Capítulo 4: Travesía.

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Ordenó la casa, echo el cuerpo a una zanja, y a lado colocó una cruz hecha de palos. Se dio una ducha, se preparó unos sándwiches, y se los devoró extrañando su sabor. Llevó preparativos en su mochila, salió de la casa, y antes de colocar su mochila a la espalda se puso su gabardina. El collar estaba inquieto, casi parecía que tiraba de su cuello, la chica estaba tan emocionada como el amuleto.

Sus botas se hundían en la nieve. En alguna subida tuvo que usar una rama para apoyarse, el viento arreció y el frío cayo tenue en su rostro, pero ella no se detenía. Su corazón cándido brindaba suficiente energía para continuar, solo tuvo que colocarse la capucha para cubrir sus oídos.

Fue curioso, ya estaba muy alto y no pareció hacer tanto frío como otras épocas de invierno. Llegó a un "punto de descanso" pero ella no se sintió agotada, a lo cual sonrió y retadora prosiguió su camino tomando de las tiras de su mochila, pasó sobre el tronco-puente cuál pasarela.

En una ocasión tuvo que usar su piolet en una subida empinada, sólo tenía uno, pero para su fortuna poseía un par de guantes. De pronto, un par de rocas cayeron en picada con intenciones de llegar a ella. La chica soltó un resuello hasta que el amuleto desvió estas rocas formando sobre ella un escudo; vio como las rocas continuaron cayendo, pero ella rio soltando humo por su boca.

Se adentró a una cueva, un arroyuelo se había congelado así que procuró no caminar por ahí para no resbalarse. La luz del amuleto reveló la presencia de los murciélagos colgados viéndola con rabia, algunos emprendieron su vuelo dirigiéndose a ella, esta vez ella tomó el collar y lo alzó de modo que soltó una luminiscencia azul que alejó a los intrusos. Ningún murciélago se acercó después de eso. La chica infló los labios pasando con calma.

En la intemperie de un suelo firme, ella cerró más su abrigo a pesar de que en realidad no tenía frio, pensó que ya había sido un anima de la montaña, sin embargo, no negó que aún sentía. Elevó la mirada, las estrellas se dejaban ver gracias a que el smoke no las estorbaba; la chica alzó la mano porque por un efecto visual creyó que las podría tocar... al no sentir una estrella entre sus manos sonrió sujetando su amuleto, sacó la lengua.

Las estrellas fueron acompañadas por la aurora y ella tuvo que resbalarse lento por una bajada, de pronto, una jauría de lobos estaba dispuesto a atacarla. Ella se asombró tomando su amuleto, entonces una lluvia de granizo los golpeó. La muchacha sacudió la mano como despidiendo a un sirviente y las criaturas se fueron.

Ella logró llegar donde ningún alpinista pudo: un nivel metafísico. Aunque ella ya no se sorprendió por todo lo que ha visto, esperaba incluso encontrarse un monje pero en cambio encontró la imagen de la señora del dolor gravada simbólicamente en una roca. Ella no desaprovecho la oportunidad, y con su piolet escribió su nombre.

Unas lozas flotantes llegaron para agilizar el camino de la chica. Ella colocó su palma en el pecho como agradeciendo un gesto, y avanzó saltando uno por uno.

En una pausa ella se colocó las manos en su estómago. Sentada en una roca se preguntó por qué no trajo suficiente comida, hasta que un búho más grande que el promedio surcó los cielos. Ella se puso de pie entrecerrando los ojos, sí, llevaba una especie de paño entre las garras, la criatura lo soltó, y ella logró atraparlo. Al abrirlo encontró un par de panes con miel, ella sonrió despidiendo al animal alzando la mano.

En una zona sin salida, encontró géiseres, todos expulsaban una fumarola grisácea menos uno que no cesaba de soplar aire. Ella expusó su mano: el aire era tibio y alzó la mirada notando que podría llegar ahí... caminó hacia atrás para entonces correr hacia el géiser, saltó y el aire continuo logró elevarla, y sólo tuvo que dar un paso para haber llegado a tierra firme soltando carcajadas.

Penumbras que surgieron de la sombra de los árboles trataron de aterrizar en ella, pero la chica todo el tiempo sostuvo su candente amuleto protector en una marcha burlona. Una sombra mucho más grande corrió frente a ella pero la muchacha apuntó con la punta de su amuleto soltando una luminiscencia mayor atravesando a esta criatura, después, el resto desapareció cuales dominós tirándose entre sí. Ella sopló la punta, aunque en realidad no había humo.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora