Capítulo 43: MILEY

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Cuando cruzamos las puertas de su estudio todos los recuerdos me inundaron, pero los aparté porque este no era el mismo estudio ni él mismo Adriel que había conocido en junio ni yo la misma Miley.

—¿Qué te parece? —me preguntó.

Sus brazos me rodearon la cintura mientras me daba un beso en mi hombro derecho y apoyaba ligeramente su cabeza en él, haciéndome estremecer ante su tacto.

—Es...—suspiré—. Es muy tu.

Se le escapó una carcajada demasiado cerca de mi cuello, provocándome una vez más ese cosquilleo en la piel que me ponía nerviosa y me estrecho un poco más entre sus brazos para darme un beso en la mejilla haciéndome sonrojar.

—No sabía que fueras una de esas personas que les gusta mostrar afecto en público —comenté con una sonrisa, divertida.

—Solo saco mi afecto contigo —confesó como si nada, como si nunca hubiera dicho algo tan bonito sobre lo que le hacía sentir—. Tú eres la única que me produce ser así

Después de decir aquello, se apartó de mí y me agarró de la mano para mostrarme toda la habitación desde las guitarras hasta el piano, donde me tocó una breve melodía. Luego me sonrío y se acercó a mi cuando se paró, cogió su móvil del bolsillo trasero de sus pantalones y frunció ligeramente el ceño mientras apretaba los labios formando una gruesa línea. Se pasó la mano por el cabello y entonces, vi el nombre que aparecía en la pantalla: Sr. M. Cass.

Su tío...

Observo cómo Adriel se lleva el teléfono a su oreja.

—¿Qué? —pregunta bruscamente, se queda callado unos segundos y más tarde vuelve a hablar—. Escúchame bien, es mi vida y hago con ella lo que se me antoja. Vete a la mierda y déjame en paz.

Cuelga la llamada y guarda su móvil.

—¿Ocurre algo? —indago, ocultando mi curiosidad y mostrando más mi preocupación.

No me responde a la pregunta ni a las muchas siguientes que le hago después de salir del estudio y eso me enfada más que el hecho de que me deje en el portal de mi casa, despidiéndose con un beso que solo llega a ser un simple roce. Entonces se va, dejándome en la acera mientras mi enfadado, frustración, decepción... se acumulan dentro de mí y la decepción es la que me arrastra a tirarme en el sofá con un cubo de helado.

Para mi desgracia, hago tanto ruido que despierto a Daff y Ada, la última no sale a verme por lo que pasó hace unos días en el entrenamiento, pero lo dejo pasar. Estoy demasiada decepcionada con Adriel para pensar en algo más.

—¿Miley? —la voz de Daphne suena por el pasillo y después sus pisadas—. ¿Te encuentras bien?

—Perfectamente —miento.

—Miley...

Decir mi nombre es lo único que necesita para que se lo cuente todo.

—Sé que acabamos de darnos otra oportunidad y que no debería de ser tan exigente o cualquier otra cosa, pero sé que no me lo está contando todo —la cuento con un nudo en el estómago—. A ver, tampoco quiero que me diga absolutamente todo de él en un día, pero...

—¿Te gustaría que fuera más sincero? —indaga.

—Me gustaría que no evadiera mis preguntas que no quiere responder y que me dijera algo como: «no quiero hablar de eso o no es nada».

—Habla con él y dile lo que te pasa cada vez que él hace eso.

—No puedo. Le haría sentirse mal consigo mismo.

Nuestras heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora