Capítulo 3

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Recién cumplidos mis 16 años, y cansada de esperar por el señor Crepus fui explorando más allá del bosque susurrante y el valle estelar. Esta vez decidí vagar por la zona suroeste de la región de mondstadt, no sé qué cosas hay ahí, pero me da curiosidad. A pesar de haber visto un millón de veces ese lugarcito lleno de torres altas y de torres con cosas giratorias no me causa ninguna curiosidad, las personas pueden ser malas y eso me da miedo, y siendo este un lugar lleno de ellos no me da valentía.

Así que preparé un poco de comida y una manta que me regaló mi pequeña amiga Ella, quien me enseñó a interactuar mejor con mis amigos rarillos del bosque a pesar de su poquísima edad, quien diría que un mini humanito de 5 años me enseñe a comunicarme. Di largas pisadas tratando de ver lo que me espera, dándome cuenta de la variedad de animales que no hay de lo que he estado.

— Mmm... si me voy por aquí iré a ese lugar queee debo evitar a toda costa, si me voy por el sur veré otro lugar con edificios así que mejor nooo, y si es más al sur?

Y así es como seguí dando pasos expectantes de tierras nuevas, pero se fueron ralentizando a medida que ví algunas casitas y una más grande rodeada de lianas con unas apetitosas frutas colgadas de ellas, realmente me daba curiosidad probarlas pero las personas yendo de allí para allá me daban nervios desconocidos de saber si me iban a descubrir. Mejor viré al norte de este lugar, uno más diferente.

Como cualquier bosque me esperaba muchos árboles y más plantas, pero a estos árboles les falta... hojas, ja ja se ven graciosos. La gracia se me fue al sentir una fuerte ventisca y unas gotas de agua helándome por completo. Corrí por refugio que no era nada más que el hueco de un árbol muy desgastado.

No era una simple lluvia, esta era una eléctrica y parecía que no iba a parar.

—Creo que es mejor salir... ¿E-eso es? ...nonono— me corté de comentar para luego sentir mis piernas adormitarse tras el suceso en mi presencia.

Leves recuerdos de lo que las llamas dejaron en mi mente me atormentaron. Un estruendo me distrajo de mí leve paranoia y ni sabía si transformarlo en más terror o coraje para descubrir si podría hacer algo por ello. Tras dar unas pocas vueltas en mi mismo lugar, con unas pocas lágrimas a punto de ser derramadas di largas y fuertes pisadas buscando el origen del hecho.
No tardé en encontrar a un niño llorando sin parar mientras tenía cachorros de lobo en sus brazos, no parecían estar despiertos así que pensé lo peor.

El al notar mi presencia, me miró esperando algo horrible de mi parte. De ello no tardó en mostrar sus dientes y arrugar su cara en manera de amenaza con mandoble en mano listo para acabarme.

— Tr-tranquilo, no haré nada- alzo mis manos en señal de paz —¿Qué ocurrió aquí?— no recibí señal de respuesta — ¿En que te puedo ayudar?— me acerqué con cuidado.

— Tu... aléjate — paré mi caminar, en ello se me queda viendo esperando encontrar similitud en aquel ser que lo encadenó y le quitó la vida a sus queridos familiares, volteando a mi dirección y entre el cuerpo de un mago del abismo tirado con marcas de quemaduras mortales y medio estático.

¿Cómo sé eso? pues al llegar vi una de esas burbujas de colores, tales como los infelices que mataron a mi aldea. Todo conectaba, esos tipos no son buenos y nunca tendrán buenas intenciones. Me imagino todo el dolor que ha de estar pasando este niño.

Tras notar que me quedé quieta y sin pizca de hacer una mala acción, se me acercó poco a poco.

—¿Tu.. poder salvarlos?— dice tras dejarme verlos de mejor manera.

A ver, qué me ha enseñado crepus... ah si! Signos vitales, toque en el lugar donde debe estar el corazón, pero... no siento nada. No, ninguno tiene pulso. El pequeño al observar mi expresión, entendió el mensaje.

Extraños - Diluc y lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora