Capítulo 40

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Harry arrastró a Draco y a Lucius por las numerosas escaleras y por los pasillos vacíos en silencio. La rabia que desprendía el joven en oleadas dejaba claro que cualquier cosa que dijeran no sería escuchada ni apreciada, aunque ambos rubios compartieron una mirada de preocupación cuando Harry dio un giro tan rápido que casi estrelló su cuerpo contra la pared de piedra.
Cuando se acercaron al aula de pociones, Harry se lanzó a toda velocidad, soltando a sus compañeros durante una fracción de segundo para abrir de golpe la puerta de madera y entrar volando en el aula a una velocidad inhumana.

Severus había estado de pie en la parte delantera del aula, escribiendo una lista de ingredientes para que los hufflepuffs de tercer año los recuperaran, cuando Harry irrumpió en el aula y lo agarró por la cintura mientras los alumnos gritaban conmocionados. Harry no le dio a su compañero ni siquiera un momento para respirar antes de sacar a Severus de la habitación y de juntar a un confundido Lucius y a Draco en sus brazos hasta que los tres quedaron envueltos en el abrazo de su Alchai.

El corazón de Harry latía a mil por hora y aunque tenía a todos sus compañeros con él, sabía que no podría descansar hasta que estuvieran lejos de aquí; hasta que estuvieran en un lugar donde a nadie se le ocurriera buscarlos.
-No me sueltes-. ordenó Harry, con la voz temblorosa y agrietada por las emociones que también se dibujaban en su rostro.

Aunque ninguno de sus compañeros sabía a qué se refería, apretaron a Harry justo cuando el Alchai los aparecía del castillo de Hogwarts.

El grupo aterrizó en la zona de apariciones designada de Malinsta Lane, el distrito mágico de Canadá. Harry recordaba haber leído sobre ello con Hermione el año pasado, y era el lugar más seguro que se le ocurría a corto plazo.

Harry miró a sus compañeros y vio que los tres lo miraban como si de repente le hubiera crecido una segunda cabeza.

-¿Qué?-, preguntó, mirando a su alrededor a las demás brujas y magos que caminaban por las calles y que parecían no saber quién era Harry, además de ser un Alchai gracias a ese maldito cartel que flotaba sobre su cabeza.

-Acabas de aparecer a cuatro hombres adultos y a un niño al otro lado del mundo y a través de los pabellones más poderosos de Europa-. Dijo Severus con leve asombro, sus ojos brillaban de orgullo y amor.

-Necesitaba sacarlos del castillo, de hecho, ni siquiera deberíamos estar en la calle, necesitamos un lugar donde pasar la noche-. Harry ignoró las miradas confusas y preocupadas que le dirigían sus compañeros, pero se prometió explicarlo todo una vez que estuvieran a salvo mientras empezaba a escudriñar las tiendas de los alrededores, buscando una posada.

-El castillo de Carlisle está dos calles más allá-. Le dijo Lucius, y ahuecó la cara de Harry entre sus manos. -Tienes que calmarte y decirnos qué está pasando, Harry. No podemos ayudarte si no sabemos qué te está marcando-.

La voz del rubio era tranquilizadora para la sobrecargada mente de Harry y sus ojos plateados hacían que Harry quisiera derrumbarse y contarle todo en ese mismo momento y dejar la búsqueda de un lugar seguro hasta más tarde.

-Te lo contaré todo, lo prometo, pero primero tenemos que encontrar un lugar donde quedarnos-.

-Entonces, sígueme-. Lucius cogió la mano temblorosa de Harry y les condujo a él y a sus otros compañeros por la calle empedrada y a través de un callejón que se abría a una nueva vía, ésta bordeada por restaurantes de lujo y llena de gente vestida con costosas túnicas de gala. Al final de la calle, Harry vio el sencillo letrero que decía "Castillo de Carlisle" en un elegante estampado morado.

Severus abrió la puerta de madera muy pulida y la mantuvo abierta para que Draco entrara primero, seguido de cerca por Lucius y un Harry casi vibrante que movía constantemente la cabeza de un lado a otro, atento a cualquier cosa que pudiera estar mínimamente fuera de lugar.

HARRY POTTER AND THE PROPHECY OF ESCLARIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora