Capítulo 3: Cuando el dolor se manifiesta.

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La muchacha siguió viendo cada noticia reciente sobre la bestia, en los videos pausados tomo screenshoots, cortó textos de los periódicos, descargó los documentales sobre su estadía en la tierra, es más, ella misma publicó sus propias opiniones en un blog dedicado al dolor; quería saber todo sobre ella y su misión en la vida. Para su desgracia, ni en sus más largas reflexiones, había encontrado la función que tiene el dolor para con los seres humanos. Se deprimía (una forma más de ser castigada por la bestia debido a su espionaje, tal vez).

       Frente al computador, ella se rascó tan fuerte que su piel enrojeció, se sintió inútil ¿Quién era ella para encontrar los secretos de la humanidad? Tal vez sólo debió dejarla entrar sin dudar... Pero así no era ella. Le gustaba escarbar en lo más recóndito de su mente hasta ver su final "... Pero soy demasiado tonta" pensó creyendo que su intelecto no daba para más que recopilar información y adoptarlos como reflexiones propias, eso ameritaba un castigo: ella tomó un clip, se subió el short revelando su cicatrizada piel a punto de recibir más copias. No pudo creer que no haya reflexionado lo suficiente, que no había aportado nada a la humanidad, entonces encajó ligeramente y bajó. Llegó a pensar que no era su culpa porque no podía encontrar información ella misma, pues no le daban permiso de salir, pero siendo este pensamiento una mala justificación de su bajo rendimiento siguió bajando. Había parado porque ya había ensuciado demasiado, dejó el objeto y limpió con un paño su piel... Hizo presión prometiendo esforzarse más... aun que el castigo no terminó ahí:

       —¡¿Qué has hecho?! —le dio un zape un muchacho más grande que ella— ¡Haz manchado la silla!

       —Lo-lo siento, amor —volteó sin dejar de presionar—. No era mi intensión derramar tanto.

       —¡Quítate de mí silla!

       Ella lloró estropeando su maquillaje, se levantó y caminó a gachas sólo por no soltar el paño. Él volteó la silla que tenía unas cuantas gotas rojas, pero eso no contuvo sus ganas de darle a ella otro zape. Ella se sobó la mejilla.

       —Lo limpiaré. Sólo permíteme primero poner alcohol en mi he...

       Pero fue interrumpida por su jalón de cabello.

       —¡¿Por qué eres así?! ¡Si te vas a cortar que sea en tu silla!

       —Perdón, a veces solo me debo desquitarme pronto.

       Mientras tanto en aquella misma noche, alguien allá afuera subió la pequeña colina dejando caer un hacha y varias escamas... de pronto escuchó unos gritos, había una ventana así que decidió asomarse.

       Dentro de la casa una muchacha cayó al suelo, su nariz le sangró y su rosto enrojeció. Ese hecho hizo que sobresaltara, presenció una de tantas escenas de violencia doméstica, pero en este caso llevaba jóvenes consigo "¿Ella debe tener unos trece...?" pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el muchacho que bajó su cremallera... hubiera deseado tener un poco más de contexto, pero... ahora el muchacho tomó una navaja.

       —¡No! ¡¿Qué vas hacer?! —gritó la muchacha.

       "Este tipo está loco" pensó trémulamente y colocando sus manos en la ventana. Él se había encimado a ella que imploraba piedad... Sólo entonces el ente rompió la ventana entrando con estrepito; ambos jóvenes voltearon a ver soltando un grito pulmonar aunque el muchacho no alargó el grito, eso porque su cuello fue atravesado por los dedos juntos de... La muchacha hiperventilaba, la imagen estaba borrosa y giraba un poco, pero reconoció bien la mancha negra.

       —... Eres...

       Su vista volvió a normalizarse, en efecto, fue la bestia que la vio con sorpresa. Ambas entreabrieron la boca, pero ninguna dijo nada, por lo menos la muchacha se lamió los labios y cabeceaba, su cuerpo quería desmallarse, pero por voluntad no lo hizo, deseó hablar, pero su cuerpo se resistió por alguna razón. Doloris se aburrió o algo así, porque sólo afirmó con la cabeza aún aturdida, y prosiguió su camino pasando sobre ella. La muchacha volteó atrás un momento hasta que su cabeza cayó al suelo bajando los parpados "¡No, no te desmalles ahora!" se ordenó "¡Vamos zorra, levántate!" entonces tomó aire suficiente para poner sus manos sobre el suelo y estirar los brazos. En cuanto abrió los ojos se levantó con éxito.

       La luna iluminó bien cómo para ser la linterna de la chica. Ella logró divisar a la bestia, pero para su desgracia, esta había desaparecido auto consumiéndose en fuego verde "... Como con la mansión" pensó sentándose derrotada en el suelo, cubriendo su herida con la mano, y lamentando la debilidad de su cuerpo. Se acostó dejando que chorreara la sangre (que ya era poca) ... Prefirió que el frio la curase esa vez, porque planeó quedarse fuera un largo rato; por tan solo un minuto de manifestación, ella debía dedicarle horas de reflexión (como había prometido) sobre todo porque lo vivió en primera persona, más que nada por eso "... No se lo pude agradecer" fue lo primero que pensó "... pero ... ¿dolor?"

       —Que no te engañe la ironía, en verdad viste al dolor en persona.

       Ella volvió sentarse: un anciano en túnica, calvo y de barba blanca se acercó con un cumulo de escamas en la mano. Ella se levantó.

        —Calma, hija.

        El anciano hizo un ademán con la mano cercas de los objetos flotantes formando en ellos un cono delgado. La muchacha elevó los hombros, los pelos de su brazo se erizaron. Aún no acabaron las sorpresas.

         —¡¿Pero quién es usted y cómo hizo eso?! —preguntó señalando con el dedo tamborileando.

         —He visto como sigues de cerca a aquella criatura —contestó mientras atravesó una cadena delgada a las escamas.

        —... No, yo nunca la seguí —se abrazó inconscientemente, a nadie le gusta el frio muy bajo—, ella vino a mi casa.

        —Es una señal ¿no crees? —dijo tomando el objeto entre sus manos.

        —No, el dolor es visitado por todos —luego elevó la mirada— pero usted está aquí.

        —Sin mencionar que fuiste salvada por el dolor mismo.

        Ella frunció el ceño, frotó sus brazos pensando en eso: algo no cuadró... ella era especial por alguna razón ¿Por qué la había salvado?

        —Ella es muy necia —se acercó a la chica—, no hace caso a ningún ente en general, pero tal vez si hace caso a su rescatada se dé un tiempo para volver a hablarnos.

        El anciano extendió el objeto y la muchacha dejó que este llegase a las palmas de sus manos, luego lo tomó con una sola mano por la cadena: las escamas eran hermosas, negras y con bordes de un casi imperceptible dorado. Ella sonrió tocando el objeto, su admiración era tal que pronto se lo colocó en el cuello sin hacer caso a lo que dijo el anciano... entonces al darse cuenta lo volvió a ver.

        —¿Hablar a quienes? ¡No ha respondido a mi pregunta! ¡¿Quién es usted y por qué me dice estas cosas?!

        —Soy Metatrón, y tú más que nadie debe ir tras ella porque solo tú nos puedes salvar del sufrimiento excesivo, razonando con la señora del dolor.

        —¿Cómo dice? —sonrió viendo el collar tomándolo en sus manos (finalmente podría saber la razón de su nacimiento, una duda existencial juvenil que la seguía desde hace tiempo), luego lo volvió a ver seria—. Pe-pero, entonces usted sabe por qué sufrimos.

        —Ve con la señora del dolor —sonrió— no pierdas la oportunidad de conocerla y saberlo de ella misma.

        —Pero, usted ya está aquí —replicó... pero luego vio en dirección donde desapareció Doloris— ... Me gustaría conocerla.

        —Anda ve —rio el anciano sacudiendo su mano en el aire—. El collar te indicará donde se encuentra. Sólo debes saber que te enfrentaras a peligros anormales.

        —¿Y qué haré entonces? —se apresuró a preguntar.

        —No te preocupes, estas bajo nuestra protección divina.

        Levantó el dedo índice apareciendo en la punta una esfera de luz que se dirigió al collar, esté empezó a resplandecer y flotar por sí solo; el azul del amuleto ofrecía resplandor al azul de los ojos de la chica.

        —... ¡Muchísimas gracias, señor! —le sonrió y luego lo vio seria— digo, Su Celetísima...

        —Ve anda —rio, y después de eso se consumió con un fuego azul... se había ido.

        Ella bajó la miradapara ver el amuleto: la punta señaló a la montaña nevada. Por un momento ellase quejó, pero luego lo encontró divertido. Su aventura comenzó

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora