ESCENA EXTRA [2]

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ESCENA
EXTRA

Ya había sucedido una vez. Aún siendo un chico de academia, Minato se arriesgó para salvar a la que sería la primera mujer de su vida. Ahora, tenía que hacer hasta lo imposible por rescatar a su princesa. A esa pequeña que sostuvo muy fuerte su dedo y le fulminó con una adorable mirada azul, la primera vez que él le acunó en sus brazos.

Cuando Naruto notificó lo que sucedió en su aventura junto a su hermana melliza, de inmediato tomaron medidas en el asunto. Sin embargo, pronto descubrieron que Jiraiya jamás había mencionado absolutamente nada referente a una cueva o un pergamino. Así que cuando Minato lo confrontró, el sabio pervertido no sabía de qué estaba hablando.

Todo. Absolutamente todo había sido una trampa. Una sucia jugada ideada por un sujeto con máscara que apareció una noche muy oscura frente al Cuarto Hokage y se lo dijo. Le dijo que él había sido quien había enviado a su hija... al futuro. Y que en efecto, todo fue una trampa para que Naruto creyera que existía tal cueva.

La cueva no existía, más el pergamino .

Durante meses, Minato intentó mejorar su Jutsu de teletransportación. Si tan solo lograba perfeccionarlo, podría ir con su hija. Sin embargo, no resultó tan fácil como creyó en un principio.

La cantidad de chakra necesitada para saltar en el tiempo por medio del Hiraishin no Jutsu era enorme. Sí, gracias a la técnica se volvía un viaje instantáneo, posiblemente de unos cuantos segundos. Pero el que fuera literalmente un salto en el tiempo, empeoraba todo para Minato.

Después de tanto tiempo, sin saber si su hija estaba bien, lo logró. No lo hizo solo. Tanto Naruto como Kushina unieron literalmente sus fuerzas para enviar a Minato por la princesa de la casa... o bueno, así era como el Cuarto le decía.

Y ahora, estaba postrado en una cama con los mismos síntomas que había presentado su hija hora atrás.

— Es mi padre, Tobirama —lloriqueó la rubia, tomando de la mano a Minato—. No permitiré que lo traten como me trataron a mí cuando yo llegué.

— Su chakra está exactamente igual a cómo se encontraba el de Nam... —Kagami se aclaró la garganta y continuó—. Uzumaki-hime. Posiblemente la conexión de sus chakras te causó percibir lo mismo que él —le explicó a ella—. Lo que para nosotros pudieron ser horas, para él unos segundos.

Tobirama estaba en conflicto consigo mismo. Una parte de él estaba feliz por la presencia del Cuarto Hokage. Pero, otra parte...

¿Ella iba a abandonarlo?

La rubia caminó hacia Tobirama, quien permanecía tenso en el marco de la puerta. Sin decir nada y con su rostro húmedo, se acercó a abrazarlo. Ella también estaba en conflicto consigo misma. Incluso más que él. Su padre casi pierde la vida por ella, cuando solo deseaba quedarse todo el tiempo posible junto a Tobirama.

Echaba de menos su hogar, pero él...

Ninguno de los dos sabía qué decir por lo que decidieron quedarse en silencio, abrazados con fuerza, sintiéndose y disfrutando de los que probablemente serían sus últimos momentos juntos.

Dolía tanto.

¿Por qué?

¿Por qué tuvieron que nacer en tiempos diferentes?

¿Por qué el tiempo estaba en contra de ellos, que solo querían amarse?

Aferrándose más a él, Phoenix buscó esa mirada rubí que justo en ese momento parecía tan triste y ansiosa que no pudo evitar sentir como si le sacaran el alma de un solo tirón.

No quería irse.

Punto.

Lo quería a él. Quería a esos lindos ojitos rasgados para ella. Ya ni siquiera le importaba Sora.

— Yo... —ella quiso decir algo, aunque en realidad no tenía nada preparado. Su mente era un revoltijo de pensamientos al igual que sus emociones.

— Shhh —Tobirama depositó un beso en la frente de la viajera en el tiempo—. No tienes que decir nada. Está bien —intentaba mantenerse fuerte y sereno, pero una vez más comenzaba a romperse. Todas esas viejas heridas comenzaban a abrirse.

Ella asintió y volvió a recargarse en su pecho. Ellos no se habían dado cuenta, pero Kagami había abandonado la habitación y Minato llevaba rato observandoles desde su lugar.

Interrumpiendo lo que sería un beso, Minato tiró del brazo de su hija alejándola bruscamente de Tobirama.

— He venido por mi hija —ya no parecía el hombre dulce de antes. De hecho, parecía bastante oscuro y cruel. La rubia sintió temor de su propio padre.

— P-papá —tartamudeó, sin quitarle la mirada de encima al Senju—. Y-yo... —estaba oficialmente hecha un lío. No sabía que hacer. Ella se sentía entre la espada y la pared.

— Debemos volver a casa —suavizó la mirada al dirigirse a su pequeña—. Todos te echamos de menos.

— También los extraño, papá. Pero yo estoy...

— Cuarto, yo amo a tu hija. No deseo alejarme de ella —Tobirama tomó de la mano a Phoenix.

— Entonces, tendremos un problema... Segundo.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora