ASÍ COMO EL YIN Y EL YANG
血継限界HAY HISTORIAS QUE SE PIERDEN, como el mismísimo viento, entre las ramas de un sinfín de árboles floreados.
Como corriente de agua fresca, el tiempo pasa entre las rocas y las coloreadas algas marinas.
Hay momentos que basta con enterrarlos; dejar que sea el mismo tiempo quien se haga cargos de ellos.
En cambio, hay historias que merecen la pena revivirlas, sufrirlas, por lo menos, una vez más.
Había una vez, en una aldea de brisa cálida y de aura pacífica, dos clanes. Opuestos, pero complementarios. Como el Yin y el Yang. Como la misma teoría del dualismo, de las dos partes iguales. Diferentes pero tan parecidos. El clan de los ojos malditos y los ojos de dios. Los ojos de cielo y los ojos de infierno.
─ Jade, tienes que obedecer a tu casta. Siempre. Incluso si no estás de acuerdo con las órdenes de padre, tu obligación es servir y obedecer. Todos lo tenemos que hacer. Y tú, especialmente tú, con tus ojos...
Hubo un espacio de silencio.
— ¿Mis ojos malditos? —tenía alrededor de diecinueve y veintitantos años de edad. Su nombre era Jade y el cabello rubio le hacía resaltar entre todos en su clan, que eran de melenas rojas. Excepto ella.
— Eres la heredera —haciendo una mueca desganada, como dándose por vencida, la menor soltó un pesado suspiro y acabó encogiendo sus pequeños hombros en resignación—. Deberías darnos un buen ejemplo, a todos tus hermanos menores.
Doce hermanos tenía Jade, mayores y menores. Entre doce descendientes, entre todo un clan, ella era la heredera. El Kekkei Genkai al que le debía su poder e inhumanas habilidades. Un Dōjutsu que, según los eruditos e historiadores, era la contraparte perfecta del Sharingan. El problema era que, desde su perspectiva, Jade no sabía si sus ojos eran de cielo... o de infierno. La gente decía que ella era un ángel, pero se sentía más como un demonio.
La gente solía referirse a ella como una diosa. Una deidad. Admiraban sus eléctricos ojos azules y le tomaban de la mano tal y como si ella fuese capaz de sanar cada una de sus dolencias, que sí lo era. Sus poderes de regeneración y sanación superaban a cualquier curandero por más experimentado que ese fuese.
Se trataba del Kekkei Genkai más puro del planeta y era imposible de implantar. La manipulación genética era irreal. La posibilidad de implantar material genético o traspasar los órganos visuales a otra persona con el único fin de obtener las habilidades del Phoenix, daría como resultado la muerte instantánea de la misma. Una muerte cruel y dolorosa.
Aunque, según los viejos, existió alguien, muchos siglos atrás, que implantó en un bebé material genético de dos clanes. Uzumaki y Uchiha. El resultado de este experimento siempre fue un misterio.
— Madara-sama —una voz muy dulce, cálida y familiar rompió la concentración del recién mencionado. El hombre de apellido Uchiha guardó los pergaminos que leía.
Era jóven, alto y bien parecido. Su aura aristócrata era subliminal. Se le distinguía entre los demás. Imposible no intimidarse ante él.
— Uzumaki-hime —le siguió una reverencia. El hombre de cabello azabache se inclinó ante la recién mencionada y con gran devoción, le tomó de la mano y depositó un casto beso sobre esta—. Ha venido hasta acá por mí. Me siento bendecido. Los dioses son muy buenos conmigo, ¿debería visitar el templo hoy mismo?
Jade pertenecía a la primera línea del clan Uzumaki. Esta línea era la más pura y respetada por lo mismo, por su genética pura. Y aunque no todos creían en la existencia del Phoenix, los doce descendientes de la primera línea eran vistos como realeza. Incluso sin el Dōjutsu, Jade ya era adulada y respetada.
— Ha estado muy ocupado últimamente —le respondió ella, tomando asiento a su lado—. Siendo de ese modo, soy yo quien se siente bendecida por su presencia, señor.
— Traje un presente —de la bolsa de su pantalón, Madara sacó un kunai—. Es hora de que tenga sus propias herramientas. Es nuevo. Lo confeccioné especialmente para usted. Es especial. Ligero y perfecto para el tamaño de sus manos.
— Mi padre nunca me permitirá tener herramientas ninja. Él dice que no las necesito. Además, no sé cómo utilizarlas. Agradezco el detalle. Sin embargo, me temo que no puedo aceptarlo.
Madara se rió.
— ¿Me permite enseñarle a utilizar estas chucherías que muy seguramente no necesitará? —dicho esto, sin apartar la mirada de la dama frente a él, desenfundó su katana. La herramienta ninja destelló a causa del roce con los rayos de sol.
Esa fue la primera vez, al menos en esta vida, que la princesa Uzumaki lo escuchó. El tono de voz tan demandante y déspota, lo suficiente como para congelarle el flujo sanguíneo y hacer de cada movimiento suyo, una torpeza tras otra.
— Madara —no era un saludo amistoso. Todo lo contrario. Incluso ella, con la cabeza enterrada en el pecho y sin tener idea de quién se trataba, sintió la tensión sobre su propia piel. Tragó saliva. No era ni capaz de respirar—. ¿Desenfundando la katana frente a una indefensa dama? Eso, creo, no es muy caballeroso de tu parte. ¿Es que quieres meterte en problemas, colega?
— Tobirama —la respuesta del Uchiha tampoco fue muy amistosa. No enfundó la katana. Se quedó quieto—, debes estar muy ocupado asesorando a mi buen amigo. ¿Cómo se encuentra él? Dile a Hashirama que iré a compartir un poco de té en su compañía, a la hora del descanso.
— Un líder nunca tiene descanso, Madara. Ahora, por favor, te pido que guardes tu armamento de inmediato. No es un comportamiento políticamente correcto, especialmente cuando sus clanes...
Jade no pudo evitar mirar al recién llegado. Con el ceño fruncido, levantó el rostro y posó su mirada de cielo sobre el hombre de cabellos nevados y volcanes en vez de ojos. ¿Cómo podía, en nombre de todas las deidades, una mirada ser tan explosiva y fulgurante?
— ¿Señor? —la heredera volvió el rostro por un segundo hacia Madara y de inmediato, a Tobirama Senju. Ahora podía reconocerlo. Era el cuñado de su hermana mayor, a quien no había visto más de dos veces—. Ha sido un malentendido. No tiene que reaccionar de esa manera tan insensata sin saber lo que realmente sucede. Madara-sama no ha hecho nada malo. No ha roto ninguna regla y tampoco ha ensuciado ninguna parte del tratado de nuestros clanes. Entiendo perfectamente que su clan, señor, el clan Senju y que mi clan, Uzumaki, sean... ¿cómo decirlo? Bueno, que tengas alianzas firmes, pero, puedo asegurarle por el nombre y el honor de mi clan y de mí misma, que Madara Uchiha no ha hecho nada malo. Todo lo contrario. Por ende, le pido, de la manera más política posible, que no saque conclusiones apresuradas. Le agradezco su preocupación, pero no ha hecho más que perder el tiempo. Ruego a los dioses para que mi padre entre en razón y no me entregue a usted en matrimonio. No podría compartir mi vida y mi vientre con un hombre con usted. Ahora, si me disculpa, me retiro. Con permiso.
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tempus . tobirama senju
Fanfiction¿deberíamos darle las gracias a naruto o continuar culpándolo por ser un cabezota?