Capítulo 24: Ojo por ojo...

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Dos arcángeles se habían acercado al santuario de Véhuiah, una vez en la entrada empujaron sus puertas y la encontraron de espaldas: sus alas emplumadas estaban recogidas por la quietud.

          —Véhuiah, tenemos que hablar —comenzó uno.

          —Ahora no —respondió serenamente sin voltear con total concentración en el holograma de la tierra—, estoy ocupada.

          —Estas saturando el dolor en el mundo —continuó el segundo—, sus habitantes están perdiendo esperanza.

           —Esa es mi intención —contestó sonriendo y volteando de reojo—, pero ya verás como el futuro me lo va agradecer. Ahora, por favor, no me digan cómo hacer mi trabajo.

           —Haces un esfuerzo innecesario ¿Cuándo dejarás de provocar las guerras, las pandemias, las hambrunas, las pesadillas de las familias y los amigos?

          —Cuándo la humanidad esté dispuesta a salvarse a sí misma —les dirigió la mirada finalmente—. La gente deja todo en manos de Dios, hasta los deseos más caprichosos, y si no consiguen lo que quieren dejan de tener fe, sin ellos hacer un mínimo esfuerzo; y no debe ser así como logren una transfiguración.

          —Pero con tu plan aíslas a la gente, los sometes a una profunda ansiedad y tristeza.

          —Yo me encargaré de elevar sus espíritus, sólo necesitan inspiración —alzó el brazo y luego los volvió a ver molesta—. Creo que nuestra conversación acaba aquí.

          —No, aquí comienza el mandato, Véhuiah: Metatrón cree que el poder te ha segado.

          —...No entiendo —bajó de los escalones—: yo hago lo que él me ha mandado hacer.

          —Te has corrompido, el dolor ajeno no te conmueve y por tanto no alivias las penas, eres más dolor que voluntad, Véhuiah, por eso Metatrón te manda a reencarnar en un humano y vivir las dificultades de uno, todo para que vivas en carne propia todo lo que provocas, todo para que empatices con la humanidad.

          —¿Qué? —dio unos pasos hacia adelante—. ¡Yo sé bien lo que es sufrir! ¡A nadie le duele más que a mí el sufrimiento ajeno! ¡No lo entiende nadie, pero me han asignado el trabajo más duro de los deberes celestiales!

            —¡Véhuiah! —alzó la voz para luego bajarla-, Calma.

           Véhuiah esquivó la mirada colocando las manos en su cadera.

          —Te contradices demasiado.

          —Es lo malo de ser un ángel dual... —formó un puño y golpeo ligeramente su frente—, debo mantener un equilibrio ¿entienden? El futuro es prometedor, lo digo en serio.

         —Metatrón no tiene intención de expulsarte, ni siquiera de quitarte tu puesto —trató de convencerla—. Llevas viviendo millones de años, Véhuiah, ¿qué será ser un humano con un promedio de vida de sesenta? Anímate, hay ángeles que quieran viajar a la tierra a modo de aventura.

           Véhuiah suspiró masajeándose la frente para luego voltear a ver su holograma: la tierra, el hogar creado por Dios para los seres humanos, el planeta del orden y del caos, su belleza es tanta y sutil que es considerado valioso para los mortales, pero al mismo tiempo tan horrible que algunos prefieren hasta optar por la muerte. Por un momento su cuerpo tembló, pero por orgullo fingió valor y se puso firme.

            —Bueno —meció un poco los brazos—, son órdenes de mí superior, no podría negarlo nada más... ¿Con qué tipo de condiciones de vida tendré que lidiar?

           —No lo sabemos..., pero como todo en la tierra debes tener cuidado.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora