Capítulo 5: La mayor fan.

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Encontró unas escaleras en el último tramo, puso un pie sobre otro con la espalda firme y la barbilla elevada. El viento sopló ameno la capa de su gabardina hasta que despejó la capucha, pero a ella poco le importaba eso. Llegó a un jardín a salvo: había árboles verdes, y césped con roció, fuentes funcionales, y monumentos; pero lo que ahí importaba más era la mansión cubierta por enredaderas. Entonces ella empezó a correr dirigiéndose a la entrada. Ahí estaba la meta, y para alcanzarlo lo más pronto posible alzó los brazos para que sus manos sintieran el éxtasis de sentir el picaporte, pero en cambio tocó el abdomen formidable de la bestia que aterrizó frente a ella. La chica alzó la mirada, en verdad no importó cuanto Doloris arrugó la frente, ella mostró una sonrisa y saltó triunfante.

          —¡La encontré! —rio, dándole mucha importancia al único logró más grande que ha hecho en su vida.

          —¡Espera, espera! —la tomó de los hombros—¡¿Quién eres tú y cómo llegaste hasta aquí?!

          —¡Usted me salvo la vida! —dijo posando sus palmas en los brazos de Doloris ignorando su pregunta— ¡Y se lo quiero agradecer infinitamente!

          —... Oh, eres esa chica —la soltó apartándose un poco.

          —¡Sí! —se acercó— ¡Y se lo quiero agradecer infi...

          —¡Sí, ya dijiste eso! —rio ahogadamente colocando su mano en su cráneo—. Pero, ¡¿cómo llegaste?!

          —Tiene una voz hermosa —susurró para sí y luego se puso firme—. Me envía Metatrón, y llegue a usted gracias a este amuleto.

          La chica extendió el collar tomándolo por la cadena. Doloris acercó su nariz, sus ojos hicieron titilar las escamas, y ella frunció el ceño para arrebatárselo.

          —... Metatrón —repitió un tanto nerviosa, luego apretó el objeto iracunda.

          —¡Ey, eso es mío!

         —En realidad es mío —abrió su palma y las escamas volaron a la espalda de la criatura restableciendo una parte de su piel, ninguna lo supo, pero un aura azul salió para convertirse en verde volviendo a entrar a su cuerpo. Doloris juntó sus manos viendo a la chica con un ojo—. Felicidades, has cumplido con tu misión de encontrarme, ya te puedes largar de mi casa.

          —A-ah —tartamudeó un poco y la señaló—. Claro que no, yo soy la elegida y vengo a convencerte para bajarle a la intensidad de tus torturas sobre el mundo; no me iré de aquí hasta haber cumplido con esta misión... a parte —saltó con entusiasmo—, tengo un par de mil de preguntas que quiero hacerte.

          —Con que muy firme —vio el cielo con frustración—. Lo último que quiero es que me estorben en mi propio territorio así que ¿qué te haré? ¿Te lanzó al precipicio? ¿Te quemo viva? Tal vez desayunarte cruda en la mañana.

          —Se lo advierto —se cruzó de brazos— estoy protegida por las fuerzas divinas.

          —Sí claro, ¿quieres ver qué no? Nadie está a salvo de mi... Te debería convertir en mi esclava por dudar de mi poder.

          —Oh, sí —respondió admirada.

          —... No, no lo estas entendiendo: vas a limpiar toda la mansión, bañaras mis leones, cocinaras banquetes, hasta funcionarías bien como soporte de pies. Sí no haces nada de lo que te ordene, te pondré en aislamiento por un año, con una camisa de fuerza.

          —Creo que no se ha dado cuenta, pero: soy masoquista.

          —... Claro —se levantó con firmeza susurrando—, la "elegida" tenía que estar entre estos locos... Un momento, tú no eres masoquista, nadie lo es en su totalidad y te voy a decir por qué: a nadie le gusta sufrir, y a ti tampoco, eso lo pude notar cuando vi tu rostro esa noche con tu mirada sufrida e implorando piedad. No te gusta sufrir si alguien más te lo aplica sin tu consentimiento.

          —... Bueno —apartó la mirada, pero luego la volvió a ver firme— ... usted lo dijo: con mi consentimiento, y yo digo que seré su esclava porque si sufriendo voy a conseguir un bien mayor entonces valdrá la pena.

            —¡Uy! —se quejó, pero pronto recobró la compostura—..., aunque me gusta tu actitud... Ustedes los humanos son muy adorables, se esfuerzan tanto, aunque al final no consiguen ¡nada!... entonces ¿trabajaras para mi hasta la muerte?

             Le extendió la mano sonriendo malévolamente. Ella titubeo un momento por la seguridad de Doloris que opacó el de ella, podría ser muy estricta... pero no tenía nada que perder, y no es como si no hubiese pasado por lo mismo. Tomó su mano.

           —Puedes ir despidiéndote de tu identidad —sonrío con malicia—, a partir de ahora te llamarás Tizne.

          La muchacha la vio con asombro y nervios.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora