Capítulo 20: Alta justicia

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Las tinieblas no dejaron trabajar, a donde dirigía la mirada sólo encontraba la bruma negra. Extendió sus manos, pero ni eso pudo ver.

          —...Doloris.

         —¿...Cómo? —volteó hacía la voz—. Ah, ¿qué sucede?

         —No sabes lo que haces, ¿verdad?

         —Sí —confirmó nerviosa—, es mi trabajo, ¿no?

         —Debes irte.

         —No... ¡Por favor, no!

         —¡No volverás aquí hasta que sientas tus propios calvarios!

         —¡Se los suplico!

         Y al mismo tiempo que el entorno transformo las tinieblas en obscuridad absoluta, miles de agujas largas atravesaron el cuerpo de Doloris. Un grito se oyó de fondo a lo lejos.

         Al despertar del sueño, Doloris se sentó sudando llevándose las palmas a sus brazos: ese grito era el suyo. Guardo silencio para hiperventilar mientras negaba con la cabeza.

         —No —susurró—, no, no, no, no...

         Se encorvó tanto quesu frente casi tocó el suelo, se abrazó a sí misma viendo a su alrededorsollozando.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora