Guerra

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El tic tac del reloj mantenía a Joe pensando, estaba en la torre más alta, con sus dos sobrinas. Sophie le volvía a rociar otra capa más de polvo de Morfeo a su hermana, Joe se mantenía callado mientras las observaba. Un aire cálido llego hasta él, los arcontes habían llegado. El pelo de Sophie aún seguía siendo castaño pero en las raíces ya se lograban ver los inicios rubios. Los segundos en los que estaban en lo más alto de la torre se sentían extrañamente tranquilos, aunque ambos sabían lo que estaba a punto de venir. Phoe se mantenía respirando tranquilamente su cabello castaño caía a los lados de sus hombros, su rostro reflejaba tranquilidad y paz. Para Sophie, Phoe le recordaba a una princesa. Blanca Nieves, una pequeña sonrisa se cruzó en los labios de la chica de ojos verdes ante ese pensamiento. Solo esperaba poder estar viva para cuando ella despertará,
era su único deseo.

-¿En dónde está?-pregunto él, Sophie se volteo sin entender de lo que hablaba.-Tomas.
La rubia trago con fuerza y lo miro encogiéndose de hombros.-Lejos.-respondió, el hombre la miro y cerró los ojos con fuerza.-Lo siento...
-Esta bien.-dijo intentando mantenerse calmado.-En donde.-demando.
-No lo sé.-respondió con un hilo en la garganta.-Enserio no lo sé.
-¡Es un niño!-grito Joe exasperado.- ¡Como has dejado que un niño salga solo!
-No salió solo...-susurro Sophie.
-¿Quién?-volvió a demandar él dándole la espalda.
-Con...-lo pensó dos veces.-dos vigilantes.-técnicamente Leila estaba a poco tiempo de ser vigilante.-Papá.-dijo firmemente Sophie mientras se armaba de valor.-Tenemos que dejarlo ir.
Joe se volteó lentamente y la miro directamente a los ojos color verde.
-Es un niño.-volvió a repetir.
-Lo sé.-concuerdo la rubia.-Un niño muy inteligente que mostrado ser lo suficientemente inteligente como para poder defenderse solo, lo he visto. Lo he entrenado, yo lo he entrenado. Tomas es fuerte y no hablo de lo físico. Ese niño se ha mantenido en pie durante todo este tiempo no ha dado un paso hacia atrás no ha salido corriendo asustado. Tomas ha salido de Lagos con un único objetivo, encontrar a mamá.
Joe rápidamente miro el suelo luciendo avergonzado, en su bolsillo tenía el collar que una vez había pertenecido a ella pero no había tenido tiempo suficiente para seguir con su búsqueda, o más bien no había sacado el tiempo.
El hombre llevo sus manos a su cara, luciendo frustrado. Sophie lo observo y negó mientras se secaba una lágrima que comenzaba a recorrer por su mejilla, se acero a Joe y lo abrazo, él la envolvió con ellos y se mantuvieron en silencio unos segundos. Un silencio cómodo.-Ella volverá.-escucho murmurar a Sophie. Joe asintió y beso la cabeza de ella, como hacía cuando la rubia era una niña. Por ahora el cabello de Sophie estaba teñido en castaño pero con el tiempo volvería a ser rubio, Joe esperaba estar vivo para eso, que sus hijas estuvieran vivas. Las iba a mantener con vida, no perdería a nadie más de su familia. No cuando estaba a punto de recuperarla.

Las lágrimas de alegría corrían por el rostro de Fiore, se alejó unos centímetros del rostro de su hijo, tomo en sus manos la cara de Tomas y lo observo con sumo detalle absorbiendo todas sus nuevas facciones.
-Estás muy grande.-él solo pudo asentir.-mi niño ha crecido.-dijo orgullosa.
El chico de ojos cafés oscuros y cabello castaño oscuro trago con fuerza y se obligó a hablar.-Vengo por ti.-dijo esperanzado.-te voy a sacar de aquí.
Los recuerdos de todo lo sucedido empezaron a llegar uno tras otro invadiendo su cabeza, la pelinegra cerro los ojos con fuerza y dejo caer sus brazos a su lado.
-¿Mamá?-pregunto Tomas preocupado.
-Escucha bien Tomas, no tengo mucho tiempo. Ellas están controlando esto, ahora lo puedo recordar. Sal de aquí, esto solo es un sueño. Tienes que salir de aquí e ir con tu padre, el sabrá que hacer. Recuerda una cosa Tom, te amo.-Tomas no entendía absolutamente nada, Fiore puso su mano derecha en la mejilla de él.-Despierta mi niño.-dijo con cariño.
-Tom es hora de levantarse.-escucho la agitada voz de Leila.
-Tomas por todos los dioses despierta, tenemos que salir de aquí.-esa era Valent.
El chico miro a su madre en busca de respuesta pero ella solo le sonrío y comenzó a desaparecer.- ¡Mamá!-comenzó a gritar desesperadamente y todo se volvió negro. Tomas parpadeo y vio los ojos azules de Leila desesperados.
-¡Despertó!-grito Leila.
Tomas miro hacia todos lados aturdido pero Walter ya no estaba, ni Valent. Su ceño se frunció inmediatamente. Se puso en pie y casi cae al suelo de no ser por Leila que lo sostuvo al mismo instante, el chico miro hacia la puerta donde venían y pudo divisar la figura de Valent intentando obstruir la entrada con todo lo que podía.
-¿Qué sucede?-pregunto él. Leila paso un brazo de él por su cuello y trago con fuerza.
-Las musas.-respondió seca. Rápidamente él entendió a lo que se refería su madre.
Valent se alejó rápidamente de la muralla hechiza que logro formar y se volteó hacia ellos mientras se acercaba corriendo-¡Listo!-Leila le extendió su mano y ella la tomo, sin darse cuenta la pequeña vigilante lo tenía sujetado de la mano. Pero antes de irse Valent dejo una cosa, tomas examino lo que había tirado y la argolla plateada en el dedo del medio de Valent, sus ojos se abrieron y Valent le guiño el ojo mientras cerraba los ojos él la imito y los tres desaparecieron del lugar con una explosión de luz detrás de ellos. La granada de luz exploto en toda la habitación vacía segundos después de que se fueron dejando a ciegas a los dos lacayos que habían enviados las musas.

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