CAPÍTULO 27

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Me despierto sobresaltada cuando escucho un grito cercano. Me siento en la cama, apoyando la espalda en el cabecero y me llevo una mano al corazón.

Oigo como alguien se está riendo e intento enfocar la vista en la oscuridad de mi habitación.

—Hola, Margot —dice cuando deja el ataque de risa y reconozco la voz.

—¿Tía?

—¡Sorpresa!

—¿Que...? ¿Qué haces aquí? —pregunto confusa, frotándome los ojos para despertarme del todo.

—He venido a pasar fin de año con mi sobrina favorita.

—Soy la única que tienes.

—Le quitas lo divertido a la vida, Margot —abre las cortinas y la luz de fuera entra. Tengo que cerrar los ojos durante un momento y luego los abro poco a poco, acostumbrándome a la luz—. Venga, levántate, me tienes que poner al día de tu vida.

—¿Me tenías que despertar con un grito?

—Te tendrías que haber visto la cara —y empieza a reírse de nuevo. Le lanzó uno de los cojines de la cama, el cual esquiva.

—Para esto te podrías haber quedado en tu casa —me levanto malhumorada, como cada vez que me despiertan.

—Venga, no te enfades —me da un beso en la mejilla a modo de saludo—. Vamos a desayunar.

—¿Qué haces aquí? —Vuelvo a preguntar y esta vez sí me contesta.

—Es fin de año y quería pasarlo con mi querida familia. Hace dos años que no venía por aquí.

—Si siempre estás viajando no creo que tengas mucho tiempo de pararte a vernos.

—La verdad es que tendría que venir más seguido —dice mientras bajamos las escaleras—. Siento eso.

—No pasa nada —y lo digo totalmente enserio, sí que es verdad que a veces me gustaría verla más, pero mi tía es un alma libre que no puede estar más de una semana en un mismo sitio.

—¿La abuela ha venido contigo? —Le pregunto cuando nos acercamos al salón y oigo la voz de mi abuela.

—Fui a visitarla y Bea me dijo que si a ella le apetecía que podía venir también, ya que estaba yo allí, no tendría que coger ningún tren o algo parecido.

Asiento y las dos entramos al salón. Mis madres y mi abuela están sentadas en el sofá, hablando y comiendo de la comida que hay en la mesa de café.

—Hola, mi niña bonita —es lo primero que dice mi abuela cuando me ve. Da unos golpecitos en el hueco al lado suyo—. Siéntate aquí conmigo, ven.

Hago lo que me dice y me siento entre medias de mamá y ella. Mamá y mami también me saludan, como siempre, y tía Kya se sienta al lado de su hermana en otro de los sofás.

Viéndolas juntas me sorprendo —como casi todas las veces que viene mi tía— por lo mucho que se parecen. Las dos de pelo negro, ojos grises y la piel pálida. Lo único que se nota bastante es la diferencia de edad, ya que tía Kya es once años menor que mami.

—¿Tienes hambre, Margot? —Mi abuela me pasa un bollo con chocolate y cuando lo acepto me pellizca la mejilla.

—Estate quieta, Rosie —alejo la cara de su mano y disimulo una sonrisa mordiendo el bollo cuando me mira con mala cara.

—No me llames así, niña.

—Vale, Rosie.

—Margot... —me reprende mamá a mi lado, con una sonrisa que no le llega los ojos.

Todo por un Sí - #1 [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora