi coche y la llevo hacia su casa, pero cuando estoy a punto de tomar la última rotonda, la oigo murmurar.

—¿Qué has dicho? —pregunto, esperanzado a que reaccione al fin.

Me mira y es su turno de tragar saliva, veo como mira hacia un hueco libre y aparco.

—Las marcas de tu espalda y torso...—comienza a decir lentamente, como si ella también las sintiera grabadas en su piel—. Te las hizo él, ¿no?

Asiento.

—¿Desde cuándo?

—Desde que mi padre murió.

Ella asiente y se crea un silencio tan espeso que me ahoga, y no me deja respirar.

—Mis padres se conocían desde el jardín de infancia y se enamoraron a los diecisiete años, se casaron al cumplir la mayoría de edad y mi padre junto con mi tío crearon Cinderellas Schuhe —la cuento porque lo necesito, por primera vez quiero hablarlo con alguien—. La empresa se volvió todo un éxito y mi padre dejó unos meses a mí tío al mando mientras que mi madre estaba embarazada de mí —suelto el aire que se atasca en mi garganta y respiro con nostalgia y dolor—. Todo era perfecto... pero entonces mi padre tuvo un accidente de automóvil y la ambulancia no llego a tiempo.

Aprieto con fuerza el volante mientras las lágrimas se derraman por mis mejillas y el dolor fluye dentro de mí. Es la segunda vez que lloro delante de alguien que amo y se siente liberador.  

—Lo peor de todo fue que él se fue enfadado por mi culpa, Miley.

Extiende su brazo y me agarra suavemente las manos para que me detenga de apretar el volante con tanta fuerza, y me las acaricia con cariño a la vez que me da tiempo a que me vez preparado para continuar.

—Ni siquiera me acuerdo de qué discutimos, pero sé que después de eso se fue con el coche al aeropuerto y tuvo el accidente —trago saliva y cierro los ojos un segundo—. Mi madre quedó destrozada y para fortalecer la familia o no sé qué mierda, se casó con mi tío. Creo que lo hizo para que yo tuviera un referente paterno, pero él jamás lo sería para mí.

—¿Qué pasó después? —su voz me calma junto con sus caricias.

—Las palizas —respondo, sintiendo como las marcas en mi piel gritan—. No sé cuál fue el detonante para que él empezará a hacerlo, pero nunca tuve tiempo de pensar en ello. Él me pegaba cuando estaba enfadado o cuando no le hacía caso, era su saco de boxeo...

Oigo como Miley se desabrocha el cinturón y se sienta encima de mí, me abraza con fuerza y la oigo sollozar con fuerza.

—Voy a matarlo, te juro que lo mataré cuando le vuelva a ver —dice contra mi cuello—. Solo eras un niño que acababa de perder a su padre y él...

Me abraza con más fuerza y me mira, se obliga a sonreír y me acaricia las mejillas mientras se muerde el labio inferior para controlar sus lágrimas.

—¿Te hizo algo más? —cuestiona, mirándome atentamente con los ojos un poco rojos.

—¿Recuerdas cuando me preguntaste porque dejé mi antigua carrera de músico? —la pregunto con dolor y ella asiente—. Yo tenía dieciocho años y aunque tuviera la fuerza suficiente para hacerle frente... no podía, tenía miedo a que hiciera algo peor.

—¿Te... pegó?

—Si, pero esa vez fue de gravedad y tuvieron que llevarme al hospital. Los médicos me dijeron que me había roto un ligamento del brazo derecho aparte de unas cuantas costillas —con solo pronunciarlo me tenso al recordar el dolor que sentí y lo asustado que estaba por mi madre—. Mentí a mí abuela y a mí madre diciéndoles que había bebido más de la cuenta, que me había peleado con unos chicos... No quería que William las hiciera daño si se enteraban.

—Pero ahora sí que lo saben... ¿no?

Asentí con la cabeza.

—La última vez que lo intentó le planté cara —susurro—. A la mañana siguiente, él tenía un moratón en el ojo y yo los nudillos con heridas así que se hicieron una idea.

—Dios mío, Adriel —me acaricia el rostro y mira todos los ángulos de mi cara—. Vámonos a casa, ¿vale? Y no sé, hacemos algo de comer o vemos una película... lo que tú quieras.

Y a pesar de todo, no puedo evitar sonreír.

—De momento, quiero que nos quedemos así un poco más.

Miley asiente y me abraza con cariño, entonces todos los males se disipan y solo queda ella.

—Te quiero, Adriel —me confiesa al oído—. Siempre te voy a querer.

—Y yo a ti, peque, y yo a ti.

En ese instante me di cuenta lo importante que era Miley para mí. Que a pesar de que yo fuera un agujero negro que dañaba todo a su paso como me dijeron una vez, ella era aquella estrella que me alumbraba y me guiaba por el buen camino.

Ella era mi preciosa estrella y eso nunca iba a cambiar. 

Nuestras heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora