Capítulo 6: Sirvienta sin hada madrina.

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Y así fue, se llamó Tizne mientras ella debía dirigirse a Doloris como Señora. Le había preguntado si era casada, pero contestó que solo le gustaba el pronombre formal, y después de haber contestado, le ordeno entrar a la mansión. En poco tiempo el lugar se volvió lúgubre: el techo tenía telarañas, el piso estaba empapado de un líquido aceitoso, las ventanas manchadas, las paredes agujereadas, los muebles cubiertos por polvo, y de una habitación emanaba sangre. Ella se abrazó moviendo los ojos por cada rincón.

          —Bien, Tizne, comienza —ordenó empujándola por la espalda.

          Empezó por la habitación que fue destinada para ella (que pareció tener un estilo victoriano): las paredes y el techo estaban descarapeladas, las losas del piso rotas, la cortina roída, la cama tenía escombros, los muebles estropeados por la humedad, envases y un espejo roto... por lo menos era espaciosa, y no había nada que ella misma no pudiera renovar, entonces se ató el cabello rubio con un listón.

          Ella se abrazó porque el frio tocó su piel. La sala tenía más iluminación... porque no había techo, porque lo que debió ser el techo junto con el candelabro aplastaban los sillones y la mesa. Había un piano en una esquina al que sólo le cayó polvo. Tizne volvió a levantar la pala y la cubeta.

          En el jardín, ella elevó la mirada para ver la punta final del misil, casi se caía hacia atrás, pero alcanzó a tomar equilibrio. Doloris no se ocupó de sacar todos los misiles creyendo que un par parecían ser un buen adorno y le advirtió que no hiciese nada con ellos (aunque ¿ella que hubiera podido hacer?). Se limitó a despejar los escombros de la fuente y a emparejar el suelo.

         Sacudió las telarañas del techo con una escoba preguntándose porque estas estaban tan grandes, y como respondiendo a su pregunta, salieron de una habitación murciélagos de ocho ojos. Ella se asustó, soltó la escoba y bajo de las escaleras horrorizada.

          El baño que estaba en el segundo piso tenía un enorme hueco viendo a la habitación de abajo. Tizne se asomó un momento, pero continuó su camino en dirección al retrete como a la bañera: el primero estaba roto y por alguna razón de ahí fluyó un especie de agua verde con ramitas, lo pasó por alto dirigiendo su mirada a la tina, que pareció tener el mismo estilo mohoso aunque completo... El agua se movió, ella dio un paso adelante: de pronto se asomó una serpiente gigante que empapó a la pobre chica con una pestilente agua helada; tosió y se recargó en la pared por no caer al agujero, pasó su mano por su rostro, lanzó tremendo grito y salió de la habitación cerrando detrás de sí la puerta... La criatura siguió gruñendo, Tizne cayó de rodillas al suelo estornudando una, dos, tres, cuatro y al poderoso estornudo final sólo dejo que su cabeza colgara de su cuello tratando de conciliar el ritmo normal de sus latidos... Ella no podría con esa labor... ¿o sí? Y se esforzó en imaginarlo elevando la mirada.

         Para ese día ella había terminado una doceava parte de las labores, y aún faltaba el "trabajo extra" que no consistía en el hogar, Tizne se preguntaba de que trataba.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora