Capítulo 29: La traición

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El fuego apareció en medio del bosque, hasta su aire sopló las hojas alrededor. Los tres cuerpos cayeron al suelo. Tizne estuvo débil aún, pero con los ojos pelados. Doloris en cambio intercambio miradas con Samael, frunció el ceño y forcejeó para desatarse.

          —¡Todos me las pagarán! —movió tanto los brazos que casi lastimó a los otros dos—. ¡No podrán estar cómodos en su propio territorio por miles de años o hasta que haya saciado mi venganza de ustedes, bola de patanes metiches, mentirosos, embusteros, imbéciles de...!

          Y los tres se soltaron en corto. Tizne cayo cuerpo completo con la mejilla contra la tierra, ante esto, Doloris la tomó entre sus brazos.

           —Niña, ¿estás bien?

           —¡¿Iba a entregarme?!

           —¿Qué? —luego frunció el ceño—. Fue parte de mi plan para escapar, ¡pero al parecer fuiste a rescatarme sin un plan!

           La sentó en una roca sacudiéndola un poco. Tizne quiso apartar la mano de la señora, pero su atención se desvió a Samael, quien también se sacudió los últimos restos de soga.

          —¡Mejor te hubieras quedado esperando a los ángeles y...!

          —Samael —la chica quiso llamar la atención del demonio—, nos salvaste, ¿por qué?

          Doloris dejó atrás a la chica y se acercó a Samael señalándolo.

         —Escucha, si quieres que una de nosotras...

          —Quieres callarte de una vez. Ya las he escuchado gritar demasiado. Ahora sólo quiero buscar donde huir.

           —¡¿Huir?! —Tizne se resbaló de la roca queriendo ponerse de pie, pero sólo se recargó por falta de energía—. ¡No, tú nos has salvado y ahora...

           Tizne se percató ante dicha propuesta: tomó de su bolsillo un perfume. Doloris supo al instante que era, pero fue muy tarde: la chica roseo su cuerpo y el de la señora (quien empezó a rascarse); a lo lejos, roseó también a Samael quien se retorció mientras su piel había enrojecido.

           —¡Fue todo, me voy! —avanzó entre los árboles.

           —¡Espere!

           —Niña, ¿y tú qué quieres con él?

          —Se lo debemos de agradecer.

           —Es un demonio.

          —Usted también —levantó su mentón.

          Al sentirse recuperada, Tizne corrió tras Samael. Doloris vio el resto del bosque confundida, solo hizo presión en el hueso nasal. Tizne logró alcanzarlo y él no se detuvo.

          —Ya te liberé, ¿qué más quieres?

         —Quédate con nosotras.

          —Sí, claro, siendo que todos los círculos celestiales y demoniacos las buscan... ¿Por qué querrían estar conmigo a parte?

           —...No sé —hasta ella creyó que hizo especulaciones muy pronto, quería agradecérselo, pero no sabía cómo; considero que, como los tres eran fugitivos, convenía que estuviesen juntos.

            —Ey, espera —Doloris se puso frente al demonio—. No hemos hablado tú y yo.

             —Dije que estoy cansado, no quiero nada de ustedes ¡fuera de mi camino si no quieren volver al abismo!

             —Cállate y escucha baboso: te propongo un trato.

            —Ahora tú puedes ofrecer tratos —exclamó la chica ofendida—, ni siquiera eres un ángel.

           —Volveré a serlo.

             Tizne se sorprendió, en sus ojos ya podía ver como Doloris ascendía de entre las nubes siendo ella quien completase su misión, en todo caso, significaría que la humanidad podía volver a la normalidad. La señora echo un vistazo rápido a la expresión de la chica, pero pronto volvió a ver al demonio.

             —Samael..., alguna vez también fuiste un ángel —Tizne se sorprendió, pero siguió escuchando al igual que él—, vi en ti un sentido de empatía, justo la que yo siento frente a los humanos.

             —¿...Como sabes que no me quise salvar a mí mismo?

             —Porque de no huir ibas a adquirir un poder mayor, con tan solo sufrir un poco... y porque nos tomaste de las manos para llevarnos contigo.

             —...No soporte oírlas gritar, fue patético y melodramático... Ningún celestial bajó para ayudarlas y yo estaba ahí... en realidad, no lo pensé mucho.

             —Azrael no me rescató a pesar de que llevamos siendo compañeros varios milenios, no lo reconozco, y a ti tampoco, pero en ti es bueno... Al parecer todos podemos cambiar —sumió los labios un momento—. ¿Quieres tu título de "muerte" de vuelta?

            Samael no lo podíacreer, pero Tizne menos, lo que es más, hasta ella dudó del trato que ofreciósu ama.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora