31

109 13 1
                                    

WANDA

Nos quedamos sentadas en el sillón, abrazadas. Entonces recordé que mis hijos habían quedado ahí cuando salimos corriendo.

Me paré inmediatamente.

- Pepper! -grité.

Ella apareció desde la puerta de la cocina.

- Sí?

- Mis hijos?

- En la habitación. Perdón que no te avisé, es que estabas tan mal que no quería molestar...

- Está bien... Gracias -dije volviéndome a sentar al lado de Nat.

Al rato, me di cuenta de que Emma había estado demasiado tiempo sola, así que fui a su cuarto mientras Nat iba a ver a los nenes.

La encontré llorando.

- Amor... -dije acercándome.

La abracé. Sabía que en algún momento iba a romperse.

- Creo que ya no puedo más -sollosó.

- Hey... Emm...

- Mamá, ya no puedo soportar perder todo lo que quiero... Primero papá... Ahora Sienna...

La envolví con mis brazos pegándola a mi pecho.

- Mientras yo esté acá, nadie va a poder lastimarte -susurré.

- Pero a los demás sí.

- Lo de Sienna fue por un error en la seguridad que no va a volver a suceder. Así que no tenés que preocuparte por eso.

- Natasha dijo que nos iba a llevar a la casa anterior...

- No lo va a hacer, ya hablamos y aseguraron la Base muy bien.

- Y si vienen por Lena?

- Con mamá nos vamos a encargar de eso, amor, ya pasaste por demasiadas cosas.

- Hablaste con la mamá de Sienna?

- Sí, va a venir a buscar el cuerpo.

- Quiero hablar con ella cuando venga.

- Hija...

- Por favor, es lo mínimo que puedo hacer por ella, quiero que sepa lo mucho que me arrepiento de no haber podido actuar y que estamos a su disposición... Esa mujer perdió todo, mamá, tiene a su hijo solamente. Hay que darle esperanzas de que va a recuperar a su marido y si otro hijo.

- No estoy segura de que sea una buena idea.

- Si fueses vos, no te gustaría que al menos te dieran algo bueno en lo que pensar?

Asentí mirándole sus ojos llorosos.

- Es lo que tengo que hacer -dijo antes de hundir su cara en mi pecho.

Nos quedamos así un rato largo, hasta que nos llamaron para comer.

Sabía que Emma no querría, pero hice que bajara de todas formas.

Una vez en la mesa, se quedó mirando el plato. Yelena estaba callada mirándola.

De pronto mi hija cerró los ojos y tiró su cabeza para atrás dándose un gran golpe contra la silla. Corrí hacia ella, Nat y Yelena trataron de detenerla porque se iba a lastimar, pero fue recién unos cinco minutos después que abrió los ojos llenos de lágrimas.

Pensé que iba a abanzarse sobre alguna de nosotras buscando contención, pero en vez de eso se hizo bolita sobre la silla y escondió su cara mientras lloraba.

El comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora