Capítulos 13.7 y 13.8

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Capítulo 13.7: Manifestación y alitas de murciélago.

La cámara no enfocó bien sino hasta que Tizne acercó el celular. Primeramente, se vieron las escamas, la resolución era tal que pudo ver como estas estaban ligeramente salidas, pareciendo que fueron colocadas unas sobre otras de forma diagonal, todas brillantes con sus microscópicas partículas doradas. La cámara se alejó: la espalda de Doloris tenía dos nuevas extremidades, y sólo se pudieron ver completas hasta que la chica se alejó a cinco metros de su ama. Ella las expandió lo más que pudo haciéndolas temblar. Tizne grabó su rostro oculto por el antifaz sin tapar la espalda.

          —No conquista el mundo porque cree que es demasiado pronto —dijo entre la seriedad y la broma por quitar tensión.

          Contrajó las alas en su espalda y se dio media vuelta, sin embargo, su rostro pareció mostrar fallas técnicas desde la cámara; dijo algo, pero la voz salió distorsionada, pareció restablecerse cuando la chica rio.

          —No te creo capas.

         Distorsión auditiva, y una señal con el dedo índice de la señora. Tizne sonrió.

         —Porque nos amas —la manicura en su pecho, y sus cerrados parpados dorados indicaron alivio.

          Doloris se acercó fingiendo comerse la cabeza de la chica, y ocultando la diversión con sus alas, la risa y la intermitencia luchaban por acaparar el audio.


Capítulo 13.8: Soberanía y reto de beber lava.

          —... Tu rostro al fin se ve.

         —¡Perfecto, ahora, enfoca tu experimento ese!

         —Como usted diga, señora.

         La chica se acercó a un horno y movió la tapa: dentro había un recipiente con un pegoste anaranjado, parecía tener nata y la chica lo removió con un alambre; el humo advirtió su letalidad, por eso mismo ella llevó guantes. Después de un rato, tomó el recipiente con unas pinzas largas, pero Doloris, queriendo demostrar egocéntricamente su poder, lo tomó con una mano y con la otra metió los dedos al liquido: seguía pastoso y se estiraba como el queso de la pizza; con los dedos manchados los metió a su hocico para masticarlo.

         —¡Espere, a ver sus colmillos!

         La cámara se elevó, la ama se puso de cunclillas para facilitar la perspectiva: los colmillos estaban intactos, sólo ardían con el líquido. Al no parecerle suficiente, Doloris vertió el resto de contenido a su garganta; la señora sudó, sus fosas nasales se esforzaban por atraer el aire, hasta cerró los parpados con fuerza de vez en cuando.

         —La lava es potente —susurró—, pero la resistencia lo es más.

         Doloris se había agotado, cerró el hocico, y quitó los restos con su muñeca. Tizne alejó la cámara, para entonces la señora engulló todo cerrando los parpados y expulsando fumarolas por la nariz, tosió humo.

          —Ella puede porque es una bestia, pero hasta ella no puede resistirlo todo.

           Doloris la vio de reojo molesta, pero ella se alejó riendo; en vez de su antifaz habitual, llevaba una máscara antigás adornado con stickers de corazones, arcoíris y labios, todos con brillantina.

            —Sólo si son más letales que la lava, podrían... si acaso le dan el equivalente a una bofetada.

           —No les des ideas —susurró porque no podía decirlo más alto.

          —Calma —se acercó a abrazarla por el cuello mientras la ama vio confundida pero concentrada en ventilarse el rostro con la palma de la mano—. Nadie sería tan estúpido como para meterse contigo.

           Doloris sonrió perversamente y dejó salir un destello de su mirada.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora