Capítulo 39

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-Eres un idiota. Las pesadillas de Harry no tienen nada que ver contigo-. Dijo Severus con dureza, aunque había una suavidad en sus ojos que les decía a sus compañeros que quería a Draco, aunque pensara que el rubio era un idiota.
-No, estoy hablando en serio. Estamos apareados, y parte de eso es poder compartir poderes y rasgos, ¿verdad?-.

Harry asintió lentamente, comenzando a comprender.

-Entonces, ¿por qué no es posible que mis habilidades de adivinación se hayan transferido a Harry, haciendo que tenga sueños del futuro?- Draco era demasiado presumido en esto, pero Harry tenía que admitir que tenía sentido.

-No es en absoluto descabellado-, convino Dumbledore, -la idea es extremadamente plausible y sólo me lleva a creer que la profecía se refiere a ustedes cinco, aún más-. Sinceramente, Harry ya estaba harto de esa maldita profecía y Lucius debía de sentir lo mismo, porque se levantó con elegancia de la silla y fulminó con la mirada al anciano director.

-Es más que suficiente, Albus. Harry ya te ha dicho que no quiere saber nada de esto y yo personalmente estoy harto de tu intromisión. Así que te voy a pedir amablemente que te vayas antes de que te acompañe personalmente a la salida-. La voz de Lucius se había vuelto oscura y amenazante, como la de Severus cuando Neville hacía estallar un caldero, y Harry no pudo evitar el escalofrío que le recorrió la espalda. La semana que viene definitivamente tenían que experimentar con el malvado Lucius.

-Sólo intento ayudar...-

-Lo sé, profesor. Pero estoy cansado de que mi vida gire en torno a lo que alguien dijo hace décadas. Si esto está destinado a suceder, entonces lo hará, no hay nada que pueda hacer al respecto de todos modos-. Dijo Harry y agarró suavemente la parte trasera de la túnica de Lucius en un intento de calmar al rubio.

-Sólo ten cuidado, Harry-. Fue todo lo que dijo Dumbledore antes de darse la vuelta y salir del aula de pociones, para alivio de los cuatro compañeros.

Harry supo desde el momento en que entró en el aula de DADA que simplemente debería haber dado la vuelta y esconderse en el despacho de Severus hasta la clase de Encantamientos. Llegó unos minutos tarde gracias a la obsesiva necesidad de Draco de tener cada pelo tirado en un punto exacto; lo que significó que pasó cerca de una hora en el baño y que no dejara entrar a ninguno de sus compañeros hasta que estuviera "perfecto".

Todos los de la clase se volvieron inmediatamente hacia él en la puerta y Lucius sonrió, una sonrisita que significaba que tenía algo maligno cocinándose en esa rubia cabeza suya.

-¡Harry!- Sí, definitivamente algo sospechoso estaba ocurriendo aquí. -Dos puntos de Gryffindor por llegar tarde. Ahora entra y párate aquí conmigo-. Harry se quedó mirando a Lucius, que ahora le hacía señas con entusiasmo. Esto no iba a terminar bien.

Con un fuerte suspiro, Harry se acercó al frente de la clase y dejó caer suavemente su mochila en el suelo, junto al escritorio de Lucius.

-Acabo de decirle a la clase, Harry, que hoy vamos a hablar de Alchai y he pensado que serías un gran... ayudante en la enseñanza-.

-¿Ayudante de enseñanza?- preguntó Harry al rubio, que parecía demasiado contento con toda esta situación.

-Sí, para que la clase pueda identificar las características en persona-. Lucius dijo lo suficientemente alto como para que todos lo oyeran y se inclinó para susurrarle a Harry al oído -Haz esto por mí y estaré tentado de compensarte más tarde-.

-Bien, ¿qué tengo que hacer?-.

De ninguna manera iba a rechazar la oferta de Lucius.

-Sólo quédate aquí mientras repaso la lección-. Dijo Lucius, pero Harry sabía que había mucho más que eso y se limitó a poner los ojos en blanco ante su sonriente compañero.

HARRY POTTER AND THE PROPHECY OF ESCLARIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora