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WANDA

- Decís que ellos desaparecieron? -preguntó Lena repentinamente, dirigiéndose a las dos pero especialmente a su hermana.

- Alexei y Melina, nuestros padres -me explicó Nat, aunque sólo para aparentar frente a su hermana que no sabía que yo ya estaba enterada de todo e incluso más que ella-. Y... Lena, no sé si habrán desaparecido... No sé tampoco si quiero comprobarlo.

Yelena asintió y por una hora sólo se oyó el sonido de la tele.

Yo sabía lo que había pasado con los padres de Yelena y Nat antes del chasquido, Natasha me lo había contado. Las habían secuestrado de muy chiquitas, sólo ella recordaba aquellos, Yelena no tenía idea de que en realidad sus padres biológicos no eran Melina y Alexei , y Nat no parecía querer decirle, al menos no en este momento tan complicado para todos.

Sus padres adoptivos, en realidad, no las secuestraron, sino que fue la organización de la Habitación Roja quien se las llevó y entregó a los que llamarían mamá y papá hasta que se las llevaran otra vez para ser Viudas Negras.

Nat había podido hacer que Yelena estuviera menos tiempo allí, escaparon cuando su hermana menor tenía trece y pasaron los siguientes tres años viviendo en la Base y visitando de vez en cuando a Alexei y Melina porque Yelena seguía queriendo verlos al no saber qué eran realidad. A pesar de la mentira, Natasha siempre me contaba de lo mucho que habían cambiado sus padres adoptivos, le habían pedido perdón a ella por todo lo que habían tenido que pasar y habían prometido estar allí para ambas siempre, cosa que Natasha creyó a medias y con muchas precauciones.

Nat de vez en cuando me lanzaba miradas furtivas y yo le sonreía. Tommy y Billy en un momento se cansaron de los dibujitos y subieron a su cuarto.

- Igual, en un rato van a tener que volver porque ya vamos a comer -dije-. Hablando de comer... Hay que despertar a Emma.

- Ahora cuando esté lista la comida la despertamos -comentó Nat mirándola con una sonrisa-. Que descanse un ratito más.

Se estaba por parar para dejarla en el sillón.

- Las ayudo a cocinar -dijo al ver a Yelena ir a la cocina.

- No, quedate en el sillón con Emma. Lena y yo nos encargamos -dije ayudándola a que volviera a recostarse.

Se acomodó nuevamente en el sillón y la notaba con una energía especial al estar así con Emma, le gustaba tenerla de esa manera.

Cuando ya tuvimos la comida lista comencé a despertar a mi hija lentamente.

Se removió un poco en los brazos de Nat, sin abrir los ojos dijo:

- Un rato más, papá.

Nat me observó entristecida.

- Dale, princesa, vamos a cenar -dijo Natasha ayudando a mi hija a desperezarse.

Emma abrió los ojos al oír la voz de Nat y no la de Visión.

- Tía... -dijo. Una sonrisa tomó el lugar de su expresión adormilada.

- Hola, amor... -respondió Nat también sonriendo.

Fui a buscar a los mellizos que vinieron tras unos minutos de negación.

Emma se sentó entre Yelena y Nat, frente a mí.

- Qué quería el señor que vino? -preguntó mi hija.

- Quería... Sólo preguntarnos algunas cosas -contesté.

- Por qué los demás tíos no están acá? -inquirió.

- No sé... -dije con sinceridad-. Creo que deben haber salido...

Emma no hizo más preguntas. Después de comer Yelena la llevó a la sala para que vieran la tele hasta que se durmiera, con Nat lavamos los platos, y cuando volvimos Emma seguía despierta.

- Querés dormir con nosotras? -pregunté.

Me di cuenta del nosotras ni bien terminé de pronunciarlo.

Nat sonrió un poco. Emma asintió.

- Nat, la llevás? Yo voy a ver a los nenes a ver si ya se durmieron.

- Está bien -respondió.

Le dio la mano a Emma, mientras subían la escalera se dio vuelta para sonreírme.

Al entrar al cuarto de mis hijos me encontré con Billy despierto, mirando por la ventana.

- Amor, vamos a dormir -le dije.

Lo acompañé hasta su cama.

- Por qué papá no va a volver? -preguntó.

Parecía preocupado. La pregunta me tomó por sorpresa.

- Porque ahora está en un lugar mejor... -dije aguantándome las ganas de llorar.

Asintió lentamente.

-  Y si está en un lugar mejor, por qué no nos llevó con él? -volvió a tomarme por sorpresa.

- Porque a nosotros todavía nos toca quedarnos acá. Cuando sea nuestro momento, vamos a ir con él.

- Lo extraño -dijo mirando la ventana.

- Yo también, muchísimo.

Lo tapé despacio y le di un beso en la frente a él y a Tommy antes de irme.

Con la sensación amarga de las preguntas de Billy, llegué a mi cuarto, pero todo ese dolor se me fue cuando vi a mi hija y a Nat ya dormidas.

Con la sensación amarga de las preguntas de Billy, llegué a mi cuarto, pero todo ese dolor se me fue cuando vi a mi hija y a Nat ya dormidas

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Los brazos de Natasha estaban rodeando a Emma con el ademán protector que la caracterizaba. Sin hacer ruido me acosté dejando a mi hija en el medio de ambas, como dormíamos siempre. 

A la noche siguiente recién había acostado a los mellizos y se suponía que Emma estaba dormida, pero al pasar por la puerta de su cuarto oí ruidos y entré. Mi hija estaba removiéndose y llorando dormida.

- Hey, amor... -dije tratando de despertarla pero no lo lograba.

- Ayuda... -susurraba ella entre un llanto sin lágrimas pero que transformaba su expresión en algo tan sufrido.

- Emm, tranquila, es sólo un sueño...

La sacudí hasta que despertó. Me miró con los ojos llenos de lágrimas y se sentó en la cama.

- No puedo respirar... -dijo llorando a más no poder.

La senté en mis piernas y la rodeé con mis brazos.

- Estás conmigo, soy mamá, conmigo no te puede pasar nada malo, sí?

Asintió entre lágrimas, le sequé la cara.

Aún con su cantidad de años tenía ganas de acunarla y mantenerla así para que nada le hiciera daño, pero ya no tenía cinco. Sin embargo, ella misma apoyó la cabeza en mi pecho.

- Soñé con la muerte de papá... Pero vos eras la siguiente... No podemos perderte a vos también...

- No me van a perder, Emm, siempre voy a estar a su lado, así tengan ochenta años.

Me acosté en la cama con ella aún entre mis brazos y quedó del lado de la pared, más protegida. La rodeé con mis brazos como formando una fortaleza a su alrededor para que nada la lastimara.

- Te podés quedar a dormir conmigo esta noche? -preguntó.

- Sí, brujita, me quedo todo lo que necesites.

El comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora