Capítulo 10: Cura NO milagrosa.

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La chica se sentó sobre sus piernas, su cuerpo pesado casi tocó el suelo, y sus parpados moribundos estaban por rendirse.

          —¡Tizne, levántate! ¡¿Qué no ves que no puedo sola?!

         Ella se enderezó extendiendo las tijeras y Doloris las tomó. La chica se recargó en un mueble oliendo el hierro a sabiendas que no era hierro. Sólo quería dormir o morir, cualquier opción hubiese sido buena. Cerró los ojos recargando su mejilla en el mueble siendo arrullada culposamente por una cierra eléctrica.

         —No —susurró Tizne-, no lo quiero.

         Pero Doloris no hizo caso y la tomó para dejarla acostada en una camilla.

         —¿Necesitas la anestesia o no? —la escuchó de su imagen borrosa.

         —... Anestesia.

         Sintió un piquete en el brazo, y en un minuto durmió soltando un suspiro como el de la salida del alma.

        Sin sentir el tiempo, Tizne logró despertar. Aún estaba cansada, pero sintió algo nuevo: su nariz destapada, sus pulmones llenándose de aire, la ausencia del dolor de pecho. Ella palpó su cuerpo como para verificar si era la misma... sólo sus órganos cambiaron... entonces dejó caer su cabeza en la almohada desvaneciendo la sonrisa ¿a qué costo pudo tener un cuerpo normal? Prometió cuidarlo bien para que el sacrificio de aquella persona (involuntariamente donante) valiese la pena. Tizne poseía un cuerpo normal, saludable, sin embargo ¿Cuánto iba a durar siendo aún la esclava de Doloris? ¿Cuántos cuerpos va usar la señora para "curarla"? Tapó sus ojos con las palmas "¿Por qué yo?" culpó al destinó "Ya no quiero ser la elegida", y estaba a punto de nombrar a Metatrón cuando entró a la habitación Doloris.

            —¡Tizne tenemos que irnos de aquí! —la tomó en sus brazos— ¡Los oficiales están a punto de...!

          —¡Ahí está!

           Las balas llegaron a la espalda de Doloris y ella contrajo las heridas cerrando los parpados con fuerza, a sabiendas de que estaba a salvo. Tizne notó ese detalle "¿La señora puede sentir dolor?" y ambas se envolvieron del fuego verde que las transportó nuevamente en la sala.

          —Señora, ¿está bien? —preguntó instintiva.

         —Ah —se irguió—, yo siempre estoy bien ¿y t-?

        —... Yoo estoy bien —esbozó una enorme sonrisa hasta hinchar sus mejillas.

        —Aja —apartó la mirada y avanzó por el pasillo.

        —¿Me quiere?

        —Eres mi esclava. Si un humano va llegar a mí no tendrá otro papel, y de momento necesito tu ayuda, debo admitir —dijo esta última frase entre dientes.

          —¿Para qué?

          —Ya verás..., pero debes usar una máscara a partir de ahora, tu anonimato mejorará mis planes.

         —... Señora, ¿usted puede sentir dolor?

          —¡No entres enconfianza conmigo!

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora