Capítulo 2: MILEY

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Al despertar lo único que quería era meterme otra vez debajo de las sábanas y desaparecer hasta el día siguiente.

La cabeza me dolía a horrores por culpa del alcohol, aunque anoche tan solo bebiera una copa y me reprendí a misma por haberme dejado llevar por las locuras de mi amiga, Ada, quien me había insistido en ir a esa fiesta durante tanto tiempo para que un tío me tuviera que llevar a casa. Un tío que se hacía llamar Cass, que era un desagradable y con el que había coqueteado un poco en frente de mi edificio.

Suspiré tumbada en la cama y me levanté, después fui al baño y me lavé la cara. Observé mi rostro en el espejo y quise morirme por las grandes ojeras y mi cabello despeinado por culpa de las chicas que me empujaron a la piscina.

—Genial —murmuré al intentar peinar mi melena y ver que parecía un estropajo por culpa del cloro, así que tuve que ducharme con rapidez y vestirme para bajar a desayunar y tomarme la pastilla por el dolor de cabeza.

Bajé las escaleras y llegué a la moderna cocina donde estaba Berta, la asistenta que habían contratado mis padres para que hiciera las labores de la casa.

—¡Buenos días! —la saludé como todas las mañanas y me apoyé en la isla de la cocina mientras ella me terminaba de preparar el desayuno.

—¡Buenos días, señorita!

Me dedicó una sonrisa y me dejó el café delante de mí junto con las tostadas para que yo desayunara y ella empezó a recoger la cocina en silencio.

—¿Mis padres...?

—El señor está en el hospital y me dijo que no volverá hasta la noche, en cambio, la señora ha ido a hablar con su representante y llegará a la hora de comer.

Asentí con la cabeza y me dediqué a comer en silencio mientras la casa se me hacía vacía como tantas otras veces. Entonces recibí un mensaje de Ada y sonreí sin poder evitarlo porque ella siempre parecía saber cuándo mandarme un mensaje y alegrarme el día con sus locuras.

Ada: ¡Menuda noche, Miley! Acabo de llegar a casa y aún tengo el pum-pum de la música.  Tengo que contarte tantas cosas...

Sonreí con felicidad al ver que una de las dos se lo pasó como nunca.

Miley: Yo me despierto a las once y tu acabas de llegar a casa. ¿Sabías que eres una fiestera? ¿Qué voy a hacer contigo?

Ada: Fiestera es mi segundo nombre, cari. ¿A qué hora te fuiste de la fiesta? Te busqué, pero no te encontré.

Miley: JAJA, que graciosa. Me fui sobre las dos, estaba muy cansada. ¿Buscarme? ¿Dónde? ¿Entre las botellas?

No le digo que me fui porque me tiraron a la piscina ni que un chico me trajo a casa, son detalles que me guardo para mí porque no quiero que se preocupe y si, es verdad que anoche la dije que me iba, pero seguramente ni se acuerda.

Ada: Jamás te buscaría entre botellas, tontita. Aunque sí que me cogí alguna para mi sustento.

Miley: Robar es ilegal, ¿sabes?

Ada: Es legal hasta que pillan, amiga.

Me rio con ganas y termino mi desayuno, después me despido de Berta y voy a mi habitación. Cojo mi mochila y pido un taxi a la vez que leo los mensajes de mi madre y su intento de disculpa de anoche que ignoro. 

Al rato salgo de casa y entro en el taxi, le doy las indicaciones y me relajo con la música que suena por la radio.

Pienso en mi chofer de ayer y una sonrisa se escapa de mis labios por haber ligado con él levemente, y espero a que no me lo encuentre nunca porque volver a verle la cara después de lo que hice... Me moriría de vergüenza. 

Nuestras heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora