Capítulo 10

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El paseo hacia la misteriosa suite familiar fue extraño e incómodo. Harry tenía un Malfoy a cada lado y Snape iba en cabeza, con la túnica ondeando detrás de él. Draco estaba a su derecha y cada pocos segundos lo miraba y abría la boca como si fuera a decir algo, sólo para cerrarla y mirar al suelo como si fuera la fuente de su dilema.
-Potter-. Dijo el chico volviéndose por fin a mirar a Harry. -Yo...- Draco respiró profundamente y volvió a empezar. -Lo siento-. Como si se hubiera quitado un peso de encima, Malfoy suspiró y se relajó en el fácil paseo.

-¿Por pegarme?- Preguntó Harry, sinceramente confundido, el slytherin le había lanzado más hechizos, maleficios, gafes y encantos de los que podía contar; ¿ahora, de repente, se disculpaba por pegarle?.

-No, lo volvería a hacer si se repitiera la situación. Siento haberte hecho daño, eres mi compañero y no debería causarte dolor-. Merlín, era como si el solo hecho de decir esas palabras fuera una lucha. Malfoy no lo miraba y rechinaba los dientes de una manera que hacía extremadamente difícil entenderlo.

-Sólo di que lo perdonas para que pueda dormir esta noche-. Snape salió disparado por encima del hombro y desapareció por una esquina.

-Le perdono, supongo. Sólo... ¿no lo vuelvas a hacer?- Harry no tenía ni idea de qué debía decir al chico que se disculpaba por haberle pegado, pero no por haberle pegado, sino por el dolor que los golpes le habían causado.

El resto de la caminata fue silenciosa, Harry trató desesperadamente de recordar el camino, pero había demasiados giros y vueltas para que pudiera siquiera esperar memorizar. Lo único que sabía, era que estaban en algún lugar del sexto piso y que los estudiantes obviamente no venían por aquí.

-Esmeralda-, dijo Snape unos metros más adelante y un retrato se abrió, permitiendo al moreno entrar en la habitación.

-Draco redecoró antes, hizo un buen trabajo, pero tú estás más que dispuesta a cambiar cualquier cosa-. Prometió Lucius y se detuvo frente a la puerta, haciendo un gesto para que los dos jóvenes entraran primero.

Harry entró vacilante en el que sería su nuevo "hogar" durante el curso escolar y se encontró con que, aunque un orgulloso slytherin lo había decorado, la habitación principal no era para nada como él esperaba. En lugar de una malla de verde y plata, Harry se encontró con una relajante sala de estar llena de tonos tostados, blancos y negros. Era un lugar en el que podía imaginarse relajándose, haciendo los deberes y, si el apocalipsis llegaba pronto, pasando el tiempo con sus compañeros.

-No está mal, Malfoy-. Dijo y el rubio se acicaló ante los elogios que le dedicaban. Lucius se rió de las payasadas de su hijo y le dio un golpecito en un lado de la cabeza en un movimiento que parecía más cariñoso que violento.

-Bebe esto, Potter-. Una poción de color verde oscuro fue lanzada en dirección a Harry y el chico saltó ante la repentina aparición del maestro de pociones. -Evitará que se te magulle la mandíbula-. Harry descorchó el frasco y, aunque no creía que su compañero fuera a posionarlo, dudó antes de tragarse el asqueroso líquido.

-Gracias-. Harry le entregó el recipiente al hombre y éste se dio la vuelta antes de marcharse enfadado.

-Harry, tu habitación está por ahí, no he podido pasar a ver el baño, así que tendrás que cambiar algo tú mismo-. Draco apenas había señalado hacia una puerta a la derecha, antes de que Harry la estuviera abriendo y asomándose al interior.

Santo Gryffindor. La habitación era como una versión miniaturizada de la sala común de Gryffindor, toda carmesí y dorada, un completo dolor de ojos a decir verdad, pero era familiar y si su compañero fuera cualquier otro, Harry se lo habría agradecido.

HARRY POTTER AND THE PROPHECY OF ESCLARIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora