Capítulo 21: Cara de póker

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Pasó un mes desde el incidente, han sido más precavidas y su fama iba en aumento en las redes sociales, hasta parecía que Tizne lo celebraba más que su propia ama, (y eso que recibía todos los créditos). Sin embargo, aquel día ella recordó algo importante: su alarma reprodujo su canción pop favorita, con sólo abrir los ojos se sintió glamurosa. Sentándose, se creó una coreografía celebrando que el día siguiente iba cumplir años, bailó de pie sobre la cama ladeando todas sus almohadas como peluches, y de un saltó se acercó a su tocador para peinarse. Se tomó una ducha, se maquilló un poco, desayunó dos donas con café, todo en su amplio cuarto.

          Bajó por las escaleras al ritmo de la canción del despertador, los cierres de sus botas chocaban de modo que se oían al andar, pero eso a ella le fascinaba.

          En los pasillos, ella extendió sus brazos y movió las caderas a modo de pasarela, y muy diva, abrió ambas puertas del taller de Doloris. Lo primero que vio Tizne fue la espalda de su ama y el resplandeciente holograma frente a ella.

           —¿Se puede saber por qué estas tan feliz? —dijo viéndola de reojo.

          —Ya se lo platiqué —sonrió tomando una pala, luego se aproximó a ella—: mañana cumplo quince años. ¿Qué le vas a regalar a tu dulce pupila?

           —Aja —sonrió Doloris levitando agujas e introduciéndolos uno por cada estado (aunque muchos se metían y se quitaban por si solas)—... Lo pensaré, pero por ahora cierra los ojos, supongo que quieres conservar la vista.

           Ella cerró los ojos, pero siguió su camino usando la pala como bastón. Doloris extendió los dedos de sus manos y el holograma soltó un destello que por un segundo blanqueó toda la habitación. Cuando dejó de sentir calor, Tizne abrió los ojos, se acercó al cumulo de carbón y lo hecho al fuego. Los tubos alrededor de la habitación soltaron humo de los orificios, al igual que las tuberías del resto de la mansión: todas las ventanas, vidrios, maderas y porcelanas se empañaron, en algunas zonas las gotas comenzaron a resbalarse. Doloris sudó, volteó a ver las tuberías y tosió un poco con el ceño fruncido.

            —Sí, creo que va ser suficiente —tosió y se abanicó queriendo expulsar el exceso—. ¿No debes ir por despensa o algo?

           —Claro —chasqueó con los dedos y alegre dejó la pala abajo—, debo comprar un pastel de chocolate de paso.

           Caminó acelerando el paso, mientras Doloris la vio salir cubriendo su nariz con su brazo molesta del aroma.

            —Llévate la capsula.

            —Sí, mamá —sonrió dentalmente y pestañeando burlona.

            —En verdad se te hasubido —sonrió haciendo un ademan con la mano y volviendo a ver su holograma.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora