Capítulo 15: La filosofía de "no venimos a ser felices"

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Su cuerpo no apareció sino hasta que sus pies alcanzaron los dos metros del suelo, y luego de ello descender con lentitud. Sólo así Tizne pudo transportarse a la tierra, cercas de un pueblo común donde ella puede aparecer sin su antifaz. Lista para hacer las compras, la chica atravesó el camino entre los árboles del poco transitado bosque. Pero avanzado un tramo apenas, había encontrado a un anciano en túnica, pero con cabello y una larga barba marrón. Ella iba a pasar de largo, pero se acercó pensando que no iba ser coincidencia.

          —Buenos días, ¿lo conozco? —preguntó para evitar malentendidos.

          —Tú a mí, no —rio mientras pelaba una mandarina, pero pronto ofreció su mirada—, pero yo a ti, sí. Doloris te llamó Tizne. ¿Cómo te sientes al respecto?

          —Ya me acostumbré, tanto así que me gusta el apodo —quería ir al grano, pero su amabilidad estaba en automático, y además, estaba frente a un posible arcángel de poder superior.

          —¿Quieres unos gajos?

          —No gracias, estoy bien así —entonces la desesperación le ganó—. No he podido hacerla cambiar de opinión.

         —No, no, tú tranquila. Entiendo lo difícil que es Doloris, por eso estoy aquí, para proponerte un plan que te ayude con tu misión.

          —¿De verdad? ¿De qué se trata?

          —Bueno, para que te des una idea del plan, debes saber que Doloris es un ente que vivirá mientras el ser humano exista, de hecho, se le tiene destinado acompañar al último ser humano en la tierra, de modo que siga cumpliendo con su labor hasta el final.

          Este hecho conmovió a Tizne de un modo extraño, y siguió escuchando.

          —Ella nunca abandonará su puesto, pero sólo lo haría si alguien más la remplazara —la volteo a ver—, tal vez su pupila.

          —¡¿Cómo dice?! ¡¿Y quién es...?!

          ¿Podría ser? Sus brazos le temblaron, pareciendo que el minúsculo espasmo provocará la sudoración "No puede ser, yo soy su esclava". El viejo dejo aun lado la mandarina y se encorvó un poco más para colocar sus codos en sus piernas.

           —Has visto cómo trabaja Doloris, harías un buen trabajo, después de todo eres una humana ¿y quien mejor para entender las necesidades de la humanidad?

           —¿...Y qué pasaría con mi ama?

          —Para serte franco, no lo sé —peinó su barba—. Tengo la hipótesis de que... desaparecería de la existencia.

          —¿... Ni sus pensamientos, o su alma?

          —Nada —sus puños extendieron sus dedos al aire—, y aunque nadie la remplazará: cuando el último ser humano fallezca y ya no pueda sentir dolor alguno, la función de la señora terminaría, y desaparecería igual —encogió los hombros, pero rápido agregó—: claro que a ti no te pasaría porque tú eres humana, tienes alma.

           Tizne ni siquiera lo pensó, sólo vio lo frondoso de los árboles, las hojas en movimiento, sintió como su labio inferior se sintió pesado y como le ardieron los ojos; ella se talló.

           —No quiero —una lagrima respondió la sensación—, prefiero seguir luchando para que cambie de opinión a forzar su desaparición.

          —Hija, Doloris va dejar de existir en algún momento.

          —No importa... —volvió a ver el bosque—. Siempre he creído que nosotros los humanos no venimos a la tierra a ser felices... Quiero darle la oportunidad de vivir porque para algo existe mi ama, y yo, viviré como lo que debo ser: una humana.

          Tizne elevó la mirada... El viejo ya no estaba, pero ella lo entendía, él recibió su respuesta y entendió que era su decisión final, no necesitaba más explicaciones para concluir su trabajo, debía estar tan ocupado que no debió perder el tiempo, aun con esas, ella se sintió indignada, o tal vez el indignado era él "¿el ángel en mi habitación?" Se preguntó... ¿Habrá desperdiciado la oportunidad de salvar a la humanidad de una catástrofe mayor? Entonces sólo lloró confundida. Ya no podía ir al mercado en esas condiciones, así que se fue corriendo a donde llegó. Una vez en ese punto, una fuerza la elevó transportándola a la mansión, aunque ni siquiera llegó a la entrada. Se sentó en una banca para llorar cómodamente, las fuerzas no le alcanzaron para hacer nada más. De pronto llegó Doloris, colocándose de pie detrás de ella.

          —¿Niña? ¿Pero qué sucedió?

          Pero ella solo llorómás, no importó cuantas veces Doloris la amenazará con hablar... nunca se locontó, porque su misión seguía en progreso con ese silencio, con ese sacrificiode seguir sufriendo. La señora no lo sabía, pero Tizne le tuvo clemencia aella, aferrándose del absurdo.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora