Capítulo 31: Encarnación benigna

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A la mañana siguiente Tizne despertó sobre catre, por un milisegundo se preguntó que hacía en el cuarto de Doloris hasta que recordó lo que pasó el día anterior, ¡y la transformación de su ama! Ella se levantó y se acercó a la cama:.. un cuerpo dormía envuelto en una cobija; sin ninguna pena, ella lo tomó y rebeló "... ¿Una anciana?", Doloris se acomodó de modo que roncó boca arriba. La línea de los labios de Tizne se alargó, no supo cómo reaccionar, se preguntó si debía preparar el desayuno o despertarla, pero la mujer fue despertando.

          —Tizne —dijo con voz seca—, ¿por qué tengo tanta sed?

          —Es normal cuando se está seco como una pasa —abrió la boca queriendo reír, ahora "la ama del dolor" va depender de su joven pupila.

           —¿De qué te ríes? —se sentó despacio y vio sus huesudas manos—. ¡Maldición, me dijeron que no iba durar, pero no creí que en este estado!

           —Creí que iba estar enferma —sonrió y acarició las canas de su ama.

          —No me toques chiquilla, ve a tocar tus propios cabellos.

          —Se ve adorable, en serio —se acostó boca abajo estirando el cuello—, y ahora ya tiene un cuerpo que va con su personalidad.

          —Claro que sí —exclamó con derrota acomodándose el cabello—, no puedo creer que este pasando por la vejez. Ayúdame a bajar, vamos por agua.

          —Sí, señora —bajó quitando la cobija y haciendo aun lado el catre. Doloris se ató una cola de caballo viendo a la chica seria.

          —Y llámame Veju a partir de ahora —ambas intercambiaron una sonrisa.

          Tizne ayudó a Veju a bajar por las escaleras, pareció eterno, pero aun con estas la anciana tenía otra cosa en mente.

         —Lamento que hayas pasado así tu cumpleaños el día de ayer.

        —No pasa nada, aun me quedan más cumpleaños.

        —Pero tal vez yo no esté ahí.

        —No diga eso.

        —Lo que quiero decir es que te propongo ir al pueblo a celebrarlo.

        —¿De veras?

        —Sí, soy una humana, y ahora quiero ver que puede ofrecer la vida que tanto admiran los ángeles, a parte... me cuidaras de los balones, los autos, de las caries...

        —Yo la cuidaré —interrumpió ella sonriente—. ¿Sabe que usaré?

         Al salir de la entrada principal, Tizne respiró nuevos aires: el viento sopló las hojas y la falda de su vestido. Ella vio a Veju esperando debajo de los escalones, pero pronto se fijó a su alrededor... los limites del jardín no terminaron en un acantilado, en cambio, más allá se encontró el bosque por donde ella solía cruzar.

         —Se acabó la magia niña.

         —Pero —bajo las escaleras—, ¿qué pasará con la perfumación de la mansión?

         —Los ángeles lo harán por nosotras —ella se apoyó del brazo de Tizne para continuar su camino—, eso sí se dignan hacer, pero mejor no digo nada.

          —Somos perseguidas por demonios —recordando esto sacó de su bolso un aerosol, un cilindro blanco, se roseo y roció a Veju—, deben cuidarnos.

          Veju esnifo sin problemas atrayendo lo más posible el aroma con la palma de su mano, hasta su rostro detonó una expresión de asombro y afirmó con la cabeza. Continuaron su camino atravesando el bosque, en un punto, Tizne tomó una vara gruesa que su ama podría usar de bastón.

          —¿Y qué será de nuestro canal? —preguntó mientras mantenía el equilibrio andando por un tronco caído.

         —Bah —se vio cabizbaja—, fue bueno mientras duro.

          —... Podríamos hacer exploraciones urbanas todavía.

          —Mhh, sí, pero supongo que debemos hacer otro canal, y llevar armas.

          —Veju —saltó al suelo andando a lado de ella—, no está permitido tener armas.

         —¿Una navaja?

          —... Tal vez —tentó las hojas sobre su cabeza—, y un aerosol.

          Minutos después llegaron al arco del pueblo, Veju se escondió detrás de la columna, pero Tizne la tomó del brazo animándola a continuar. La mujer sintió que todos los que pasaban aun lado de ella la volteaban a ver ¿y como no iban a hacerlo si ella fijaba su mirada en ellos? Tizne creyó que en esos momentos su ama se sintió vulnerable, después de tanto tiempo siendo alta y poderosa ahora es pequeña y frágil, entonces la tomó de la mano libre.

          —Mire, Veju —le apuntó con el dedo índice—: es un monumento en honor a usted.

          Cruzaron la calle, Veju tenía mucho miedo, pero al final llegaron al frente del meteorito. Tizne la volteo ver, en ningún momento le comentó ese detalle con todo lo que ha pasado.

          —No lo puedo creer —y tomó un marco con una oración leyéndolo un momento.

          —Ya no es un demonio, nadie la perseguirá porque es una anciana, nadie quiere nada de usted.

           —Nadie me seguirá —rio entrecortado, bajó al marco—. Aunque fue divertida la persecución, es bueno estar en paz ahora.

          —Y la gente tiene mucho que ofrecer —la tomó del brazo y luego vio el cielo un segundo—, a cambio de dinero, claro.

           Fueron al mercado, comieron pollo empanizado mientras veían una película puesta en la televisión; Tizne bebió mientras Veju sorbió su té, concentradas en la trama de la historia.

           Conversaron con el hombre que les vendió collares de cuarzo, los tres interesados en las propiedades de las diferentes piedras (a veces con Veju levantando la ceja a su pupila).

            Un rato de pie, estuvieron escuchando música en vivo con instrumentos típicos de la región, hasta Veju ladeó un poco el cuerpo al ritmo de las canciones.

            Un anciano les habló un poco de la historia del terremoto ocurrido hace tres décadas (porque antes Tizne se fijó en la degradación de las paredes del palacio municipal). Por un momento Veju se sintió hostigada, pero pronto se metió a la conversación fingiendo ser oriunda de ahí hablando del terremoto con soltura (después de todo ella lo provocó). Tizne escuchó atentamente y preguntando de vez en cuando que fue de los huérfanos, en que zonas aparecían animas, que objetos se encuentran en el museo, y otras preguntas relacionadas.

         En ratos Tizne seprobó ropa, en otros ratos Veju veía el arte vitral, en ratos fue sentarse adescansar en una banca, en ratos explicarles a los conocidos de Tizne que suabuela ahora vive con ella y hace un rato fue... ir al baño. Al atardecer ambasse sentaron nuevamente en una banca saboreando un helado de dos bolas cadaquien en su cono. Sólo en ese momento Tizne se dio la oportunidad de ver elrostro de Veju con detenimiento, arrugado: sí, pálido: también, cicatrices...siempre ahí, pero nunca se preguntó porque debían estar ahí; la chica reflexionóun momento, por poco llorába pero no lo hizo. Todo quedo en el pasado.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora