NOVENA PARTE

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Los militares entraron por una de las puertas laterales, disparando sin pensarlo un segundo a los seguidores que portaban armas y se distribuían alrededor de la puerta principal.

Morgan entró después y con las manos firmes disparó tres veces seguidas al pecho de Baxter, quien cayó muerto en la alfombra del pasillo, sujetando el detonador hasta que este rebotó lejos de él.

—"Ya lo hizo" —, Reid se puso de pie y aún encorvado se acercó a Morgan.

—"¿Estás bien?" —, preguntó Derek aun sujetando firmemente su arma y observando alrededor.

—"Si, ¿Y Evgenia?" —, cuestionó Spencer una vez más.

—"Ya salió de aquí" —, la atención de Morgan se centró en una figura pequeña y delgada que pasó por el rabillo de su ojo hasta el pasillo principal.

Jessica entró en la capilla encontrándose con la escena de Dane Baxter, su esposo, muerto en el suelo con tres disparos en el pecho.

—"Linda, ven conmigo, hay que sacarte de aquí, rápido, vamos" —, Morgan extendió su mano hacia ella mientras le hacía señales de que lo siguiera. Sabía que, en cualquier momento, los explosivos comenzarían a detonar.

Jessica avanzó hacia el frente, pasó de largo el cuerpo de Dane Baxter y se agachó a recoger el detonador. La ira relucía en sus ojos café y la decisión en sus manos al tomar el pequeño control delataba sus intenciones.

Reid corrió hacia Morgan en un acto reflejo por protegerlo y ambos comenzaron a correr acortando los metros que los separaban de la entrada.

Con los dientes apretados y una expresión desquiciada en el rostro, Jessica observó a los dos agentes que estaban frente a ella, y sin pensarlo dos veces, accionó el detonador.

**************

Todo alrededor se convirtió en fuego y humo en cuestión de segundos. La onda expansiva se alzó con un reluciente brillo rojo y naranja hacia el cielo nocturno. Los cristales se rompieron y los fragmentos chocaban contra el suelo en una danza macabra de fuego y muerte.

Los soldados que estaban cerca tuvieron que correr tan lejos como pudieron para evitar ser alcanzados por el fuego o heridos por la detonación. El resto de agentes aún trataba de conducir a los asustados rehenes lejos del fuego, mientras gritaban o lloraban.

Cuando giraron hacia el pabellón principal, Eve tuvo un panorama completo de los daños de la explosión. El fuego salía por la entrada principal, de donde faltaba una puerta, los grandes ventanales ardían con violencia y lenguas de fuego habían saltado hacia afuera, quemando pequeños sectores de las escaleras.

—"Reid... Morgan" —, se quedó de pie, sintiendo sus propios latidos desbocados en los oídos, las manos sudorosas y el temblor de su labio inferior delataban lo asustada que estaba y lo rápido que trabajaba su mente.

El calor del incendio acaloraba su rostro y le escocía en los ojos, pero no podía dejar de mirar, buscando una señal de vida, una llamada de auxilio. Por un momento, el frío celeste de sus pupilas desapareció y dio paso al ardiente naranja del fuego que se reflejaba en sus ojos casi como espejos de tan cerca que estaba.

—"Reid... y Morgan" —, sus ojos iban de aquí para allá, buscando a sus compañeros, a medida que el temblor en sus manos se incrementaba por la desesperación de no haberlos visto salir.

Detrás de ella, el agente Hotchner también esperaba, lo que sea, una señal, un grito, algo.

Dos figuras, oscurecidas por la resplandeciente luz del fuego, apoyadas una contra la otra, se aparecieron de repente por un costado de la iglesia, ambos cubrían su nariz y boca con el antebrazo y tosían a causa del humo y los químicos liberados durante la explosión.

—"Estamos bien" —, gritó Morgan.

Eve se llevó las manos al rostro en un gesto de alivio y soltó el aire que, hasta ahora, no sabía que estaba conteniendo. Un sollozo leve escapó de su garganta mientras caminaba lentamente por las escaleras, obligando a sus piernas heridas a subir cada escalón hasta donde los hombres se encontraban, sin apartar la vista de ellos, que venían caminando hacia su dirección.

«Perdí a mucha gente, mi unidad fue emboscada, las bombas... fue demasiado tarde para ellos, ¡Nos envió a morir ahí!».

Reid y Morgan se tambalearon hasta alejarse lo suficientemente del fuego como para que no pudiera hacerles daño. A mitad del camino, Eve los interceptó, pero los paramédicos se acercaron a Morgan antes de que pudiera siquiera hablar con ella.

La chica no pudo contener su alivio al verlo y cuando lo tuvo enfrente, rodeó a Spencer con sus brazos en una suerte de consuelo para ella misma.

«No voy a perder a nadie más, ¿escuchó?, todos ellos, tenían familia, esposa, hijos, hermanos, ¡Tenían una vida!, la próxima vez que quiera enviar a alguien a hacer el trabajo sucio por ustedes, asegúrense de que no tengan nada que perder».

Spencer respondió casi instintivamente al gesto de su compañera, rodeándola con los brazos también y hundiendo su rostro en el hombro de la chica, lo último que le molestaba era el aroma a quemado o lo metálico de la sangre seca en la camisa. Ambos se sentían aliviados de finalmente reunirse y asegurarse que estaban a salvo.

La inercia los llevó a tambalearse ligeramente hasta que terminaron casi en un giro de 180°, negándose por completo a soltar al otro.

—"La próxima vez, te quedarás con el equipo" —, Eve rió con alivio contra el suéter de lana de Spencer, el chico le sacaba casi media cabeza de altura.

—"Tal vez no deberíamos separarnos de nuevo" —, sugirió con timidez el chico, mientras seguía abrazándola.

Un llanto ahogado hizo que todos los agentes de la UAC se giraran a ver. La mujer rubia, la madre de Jessica estaba de pie frente a ellos, viendo la iglesia arder desde su centro, los ojos cristalizados y ambas manos sujetando fuertemente el crucifijo en su cuello mientras esperaba la salida de su hija.

A Eve se le encogió el estómago al entender lo que estaba pasando, y fue hasta donde estaba ella, sintiendo un nudo en la garganta y el escozor en los ojos, aunque ya no podía distinguir si por el llanto o el fuego.

—"Lo..." —, antes de que pudiera disculparse, la mujer la abrazó fuertemente mientras rompía a llorar.

Los agentes a su alrededor la miraron por unos segundos y uno por uno, fueron yéndose de regreso a los vehículos.

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«Tal vez, lo más difícil de todo, es aceptar que hemos perdido a alguien aun cuando lo intentamos todo para salvarlo».

Master Mind || ©ReidstarkgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora