Capítulo 6: MILEY

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Esperé a que Adriel abriera la puerta mientras sus palabras aun hacía eco en mi cabeza e intenté no derramar una lágrima más, pero me había dolido y no podía fingir lo contrario.

Tragué saliva cuando terminó de abrir la puerta y se hizo a un lado para dejarme pasar a mi primero, después cruzó él la puerta y la cerró. Más tarde me llevó por un pasillo y entré en una habitación, había una cama con sábanas negras al igual que los muebles y la sentí vacía, a pesar de que hubiera algunas fotos.

Noté como Adriel suspiraba y se acercaba a su armario, de donde sacó una sudadera negra y la miró entre sus manos como si no supiera que hacer con ella y después me miró a mí, vi el arrepentimiento en sus ojos y no pude mantener su mirada.

—Tienes un lindo piso —susurré sin saber que decir para romper el silencio y sentí mi voz rota y ronca por las lágrimas derramadas.

—Gracias.

—De nada.

Me atreví a mirarle y le sentí más cerca por culpa de esa mirada helada llena de remordimientos, una mirada intensa llena de un océano revuelto en constante tormenta.

—Puedes dormir en mi habitación y usar el baño —me dijo y me ofreció su sudadera—. Toma, puedes usarla como pijama para estar más cómoda.

—Gracias.

Sostuve su sudadera y me abracé a mí misma con ella entre mis brazos, miré al chico que tenía delante mí y tragué saliva al verle de esa forma.

—¿Dónde dormirás tu?

—En el sofá.

—Puedo dormir yo en el sofá —me apresuré a decir porque la idea de dormir en su cama me alarmaba—. No me importa.

—No, tu quédate aquí. Eres mi invitada.

Asentí con la cabeza y el silencio volvió a apoderarse de la estancia.

Sentí su mirada sobre mí y me puse nerviosa porque nunca un chico me había mirado tanto para que me diera cuenta.

—¿Dónde está el baño? —pregunté porque necesitaba estar lejos de sus ojos azules.

—Primera puerta a la derecha.

Asentí con la cabeza y me di la vuelta con rapidez, fui al baño y cerré la puerta detrás mí. Tomé aire y miré mi rostro en el espejo que tenía delante de mí, lo único que paré a mirar fueron mis ojos rojos. Después me fijé en el baño, estaba muy bien distribuido. Había una ducha a la derecha junto con un armario negro, a la izquierda estaba el váter con otro armario y en medio, el grifo junto con el espejo en el que me reflejaba. No había nada que me llamará la atención, salvo el botiquín que había encima de uno de los armarios y me pregunté para que lo necesitaba, pero entonces recordé el pequeño corté que había visto en su ceja y en sus nudillos vendados más esa herida en su ceja.

Un escalofrió me inundó y aparté esos pensamientos de mi mente para quitarme los zapatos, el vestido y deshacerme la trenza de diadema, y me puse la sudadera negra de Adriel. Al ponérmela noté su fragancia impregnada en la tela y sentí algo extraño en mi interior, pero lo ignoré.

Tomé una bocanada de aire mientras salía del baño con mi ropa en la mano y fui de nuevo a la habitación de Adriel para dejarla encima de la mesilla de noche. Luego le busqué por la casa hasta encontrar sus zapatillas y su camiseta en el suelo del salón, donde una ráfaga de viento me alcanzó y alcé la mirada de donde provenía para ver a un Adriel de espaldas y descalzo. Noté que estaba fumando y le miré en silencio para no interrumpir su tranquilidad, después me acerqué levemente a él y empecé a ver unas grandes marcas en su piel como si le hubieran golpeado... Se me cortó la respiración al pensar que la había ocurrido algo horrible.

Nuestras heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora