Capítulo 26: "Protege lo que te es sagrado"

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Acostada de lado, Tizne no pudo dormir analizando todo lo que ocurrió en el día, todo lo repasó menos una cosa: el trato de Astarot con ella. ¿Y si fuese ella la perdición del mundo en el momento que acepte ser el reemplazo de su ama? Tal vez los demonios quieran volverla la nueva representación del dolor porque sería más fácil de manipular. Se acostó boca arriba asegurándose a sí misma que nunca aceptaría aquel trato, estaba firme con esa decisión..., pero ahora quedaba una cosa más sin resolver: es posible que su misión consista, no en convencer a Doloris de que disminuya sus fechorías, sino más bien animarla a terminar su estadía como humana, "¡y al fallecer, volverá a ser el ángel que siempre fue!" pensó. Esa labor comenzaría a ponerla en marcha mañana..., aunque había una cosa que se pudo responder en ese momento: tomó su celular y escribió en el buscador el nombre de su ama... ahí estaba, imágenes de ella, entradas a páginas web, videos... vio una carta de una mujer blanca, cabellos rubios, seis alas, un vestido rojo, ella sostenía una espada en llamas y debajo había una inscripción "protege lo que te es sagrado" ... Tizne bajó un momento su celular analizando el mensaje... nunca iba a sucumbir.

         La alarma la despertó, sin embargo, la canción no la había animado como ayer. Un mensaje.... Es su cumpleaños, pero nunca le había causado tanta indiferencia. Bajó su celular para levantarse con toda la calma del mundo, se estiró aun analizando lo anterior "debo averiguar cómo convencer a Doloris de volverse humana, esa es mi mayor preocupación ahora" pensó. Se bañó, se vistió, se comió un emparedado, se perfumó de incienso, y tan pronto como pudo, bajó al recibidor donde debía encontrar a su ama, como habían acordado.

         Al bajar por las escaleras ella vio a Doloris cercas de la entrada.

         —Tizne, ¿cómo esta tu mano?

         —Esta mejor —aceleró el paso—. Disculpe, señora, antes de que continuemos con la próxima misión...

         —Nop, shhh, ven aquí.

         —¿Qué sucede? —llegó al fin.

         —Feliz cumpleaños, niña —de su espalda descubrió un vestido casual de una pieza, blusa morada y en la falda estampados de flores grandes, encima había un collar de amatista en forma de péndulo.

         —Señora —susurró tomando uno en cada mano—, son muy bonitos.

         —Claro que sí, pues si yo sé de moda —luego volvió a estar sería—. Me acorde de cuando llegaste a mí con una de mis escamas, y lo usaste para luchar contra las adversidades de la montaña..., pero este collar es más para que recuerdes... mantenerte fuerte.

         —... Significa mucho para mí —le sonrió recordando lo reflexionado anoche—, Véju.

         —¿... Cómo?

         —Es que su nombre es difícil de pronunciar —colocó los regalos en un sillón.

         —Ja —caminó a la entrada—. Es "señora" para ti. Ah, y yo cumplo el veintiuno de marzo.

         —¿Tú cumples años?

         —Háblame de "usted" ...

         —Bienvenida al siglo XXI, en la confianza no hay formalidades, Véjuuu.

        Las ramas de un árbol de acacia desbordaron burbujas cristalinas color naranja por toda su frondosa piel. A lo lejos, la señora y Tizne envanecieron para atravesar la seca sabana. La chica abrió un costal preparado antes de llegar, una vez ahí, la chica se colocó sus guantes para despegarlos, mientras Doloris uso sus garras; todo iba al costal, un pedazo iba ir a la lengua de Tizne hasta que Doloris se la arrebató lanzándolo de inmediato al costal.

          Los leñadores se fueron del bosque en sus camionetas dejando todo el equipo detrás; cuando no se pudieron ver, ambas salieron de entre los árboles con una pala cada quien. Se acercaron a los restos de los árboles tomando las virutas más finas del suelo, una vez más, llenando todo a otro costal.

          En un mercado se escucharon gritos, la gente en la entrada buscaban confundidos de donde provenían los problemas hasta que salieron corriendo al ver que Tizne llegó por el pasillo derecho, mientras que Doloris llegó del izquierdo. A la salida se escuchó el tintinar de las botellas de aceites que cargó Tizne, y como el costal que llevó Doloris se había agujereado un poco.

          —Demonios —vio abajo—, bueno, no se perdió tanto.

         —¡Vámonos de aquí, ya!

        —Cierto.

        Y ya venían otros comerciantes con sus cuchillos afilados cuando ellas ya se habían forrado del fuego verde.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora