EPÍLOGO

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Eran las seis de la mañana y ya tenía que dejar la cama. Hoy tenía un juicio bastante importante y era a las siete de la mañana, así que a las seis ya tenía que despertarme. Mi yo irracional quería mandarlo todo a la mierda y quedarme durmiendo. Menos mal que mi lado racional al final acaba ganando y me arrastro fuera de la cama.

Miro a Emma, durmiendo plácidamente en nuestra cama y me da envidia. Yo también quiero estar ahí.

Me doy una ducha para despejarme y me pongo un traje formal, de color negro, que va acorde con el juicio. Es elegante y profesional, pero tampoco es un vestido de gala incomodísimo.

Salgo de nuestra habitación y recorro el pasillo del departamento. Lo compré con Emma dos años después del juicio de sus padres, ahora ya llevábamos aquí tres años y se había convertido es nuestra casa.

Es bastante bonito y a la vez sencillo. Minimalista, con los muebles en tonos blancos, grises y negros, pero había detalles que le daban algo de personalidad. Como fotos nuestra juntas, con amigos, con mis madres, con la madre de Emma...

Habíamos elegido bien, la verdad.

Cuando miro el reloj, son las siete menos veinte y pienso en que debería irme ya. No es que esté muy lejos el sitio al que tengo que llegar, pero mejor salir con tiempo por si sucede algún imprevisto, como un atasco o algo así.

Así que vuelvo a entrar en la habitación y recojo mi bolso. Luego, me acerco a la cama por el lado de Emma, el derecho, y me inclino hacia ella, besándola suavemente, intentando no despertarla.

—Felicidsdes, preciosa —susurro.

Me alejo cuando ella se remueve, sin llegar a despertarse. Salgo de casa y me mentalizo para estar en un largo juicio de cinco horas.

Mi cabeza duele cuando salgo del edificio donde se ha llevado acabo el juicio. Al final, se ha alargado una hora más, así que para cuando salgo ya es casi la hora de comer.

Le mando un mensaje a Emma diciéndole que no voy a comer en casa, y que probablemente tarde un poco más de tiempo. Esto último no le explico el por qué, básicamente porque tiene que ser sorpresa.

Cuando termino de comer, me dirijo a recoger el regalo de cumpleaños de Emma.

Hace unos días, por causalidad, me encontré con un cartel donde ponía que se daban en adopción cuatro gatos, y me acorde de la conversación que tuvimos cuando mi rubia estaba borracha. Y creo que no hay mejor regalo que este.

Cuando llego a la casa de la señora que los da en adopción, me relaciono con el gatito al que le eché el ojo cuando vi el cartel, mientras hablo con la mujer.

Me dice que el gato tiene un mes y medio, por lo tanto ya no hay que alimentarlo con leche. Me explica otros temas sobre las vacunas que hay que ponerle, la comida, y algunas cosas más que escucho con atención mientras acaricio la cabeza del tímido gatito.

Es de color naranja, con la parte de debajo blanca. Tiene unos ojos verdes esmeralda y sonrío por la similitud que tiene con nosotras. Tiene mi pelo —aunque el mío sea un poco más rojo—, y los ojos verdes de Emma.

Luego de una media hora, doy gracias a la señora y me despido de ella, con el gato en la mano. Lo he intentado subir al transportín, pero ha empezado a quejarse y lo he sacado, me estaba dando pena y a mi tampoco me cuesta tenerlo en la mano.

—Hola —saluda Emily cuando me siento a su lado en el coche.

—Hola.

—No te decía a ti, le decía a esa preciosidad —dice con voz aguda mientras lo acaricia, poniéndole voces que me dan risa.

Todo por un Sí - #1 [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora