Capítulo 24: MILEY

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Doy al botón rojo de la pantalla de mi teléfono, colgando la llamada y me quedo mirando un punto fijo pensando en lo loco que me parece.

-¿Entonces...? -la pregunta de Ada me saca de mis pensamientos y la miro sin saber cómo reaccionar, sin poder creérmelo aún-. ¿Qué te han dicho?

Tan solo soy capaz de asentir con la cabeza como una tonta, asimilando que voy a ir, que me han invitado...

-Si -termino diciendo.

-¿¡Si!? -exclama emocionada.

Asiento de nuevo.

-Miley, eso es genial.

Casi me río por sus palabras y aparto la mirada de ella, sabiendo que no es algo bueno sino algo malo.

-No, no lo es -contesto pasándome la mano por el cabello-. Voy a ver a mis padres en la gala y no me apetece hablar con ellos.

-No tienes por qué hacerlo.

-Ya lo sé- ironicé-. Pero me pondrán con ellos en la mesa y ahí por narices, voy a tener que entablar una conversación.

-Pues llévate a alguien- sugiere.

La miro con la mejor sonrisa que tengo y ella pilla la indirecta al segundo, pero niega con la cabeza y se acomoda en el sofá.

-Tengo que trabajar.

Casi hago un puchero al oírla.

-¿No puedes pedir un día libre?

-Sabes que no, mi jefa es muy pesada con eso.

-Y entonces, ¿a quién llevo?

Nos quedamos pensado cuando Ada me dedica una sonrisa pícara.

-Podrías invitarle a él -comenta después de unos segundos y no pasó desapercibido cuando mueve las cejas de arriba abajo con una sonrisa más ancha que antes.

-¿Perdón?

-Ahora estáis bien y sois amigos -hace una pausa, riéndose un poco-. Bueno, amigos que se besan.

-Céntrate, Ada.

-Me centro -pero sigue sonriendo-. El caso es que las cosas entre vosotros están bien y que no sería nada raro que le invitarás a una gala...porque sois amigos.

-Si, cierto.

-¿Entonces le vas a pedir que te acompañe?

Pienso en esa posibilidad, en Adriel en una gala y rodeado de periodistas, y sé que es la peor idea del mundo.

-No lo sé, pero seguramente que no venga.

-¿Por qué dices eso?

-A él no le gusta mucho mi mundo.

Veo como se contiene por preguntarme más cosas, pero no la dejo tiempo para que se lo replante y me interrogue porque voy a mí habitación, cierro la puerta detrás de mí y me siento en el suelo al lado de la ventana. Miro tras ella y suspiro sin saber que hacer.

Nuestras heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora