No sé qué hago con mi vida.
Estoy tumbado en el suelo de mi casa mirando el techo y respirando tranquilamente, pero hace unos minutos mi respiración era un caos. Creo que me dio un ataque de ¿ansiedad? Ni idea. En realidad, no creo que pueda definirse con una palabra tan fuerte como esa, ansiedad. Igual podría ser un ataque de estrés.
—Cass, ¿estás aquí? —oigo por el pasillo su voz y siento otro nudo en el estómago—. ¿Qué haces ahí tirado?
Levanto un poco la cabeza y la veo entrar al salón.
—Ni idea —miento.
—¿Sabes que tenías la puerta abierta?
—No.
—Por si te interesa, la he cerrado.
—Vale.
Nos quedamos en silencio y unos minutos más tarde, se sienta a mi lado en el suelo. La miro sin decir nada y noto que lleva uno de esos vestidos de fiestas cortos, de repente recuerdo que hoy había otra reunión amistosa, pero no me apetece ir y es algo extraño.
—¿Qué es lo que te ocurre? —me pregunta y se aparta un mechón de su cabello rizado, más tarde me mira con duda—. ¿Es... por Miley?
Me río sin gracia cuando la nombra y me incorporo para quedar sentado, la miro y niego con la cabeza para decirle que no es por ella.
Claro... Y por eso cuentas los días, ¿no?
Suspiro apartando esa voz, aunque sepa que tenga razón porque hacía una semana que no veía a esa cereza que tuve de compañera de piso y diecinueve días desde que la conocí aquel miércoles en la fiesta, y en tres días acabaría el mes, en tres días llegaría julio... Y yo no tenía ni puta idea de que hacer con mi vida.
—Ni yo lo sé —respondo.
—Cass... —dice mirándome de esa forma.
Vuelvo a suspirar y aparto mi vista de ella, me paso la mano por la nuca en un gesto nervioso y siento ese picor en los labios a la vez de que me entran ganas de confesarlo todo.
—Nos besamos —acabo diciendo.
Me mira con seriedad, aunque sé que este ocultando una sonrisa. La conozco demasiado bien.
—Bueno, en realidad, ella me beso a mi —aclaré—. Yo me emborraché y dije algo que no debía. Al día siguiente, estaba muy callada y la pregunté que había hecho, y...
—¿Y?
—Cerré los ojos como ella me pidió y luego, me susurró que la había confesado que quería besarla desde hace tiempo.
—Y te beso —adivina.
Los recuerdos vienen a mi mente y no puedo alejarlos. Su voz en un susurro, su aliento contra mi oreja, su respiración chocando con la mía, sus labios rozando los míos y el beso, ese maldito beso.
—Si... —murmuro—. Me besó.
Trago saliva sin poder quitarme la sensación de sus labios contra los míos y me levanto de repente sin saber que hacer, como olvidar su beso y como borrar sus labios de mi memoria.
Voy a la cocina con Brenda siguiéndome y ella coge la botella antes que yo, la abre y toma un trago para pasármela después. Luego espera a que vuelva a atreverme a hablar, a que este listo para contarla sobre la chica que no sale de mi cabeza.
—¿Sabes qué es lo peor? —pregunto sintiendo el sabor de ron y el ardor en la garganta, borrando un poco la sensación—. Que no puedo olvidarme de un maldito beso, ¡un beso!
Bren me mira en silencio y se apoya en la encimera de la cocina al tiempo que me observa con burla.
—Así que, el tío que se enrollaba con cualquiera y que no sentía absolutamente nada..., ¿se ha pillado por una chica?
—¿Q-qué?
Me roba la botella y bebe con una sonrisa de oreja a oreja, divertida.
—¿No te das cuenta? Estás pillado por ella —repite mientras ensancha su sonrisa al ver mi cara de estúpido.
Niego con la cabeza, sin querer creérmelo.
—Solo me atrae, B.
Se ríe en mi cara y me mira con dulzura.
—A ver, amor —me dice con burla—. Atracción es lo que teníamos tú y yo a los diecinueve, pero no creo que sientas solo eso por ella.
—Es pura atracción —repito.
Brenda niega con la cabeza y me observa como si fuera un niño pequeño que necesita que le expliquen veinte veces las cosas.
—¿Conmigo te latía el corazón a mil por hora?
La miro en silencio y ella me da una palmadita suave en el brazo, que casi ni me duele.
—¿Ya te has dado cuenta? —insiste.
No respondo y lo único que puedo hacer es negar con la cabeza, aunque sabía que era lo que me pasaba. Necesitaba que lo dijera ella, que lo admitiera por mí y que, de alguna forma, fuera más real.
—Te gusta esa chica —dijo—. Y te da miedo lo que pueda pasar.
La miro y siento mi garganta seca.
—¿Cómo es...?
—Los sentimientos llegan cuando menos te lo esperas, sobre todo el que tu sientes —comenta y no dudo en pensar en ella y en Charles, cuando empezaron a salir y la bonita pareja que hacían.
—Pero no lo entiendo — susurro, débil y vulnerable.
—¿El qué?
Suspiro.
—Que me guste alguien como ella —niego con la cabeza—. Es solo mirarla y saber que no es... Yo soy un puto desastre, B y ella... Miley es todo lo contrario a mí.
Sonríe y pone una de sus manos en mi hombro.
—Los polos opuestos se atraen —dice.
—O se repelen.
—Entonces tendrás que averiguar qué clase de polos sois.
—¿Y si no somos ninguno?
Se ríe y niega con la cabeza.
—Eso es imposible.
Le sujeto la mirada y de repente, me agarra de la mano y me obliga a coger mis cosas para ir a esa fiesta.
No me opongo cuando monto en su coche y vamos a la fiesta, tampoco cuando llegamos y me da un cubata, y menos cuando una chica se me acerca y me baila, pero mi mente va a otra... Mi cabeza piensa en esa chica de hace unos días y me alejo de la pista de baile porque eso está mal, porque deseo que sea otra quién me baile de esa manera, otra mujer que ocupa mis pensamientos.
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Nuestras heridas
Novela Juvenil✯PRIMER LIBRO DE LA BILOGÍA NUESTRO ✿ Adriel fue a aquella fiesta por su amigo, pero nunca pensó que esa castaña se cruzaría en su camino. Ella tan solo quería divertirse, pero acabo conociendo a aquel que le pondría su mundo patas arriba. Había alg...