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CAPÍTULO
NUEVE

Otro día más en el pasado y el invierno fue oficialmente inaugurado por la primera nevada del año. El frío calaba hasta los huesos y empañaba ventanas por doquier.

Aún no amanecía y algunos aldeanos ya comenzaban con sus actividades diarias. En el edificio principal no había demasiado movimiento, excepto por el personal que se encontraba de guardia.

La Uzumaki hubiera preferido quedarse enrollada cuan burrito mexicano en sus tan cómodas y calentitas mantas. Pero, ya tenía planes.

Aún envuelta en las sábanas, se puso de pie y caminó hacia la pequeña mesa en donde estaban sus artículos de primera necesidad proporcionados por Mito. Cogió lo que necesitaría y abandonó su habitación. Como era invitada especial del Hokage, contaba con los beneficios de un baño privado así que no debía preocuparse por incomodas interrupciones. Antes de llegar al cuarto de baño fue interceptada por una de las sirvientas, quien en medio de múltiples reverencias se ofreció a calentar el agua.

Ella no estaba acostumbrada a tener servidumbre y mucho menos, a ser tratada como si fuera una princesa o algo similar. Aún así, no le molestaba ducharse con agua calentita. ¡Ja!

Después de prepararse para un nuevo día, en total silencio llegó a la cocina. Ésta no era demasiado ostentosa. Al contrario, era muy modesta y simple. Tradicional.

Se apresuró en preparar una gran cantidad de té, con la esperanza de no ser fastidiada por alguien de la servidumbre. De acuerdo, ellos eran muy atentos y amables, ¡pero ella tenía dos manos! Podía hacer las cosas por si mis...

— ¡Mierda! —exclamó, soplando su dedo. Se había quemado con agua caliente y el ardor no era para nada agradable. Metió la mano en agua fría y esperó a que el ardor fuera menos molesto.

Una vez que la bebida estuvo lista, la vertió en un recipiente y fue por Tsunade. Aún era considerablemente temprano, pero ella le había prometido llevarla a repartir té caliente en cuanto comenzara a nevar.

Seguía pareciéndole extraño el tener que cuidar de su propia abuela y a decir verdad, le agradaba la pequeña quien tenía a sus padres con vida pero que lamentablemente, nunca estaban en casa. Las misiones eran su prioridad, lo cual implicaba dejar sola a su hija. Phoenix no estaba de acuerdo con tal cosa. Le enojaba. Se sentía muy mal por Tsunade. Por lo que trataba de dejar a un lado sus pensamientos negativos y su propia tristeza, para brindarle a la niña bonitas experiencias como recoger hojas ocres en otoño y ofrecer té caliente a los aldeanos. Cosas que ella amaba hacer con su madre.

Entró a la habitación y encontró a la mascota de la niña echa bolita al lado de ella. Tsunade dormía profundamente. Al sentir movimiento el gato despertó y en medio de un maullido, se aproximó a la rubia frotándose en su pierna.

— Buenos días —le susurró al animal y tocó el hombro de la pequeña—. ¿Tsuna? —susurró con voz suave, para evitar asustarle.

Mientras Tsunade corría por la nieve y saltaba de aquí para allá, la rubia mayor se encargó de recargar las baterías de los aldeanos con un delicioso y reconfortante té caliente. Recorrieron el pueblo de punta a punta y cuando la niña ya no pudo dar un paso más del cansancio, regresaron al edificio principal. No obstante, Phoenix tenía una última parada que visitar.

Como ya se hacía costumbre, la viajera en el tiempo encontró a Tobirama sobre el par de rostros. Y, aunque hacía un frío infernal, él parecía estar tan relajado como en un cálido día de verano.

— Estás realmente mal —dijo ella, sentándose a su lado.

— No puedes hablar demasiado —respondió él, sin al menos voltear a verla.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora