Romanos

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Sin pensarlo dos veces Sophie tomo en sus brazos a Sabana y miro a Azael con preocupación.
-Ve a la torre del oráculo y sácala por el portal que hay en él.-le ordeno mientras las sacaba del cuarto de la niña, Azael se detuvo afuera de este y la miro directamente a los ojos.-Solo sácala de aquí, tendrás que llamarme una vez afuera. El llamado que cuelga de tu muñeca no me deja ver en donde estás ni con quien, ¿entendido?-Sophie sintió lentamente y Azael le dio un rápido beso en los labios y sin decirle más se fue corriendo por los pasillos.
-¿Qué está pasando?-pregunto Sabana mientras bostezaba.
-No lo sé.-fue lo único que respondió ella y comenzó a seguir las indicaciones de Azael, Sophie salió por la puerta trasera del orfanato, y cruzo el patio trasero de juegos de los niños. Con cuidado cruzo una cerca y salió a la calle principal. Y empezaron los gritos, la rubia movió su cabeza de lado a lado para ver de dónde venían pero aunque agudizará su capacidad auditiva pero los gritos parecían provenir de todas partes de las casas que estaban en frente de ellas salían humo y sonaron los disparos y los gritos se intensificaron.
-Sophie tengo miedo.-susurro Sabana.
-Todo va a estar bien, cierra los ojos.-la niña obedeció y dejo caer su cabeza sobre el hombro de Sophie.

~ ¿Phoe?~

Intento llamar a su hermana pero ella no respondía y la rubia cayó en cuenta, el brazalete bloqueaba todo con respecto a su mente y aura. Los pies de ella se comenzaron a mover hacia la torre del oráculo pero para llegar a esta tenía que pasar por el mercado y cuando lo vio sus ojos se abrieron a mas no poder, todo estaba ardiendo en llamas y detrás de las llamas había una gran figura de por lo menos dos metros y medio. Del mercado en llamas aun salían personas ardiendo en ellas y un recuerdo invadió la mente de Sophie, una ciudad griega quemándose ella matando a Anthea.

Un grito la hizo regresar al presente, Sabana comenzó a gritar mientras miraba horrorizada algo detrás de Sophie, la rubia se giró rápidamente y sus ojos se abrieron a mas no poder había una persona de por lo menos dos metros y medio de altura en frente de ella, con una especie de bate.-Por los dioses.-susurro ella y comenzó a correr del lado contrario en donde venía gigante, Sophie sostuvo a Sabana con una mano y con la otra intento tocar algo en su cintura pero se percató de que no lo llevaba puesto, no traía el maldito cinturón puesto. Estaba desarmada contra la temible bestia que las seguía por toda la calle sin darse cuenta se encerró a sí misma en una calle, trago fuerte y bajo rápidamente a Sabana.-Cuando te diga que corras lo harás Sabana, busca a alguien y dile que te lleve a la gran torre.
La niña solo asintió y Sophie se dio la vuelta mirando fijamente al gigante que tenía a unos quince metros de distancia. Un disparo sonó detrás de él y el mastodonte se dio la vuelta mirando hacia abajo, una cabellera negra fue lo primero que vio Sophie, junto a la cabellera negra había una roja y plateada.
-¡Directo a la cabeza!-grito una voz muy conocida por ella, Inna. Pensó inmediatamente.
Los disparos comenzaron a sonar y el gigante comenzó a caminar hacia las tres vigilantes. -¡Samara ya sabes que hacer!
Samara asintió y sonrió hacia el gigante.- ¡Ven a por mí bestia!-grito se dio media vuelta para empezar a correr, Diana e Inna se hicieron a un lado rápidamente sin ser vistas por el gigante que tenía puesta la vista en Samara. La rubia volvió a tomar a la niña en brazos y se acercó a las dos vigilantes.
-¿Están bien?-pregunto Inna y Sophie asintió por ambas.
-¿Qué está pasando y que demonios era eso?
-Selene está pasando.-respondió Diana.-La guerra ha comenzado.
-Llévala a la torre y váyanse por ahí, necesito tu cinturón.-le dijo a Diana y la peli roja se lo quito y se lo tendió en las manos.-Las encontraré cuando termine con esto.-Sophie miro a Sabana por un instante y la abrazo.-Te veré después.-le susurro, se la entregó a Inna y se dio media vuelta.
-Sophie.-la llamo la peli negra y ella se giró.-No confíes en los romanos.

Sophie asintió y se dio la vuelta colocándose el cinturón y preparándose para lo que viene.

Nicolás se quedó paralizado al ver su casa quemarse rápidamente reacciono y sin pensarlo dos veces entro con la esperanza de encontrar a su hermana ahí, Phoe intento detenerlo pero no fue lo suficientemente fuerte. La musa miraba a su alrededor y solo veía personas y vigilantes corriendo casas quemándose y el ruido era lo peor. No lo pensó una vez más y se abalanzo entre las llamas para entrar a la casa de Nicolás, ella podía escuchar los gritos de él llamando a su hermana desesperadamente sin obtener respuesta alguna. El calor era insoportable y las gotas de sudor ya empezaban aparecer por su frente, lentamente Phoe se puso en cuclillas con sus palmas tocando el suelo, cerró los ojos y se comenzó a concentrar en las llamas, el calor, el humo. Respiro profundamente y soltó todo el aire retenido. La tierra comenzó a vibrar conforme ella iba respirando cada vez más rápido el fuego estaba cubriendo la mitad de la ciudad, podía sentirlo. Como si fuera una vela de cumpleaños soplo y el fuego comenzó a desaparecer como si fuera por obra de magia, la gente en la calle veía como lentamente el fuego iba desapareciendo dejando solo humo a su paso.
Megan intentaba sacar a la gente de las viviendas en llamas pero al notar la gran cantidad de energía que se hizo sentir en el lugar ella se mantuvo quieta y vio como las llamas se fueron consumiendo solas entre sí. El humo hacia que le picaran los ojos el suelo dejo de vibrar y miro hacia el frente, no eran solo gigantes los que habían logrado entrar a Lagos. Los ojos de la arconte miraban a la quimera que tenía en frente, en su mano derecha apareció una espada dorada. Los ojos oscuros de la quimera miraban la espada fijamente y a su portadora, Megan sonrío e hizo lo que cualquier arconte haría.
-Ven amigo.-los vigilantes que estaban detrás de ella fruncieron el ceño, pero de pronto una especie de calma los rodeo a todos, lentamente los ojos de la quimera pasaron de ser oscuros a grises.
Megan dio un paso al frente y la quimera también ella se agacho lentamente y la gran bestia corrió hacia ella como si fuera un cachorro las manos de la arconte acariciaron la cabeza de león de la bestia. Los vigilantes se sentían relajados como si lo que estaba pasando era normal, como si lo que pasaba a su alrededor lo fuera.

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