Capítulo 16: Tener capturado al dolor

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Esta vez Doloris llegó al observatorio. Estiró los brazos mañaneros y se acercó al telescopio acercando su ojo al lente, entonces lo abrió más, y se apartó dejando que este se ladeara. Volteó a ver a todos lados como si quisiera recibir una respuesta de cualquier parte, pero respondiéndose sola, sonrió. Bajó saltándose todos los escalones.

          —¡Tizne, Tizne! —creó ecos que llegaron a ella— ¡Ven aquí!

          —Aquí estoy, señora —salió de una habitación—. ¿Qué sucede?

          —Trae al chivo y ponte tu antifaz —cerró los puños extasiados—. Debes grabar esto.

          Corrieron por el bosque atravesando el mismo camino que la chica recorre para llegar al pueblo. Tizne estaba preocupada ¿por qué querría ir al pueblo? Y la volteo a ver: respiraba por la boca, agitaba los brazos queriendo arrojar lo que se cruzara por el camino.

           —¡Pero graba, niña! —interrumpió.

           —¡No puedo sacar el celular con tanto movimiento! —dijo aferrándose más al chivo.

            —¡De acuerdo! —gruñó— ¡Pero saltas de ese chivo para grabar en cuanto lleguemos!

             —¡Señora, ¿qué va hacer?!

             —¡Ya verás!

            Entraron sin una señal que avise su llegada, sólo emergieron de entre los árboles, cruzaron las calles, flanquearon a los habitantes, y saltaron las bancas. Todos salieron corriendo de ahí. Doloris aceleró para dar un tremendo salto, y aterrizó en el techo de un kiosco, estirando los brazos. Tizne le dirigió la mirada a los pobladores deseando que no les sucediese nada. Se culpó a sí misma porque nada les asustaría si ella tomase el control del dolor. Volvió a ver a su ama.

           —¡¿Estas gravando, niña?!

           Como si acabase de despertar, Tizne bajó del chivo y tomó su celular para grabar a su ama en las alturas... Un hilo brillante se formó en el cielo, y un extremo parece querer llegar a la tierra. La gente ya tenía más razones para huir de ahí. Doloris envió su brazo a hacia atrás y lanzó una tajada: la gigantesca roca se dividió en varios pedazos que seguían cayendo. El brazo de Tizne tembló; de no confiar en Doloris ella también se hubiera huido, de no confiar en su ama hubiera tomado su lugar.

            —¡Señora, ¿qué le pasará al pueblo?!

            —¡¿Qué preguntas?! —no despegó la mirada del cielo y puso sus manos en las caderas— ¡¿Qué quieres que pase?!

            —¡Nada, sólo que no pase nada!

            —¡¿Es que estas ciega?! —sacudió la cabeza y volvió a sonreír.

            Dobló las rodillas un poco y figuró que había una pistola en cada mano disparando imaginariamente a las enormes rocas. En el ojo de Tizne entró algo y con una mano se talló el ojo; consideró que los meteoritos estaban más cercas del que creyó.

          —¡Doloris, esto ya no es gracioso!

           —¡¿Qué?! —la volteó a ver molesta— ¡¿Cómo te dirigiste a mí? ¿Encima me estas ordenan...?!

           De pronto una enorme roca puntiaguda atravesó a Dolor bajándola del kiosco, sus pies alcanzaron a tocar el suelo. Algunas piedras aterrizaron en el bosque, otras más pequeñas a los techos, pero ninguno salió herido. La gente poco a poco asomó la vista. Tizne entreabrió la boca, rápidamente guardó el celular y corrió hacia su ama... La señora parecía entrecerrar los ojos. "¿La abre matado? Imposible, ella es inmortal" pensó. Pero pronto, las pupilas coléricas de Doloris vieron a la chica.

           —Como eres tan tonta —dijo con trabajo y el dolor hizo que soltará un quejido—. Vete, no deben atraparte.

            —¿Cómo puedo ayudarla? —ignoró.

           Las personas se acercaron a la plaza, no había nada que temer una vez que aquel monstruo estaba aprisionado.

           —¡Matémoslo! —sugirió uno.

          —¡Quémenlo!

          —¡Córtenlo en pedazos!

          Tizne se aferró del brazo de su ama. El chivo se acostó bajo ella, trémulo. La gente se acercó más.

            —¡Tóquenos a alguna de nosotras y la pagaran con toda mi ira!

            —¡Alto, es peligroso! —prosiguió una pobladora.

            —¡Sí, a parte, ¿qué no ven que nos salvó la vida?!

            Todos guardaron silencio. Claro que Tizne no lo vio desde esa perspectiva (y menos si gravaban un video por entretenimiento).

            —O... —aquella persona volteó a ver a Doloris— ¿no?

           —¡... No me hable!, ¡no saben quién soy!

          —Si nos quisiera destruir ya lo hubiera hecho —continuó un anciano.

         —Yo he visto sus videos —continuó una mujer—, no han hecho nada malo en realidad.

        —Sólo hacen el ridículo —gritó un a lo lejos.

        —¡¿Cómo dices?! —exclamó Doloris, buscando con la mirada— ¡¿Quién dijo eso?!

        —Señora —le advirtió susurrando Tizne—, nos están ayudando.

         Todos murmuraron, ambas querían enfocarse sólo en una conversación, pero se confundían al escuchar las mismas palabras y oraciones.

           —Saquémosla de ahí.

           Minutos después una grúa había llegado amarrando el meteorito. Los pobladores, en cambio, sostuvieron el cuerpo de aquella formidable bestia con sogas, y entre ellos estaba Tizne. La grúa tiró, los pobladores trataron de mantener abajo a Doloris quien cerró los ojos y soltó quejidos. Una vez que ese enorme objeto se desprendió, Doloris se quedó un rato en el suelo agarrando aire y regenerándose a una velocidad impresionante al mismo tiempo que se soltaba de las sogas. Todos se apartaron menos la chica, quien acariciaba la cabeza de su ama ¿la estará juzgando mal o Doloris está esperando el momento para hacer una fechoría más grande? De momento, Tizne sólo pudo pensar que en ese momento su señora parecía una de las criaturas más tontas que haya visto después del ser humano, que sólo por creerse poderosa deja que todo le pase; y ya hace tiempo que ella dejó de sentirse inferior a Doloris, pero no lo analizó bien si no hasta ahora.

          —¿Es un ajolote? —preguntó alguien.

          Doloris abrió los ojos sin dejar de respirar agitadamente, amenazando con gruñidos y colmillos al descubierto. Tizne colocó su mano en el hocico de la señora.

           —No nos harán daño, necia —ambas intercambiaron miradas molestas.

          —Nadie le hará daño a nadie —dijo el que debió ser el gobernador—, sólo habrá tratos.

          —¡Oh gran criatura! ¡¿Qué buscas en la tierra?! ¡¿Por qué nosotros?!

          La gente se acercó cayendo de rodillas frente a ellas, algunos querían levantar a los anteriores, mientras otros no les faltó ganas de lanzarse a matarlas, los camarógrafos continuaron grabando. Doloris vio el cielo y se puso de pie, todos alzaron la mirada.

         —No busco nada y no quiero nada de ustedes; sólo no me molesten, y apártense de mi camino.

          —¡Ofrecemos nuestras ofrendas a...!

          —¡Basta! —dio un pisotón haciendo temblar un poco la tierra— ¡No me deben nada...! No quise ayudarlos... no quiero hacerles daño tampoco... Déjenme sola.

          Y salió corriendo. Sinterminar de analizarlo, Tizne subió al chivo para ir tras ella; la gente las siguió,pero sus cuerpos se cubrieron de esa flama verde que las hizo desvanecer.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora