27

2.5K 281 179
                                    

CAPÍTULO
VEINTISIETE

         KUSHINA UZUMAKI CORRIÓ EN DIRECCIÓN a su esposo, quien volvió a casa después de un terrible día de limpieza y reparación en toda la extensión de la aldea. La tormenta causó daños estructurales y todos se vieron forzados a cooperar en las reparaciones.

— Gracias al cielo estás en casa —profirió la pelirroja, sujetando del brazo a su esposo—. Nuestra hija no está nada bien. Estoy aterrada.  

— ¿Qué es lo que sucede, Kushina? —cuestionó el líder de la aldea, sacándose la capa gruesa que le cubría de las gélidas corrientes de aire que azotaban incesantes a la villa verde.

— Algo anda mal —comenzó a relatar, al borde del llanto. Sus manos temblaban—. Ella estaba bastante tranquila hasta que empezó a derramar una gran cantidad de sangre por las fosas nasales y en cuestión de segundos perdió el conocimiento. Entré en pánico, Minato. Creí que perdía a mi hija y con eso de que su chakra está invertido e intoxicado, no dejo de pensar que la perderemos en cualquier momento.

— No vamos a perder a nuestra hija, cariño —suavizando el tono de su voz, Minato tomó en brazos a su angustiada esposa y le besó en la frente con ternura—. No la perderemos de nuevo. Eso te lo aseguro. Después de todo, no conozco a nadie más fuerte que nuestra princesa.

Minato no dudó en subir al dormitorio de su hija. La encontró despierta, afortunadamente. Junto a ella, Tsunade le tomaba la temperatura. La mujer tenía el ceño fruncido. Parecía preocupada. La situación no era favorecedora para su hija y eso estaba claro.

— Papá —la rubia de ojos oceánicos sonrió al ver a su padre—. ¿Todo bien allá afuera?

— Minato —le saludó Tsunade, vertiendo en una taza un poco de té caliente—. Cielo, tómate esto. Te ayudará.

— Gracias, abuela.

— ¿Cómo te sientes, hija? —el líder se aproximó, notando dos grandes ojeras bajo los bonitos ojos de su pequeña. Ella estaba muy pálida, tanto que una que otra vena podía notarse decorando su porcelana piel.

Minato besó el cabello de su hija y se sentó a su lado, echándole un vistazo al ninja de cabello plateado que se mantenía inerte mirando por la ventana. Parecía totalmente ajeno a su alrededor, pero Minato sabía que su antiguo alumno estaba posiblemente más alerta que cualquiera en esa habitación. Así era él.

— Solo me duele la cabeza —dijo la rubia Uzumaki, antes de que su padre comentara algo al respecto. Ya le veía la preocupación plasmada en todo el rostro.
— Tu madre ya me puso al día —murmuró el contrario, negando con la cabeza—. No quieras minimizar tu estado que es bastante preocupante. Especialmente ahora que tienes un hijo que depende de ti. Por eso, si llegases a experimentar el mínimo dolor o incomodidad, sería prudente notificarme a mí, a tu madre o a Kakashi. Tienes esa pésima costumbre de callar. No lo harás esta vez.

— Está bien —sin ánimos de discutir, prefirió aceptar cada una de las palabras de su papá. Se acabó el té y miró a su abuela una vez más—. Voy a estar bien, ¿verdad?

— Si descubrimos qué es eso que te sucede, sí —le respondió, echando un vistazo rápido a Minato—. Solo sabemos que hay una rareza en su chakra. Una anomalía que parece ser la causa de todo ese descontrol. No había visto tal cosa jamás. Ni siquiera mi abuelo.

— Hashirama tiene muchísima experiencia en el asunto —reprochó el líder, sin poderse creer tal cosa—. ¿Cómo puedes decirme que no tiene idea de lo que le ocurre a mi hija?

— Lo lamento, Minato. Hasta ahora no hemos podido dar con una respuesta. Mi abuelo está haciendo lo posible por localizar a Madara.

— Lo entiendo, pero creo que la vida de mi hija es prioridad. Disculpa, Tsunade. En mi opinión, el asunto de Madara me da muy mala espina. Tobirama tampoco está muy de acuerdo y entiendo su posición. Sin embargo, por los momentos, no tengo pies ni cabeza para pensar en otra cosa que no sea la salud de mi hija. Sé que puedes entenderme.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora