Promesa

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Éfeso, 18 años después de la muerte de Euterpe (Dafne).

Su canto y gracia cautivan a los mortales, sus manos son muy habilidosas con los instrumentos de música. Todo en ella es suma belleza, su nombre. Acacia.

La protegida de Artemisa, su cabello rojizo y sus ojos cafés intensos son la perdición de muchos mortales los cuales la diosa de la caza repele de ella. Para los ojos de Artemisa Acacia es como una hija, la protege a toda costa de cualquier mal.

Cuando la diosa hace fiestas el acto principal es el de ella, más de un dios se ha fijado en ella pero su mentora los espanta.

La chica apenas tiene diecisiete años, en esos diecisiete años la muchacha ha aprendido muchas artes, varias de las musas han llegado a visitarla en algún momento de su vida. Ha aprendido mucho de cada una de las artes que practican cada una de ellas.

—Acacia. —la llamó una de las ninfas. —La diosa te solicita en los jardines.

Sin replicarle la joven Acacia camino detrás de la ninfa que la guiaba hasta los jardines, una vez ahí la muchacha observo a la diosa con su habitual arco en mano, la diosa le estaba dando la espalda mientras apuntaba hacia un árbol con un círculo blanco. La flecha que se deslizo por sus manos dio exactamente en el blanco.

-He aquí la niña mi diosa.-dijo la ninfa, Artemisa se dio la vuelta y le dio un leve asentimiento como agradecimiento y señal de retirada.

Acacia observo los jardines lentamente percatándose que ningún sirviente estaba en el más que ella y la diosa.

-Mi señora a que debo su llamado.-la voz dulce de la muchacha hizo sonreír a Artemisa.

-Faltan dos lunas para que cumplas los diecisiete años Acacia.-ella asintió sin entender del punto de la diosa por lo cual Artemisa continúo:-Eso quiere decir que tienes que desposarte antes de esa fecha.

Los ojos de Acacia se abrieron asombrados y asustados.-Pero… yo no quiero casarme.

-Si no te casas algún dios o rey vendrá por ti y no tendré más opción que entregarte, es por eso mismo que yo he sido la que busque a ese esposo, mirar detrás de ti.

Acacia giro lentamente y se encontró con un joven de cabello castaño y ojos verdes, piel blanca y alto, el muchacho le dio una encantadora sonrisa pero ella no le respondió.-Su nombre es David.

El muchacho se acercó a la joven pero esta retrocedió.

-Pero… mi señora.-dijo dándole la espalda al muchacho.

La voz de Acacia acaricio los oídos de David, tan delicada como la de una princesa. Pensó él.

-Te casarás con él, es mi última palabra Acacia.-dijo firmemente Artemisa, los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas rápidamente, se dio media vuelta y se marchó corriendo hacia dentro del templo.-Recuerda tu promesa, la cuidarás.

El joven asintió y Artemisa le hizo una seña con la mano para que la siguiera.

Las lágrimas corrían sin control por el rostro de Acacia su llanto se escuchaba fuera de su habitación la triste melodía que salía del arpa haría a cualquiera llorar. Las puertas se abrieron de repente haciendo que ella dejase de tocar para mirar a quien venía entrando por ellas, su agarre se apretó al ver al joven con el cual posiblemente fuera su esposo.

-Salid de mi habitación.-ordeno ella.

-He venido para hablar contigo.

-Yo no quiero hablar.-Acacia se puso en pie dejando el arpa a un lado y camino hacia el joven.

-Solo os pido una oportunidad, por favor.-los pasos de ella se detuvieron y miro al joven.-Bien, mi nombre es David ya lo sabe. No soy un dios ni nada de eso, mucho menos un reí, no vengo de una familia rica ni tengo un pueblo al cual gobernar, solo soy un simple marinero de Tracia. La diosa me ha traído para protegerla de los males de su hermano Apolo o cualquier dios que quiera hacerle daño, al cumplir diecisiete años tiene que estar casada con alguien pero como los dos sabemos hay más personas malas que buenas y la diosa teme que ninguno sea lo suficientemente bueno para usted. Así que me encontró y no sé lo que vio en mí  pero me pidió que la protegiera al casarme con usted a cambio de…-la voz del chico se apagó.

 -¿A cambio de qué?-pregunto ella interesada en su respuesta.

-De darle un hogar a mi familia.-los ojos de Acacia se abrieron asombrados al escuchar eso, no esperaba esa respuesta. Imagino que sería oro o mujeres o un palacio.

-¿Tu solo quieres eso?-el joven asintió.- ¿Y cómo me protegerás si solo eres un simple marinero?

El joven sonrió de lado.-Llevo tres meses entrenando con ella, podría defenderla de un ejército. Sé que esto le aterra, desposarse con un desconocido y que además de eso sea un mortal, no pienso que crea en mis intenciones buenas pero solo quiero hacerle saber que no la voy a mantener amarrada en un sitio, tanta belleza no se puede encarcelar.-las mejillas de Acacia se tiñeron de rosa al escuchar las últimas palabras de él.-Ha sido un placer conocerla señorita Acacia, espero que acepte este matrimonio, no le prometo amor pero… si amistad y cariño.

Los ojos cafés ella lo vieron salir de su habitación, en sus labios se dibujó una sonrisa al verlo desaparecer no sin antes cerrar las puertas.

Unas horas después apareció una ninfa de Artemisa en su puerta con una bandeja llena de frutas, Acacia le sonrió a Fler y la invito a pasar, le hablo emocionada a la ninfa sobre el joven David.

Lo que rápidamente llego a los oídos de Artemisa mientras miraba al oscuro cielo con una sonrisa.

Quince días fueron los que pasaron para que ambos jóvenes se enamoraran perdidamente el uno del otro por primera vez Artemisa sentía que le ganaba una batalla a su padre y su hermano mellizo.

Y tan solo una semana después ambos jóvenes se casaron con la bendición de la diosa de la caza y de la nueva vida,  y desde ahí empezó,  se crearon a los Vigilantes, mitad mortales mitad inmortales, creados para proteger a los descendientes de los dioses de generación en generación hasta que su legado acabará y obtuvieran su recompensa. Primero surgieron los vigilantes griegos luego llego la aparición de los romanos.

Y la transcendencia paso de generación en generación hasta llegar a Phoebe Gonzales.

CrystallizeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora