7

7.8K 993 291
                                    

CAPÍTULO
SIETE

La rubia de ojos oceánicos caminaba sin afán por la Torre Hokage. Bebía té y disfrutaba de unos dangos exageradamente clásicos. Sí, en ocasiones solía olvidar en qué época se encontraba.

Había sido un día tranquilo y con Tobirama distante, no tenía demasiado que hacer. Aunque, ¿a quién engañaba? Tobirama siempre estaba distante. Desde lo sucedido con la Aldea de las Nubes, el hombre se mostraba tenso e incomodo. Quizás el conocer cómo sería su muerte le había afectado o quizá, se debía a su propio orgullo aplastado. La Uzumaki no lo entendía y posiblemente jamás lo haría. Como shinobi, Tobirama era fenomenal. Como humano, un gran trozo de mierda.

El tiempo seguía pasando y ella se sentía atascada en el mismo lugar. Lo cual era cierto. La esperanza de volver a casa con su familia, se había ido por el caño y esperaba de todo corazón, poder al menos servir de ayuda a su aldea natal, desde el pasado. Con sinceridad, tal cosa era lo que la mantenía de pie, a pesar de sus tan pesimistas y negativos pensamientos. Aunque muy dentro de ella, esperaba una solución a sus problemas.

El subordinado de Tobirama que llevaba por sobrenombre Saru, le notificó a la descendiente del Cuarto Hokage que Mito le estaba buscando. Así que, muy rápidamente y escoltada por el castaño, Phoenix se dirigió al espacio en donde residía la hermosa mujer de cabellos carmesí.

— Con su permiso, Mito-sama —haciendo una reverencia, la rubia saludó formalmente a la viuda de Hashirama Senju—. ¿Me ha llamado? 

— Sin formalidades, por favor —pidió Mito, esbozando una sonrisa—. Ven, quisiera pedirte un favor personal —se dio vuelta y se encaminó al balcón sur de la estancia, que tenía una gran vista de los rostros de los Hokage. 

— Dígame —ella se recargó de la baranda, dejando que la fría brisa de otoño, chocara con su rostro y desordenara su cabello.

— Tengo que marcharme una vez más —comenzó la señora—.Deberes gubernamentales. Aunque no quisiera alguien debe hacerlos, ¿no? —soltó una pequeña risa y volvió a su rostro neutro, para continuar—. He notado a Tobirama distante. Más específicamente, desde aquella noche en la que le comunicaste su... —aclaró su garganta—. Muerte.

— Sí, yo también lo he notado. Me siento culpable. ¿Cree que debería disculparme? —cuestionó Phoenix, con cierta duda en su voz.

— Lo hecho, hecho está. Aún así, yo quisiera que tú me ayudaras con él. Yo no puedo acercarme por más que lo intente —ella parecía realmente afectada por el tema—. Él es un ser humano maravilloso, pero tiende a cerrarse, a bloquear sus emociones. Yo le aprecio muchísimo. No solo por ser el hermano menor de mi esposo, sino porque sé que no siempre fue tan... tan frío y distante como lo es ahora.

— Señora, ¿qué me está pidiendo?

— Tú podrías ayudarlo —Mito fue al grano.

— Discúlpeme, Mito-sama, pero estoy confundida.

— Tú eres osada, vivaz, perspicaz. No te importa romper las reglas, ni llevarle la contraria a las personas. Tienes una personalidad meramente cálida y me atrevo a decir que tu grado de empatía es alto. Quizá tú, Phoenix, podrías lograr que él... sea más humano.

— ¿Cómo está tan segura de que yo podría lograr tal cosa?

— Porque desde que conozco a Tobirama, has sido la única persona que además de Hashirama, lo ha tratado como un ser humano, le ha reprendido, llevado la contraria y consolado cuando es necesario.

— ¿Consolado? ¿Es que usted... —sus ojos azules se ampliaron por la sorpresa.

— Sé lo que sucedió la noche del cumpleaños de Hashirama —confesó, asintiendo.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora