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CAPÍTULO
TREINTA Y UNO

Madara-sama —aquella dulce vocecita atrajo la atención del demonio de ojos de sangre—. ¿Puede escucharme, Madara-sama?

No había nada más que aquella voz que, muy sutilmente, ella reconocía. Era su propia voz la que hablaba en medio de la espera y casi irreal oscuridad frente a sus ojos. En efecto, estaba completamente segura que se trataba de su voz, pero, ¿por qué no se sentía de ella? Como si, de alguna manera, de alguna forma, perteneciera a alguien más.

¿Tiene sentido vivir si no puedo elegir mi propio camino? —de nuevo, esa voz en la oscuridad—. Este es el camino que he elegido para mí. Sin instrucciones de terceros, sin maestros, sin tutores o consejeros. Madara-sama, soy esclava de mi propia sangre. Mi clan me quiere atar a un título que yo no deseo. Mi poder... yo no soy como ellos.

Podía reconocer la desesperación, la angustia y el dolor en aquella voz tan familiar.

Tampoco eres como nosotros —su corazón dio un vuelco al escuchar la imperiosa voz del legendario Madara Uchiha en lo que, supuso se trataba de alguna clase de sueño—. Sharingan y Phoenix. Son completamente distintos. Tu poder... es demasiado puro. Tus ojos son tan puros que ni siquiera soy capaz de verte sin sentir asco de mí mismo. Siendo de este modo, Uzumaki-hime, no puedo permitirme que tu alma sea profranada por esto que soy.

Mi alma fue profanada el día que nací —le respondió la otra persona, con un tono menos alterado. Con menos fuerza que antes—. Te amo, Madara.

Hashirama fue a la primera persona que Nix reconoció al volver en sí. Despertó, encontrándose en el campamento que ubicación a las afueras del escondite de Madara Uchiha. Llevaba horas enteras lloviendo a cántaros y ella con la temperatura altísima. Tenía fiebre y su chakra convulsionaba en su interior. La situación parecía empeorar. Y continuó empeorando hasta el amanecer.

— Hashirama-sama —la Uzumaki se dirigió al primer líder, a eso de las ocho horas de la mañana—. Usted conoció a Madara en el pasado, ¿verdad? Cuando eran aliados.

Ah, niña —el mayor suspiró con gran nostalgia, mirando hacia la nada—. Más que aliados, Madara y yo eramos como hermanos. Inseparables.

— Entonces, de casualidad, ¿usted lo escuchó hablar alguna vez de un poder llamado Phoenix? Sé que suena ridículo, dado a que ese es mi nombre de nacimiento, pero, solo me pregunto...

— El Phoenix fue la contraparte del Sharingan. Eran completamente opuestos, pero complementarios. Unos lo llamaban el Yin y el Yang. Elementos opuestos, pero codependientes. Algunos creían que no era más que una invención de la gente para restarle valor y poder al clan de ojos rojos, pero, sí existió. Al menos una vez, que yo sepa. Hubo una persona que fue capaz de despertar el Phoenix, pero murió a causa de ello. Abusó de su uso y su propio poder acabó consumiendole. Digamos que este le restó vida hasta matarla. Lo mismo ocurre con el Sharingan, pero en diferentes medidas.

— Ya veo —murmuró la rubia como respuesta, rascándose la nuca con cierta inquietud en el pecho—. La cosa es que últimamente, yo he tenido sueños muy raros y hay situaciones en las que mencionan a este poder. Hasta cierto punto, es como si yo fuera la portadora. Pero eso es imposible, ¿verdad?

— Tomando en cuenta el hecho de que el mismo Madara alegó que eres la reencarnación más pura que has tenido —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto—. Considero bastante lógico el que estés teniendo esos sueños, más aún si el sello fue removido. Quizás él mismo te lo quitó. Solo son conjeturas mías, por supuesto.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora