Capítulo 18: Amor de madre

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Un helicóptero dio vueltas en un mismo lugar, la cámara al principio no podía enfocar la imagen, pero poco a poco este se volvió claro: arriba de un edificio estaban Doloris y Tizne. Con el pecho en alto, la chica sostuvo el bastón de selfie para grabarse a sí mismas.

          —Doloris me ha contado que la razón por la que algunos seres humanos se entristecen por la lluvia es porque las nubes tienen cargas melancólicas, pero es porque alguien debe colocar esas cargas— sonrió enfocando a su ama.

           La señora dejó lo que hacía un momento para hinchar el musculo de su brazo, con mirada retadora volvió a alzar la mano haciendo círculos al cielo. El helicóptero pareció haberse ocultado entre las nubes cuando estas se volvieron un gigante halo.

           —¡¿No es asombroso?! —dio vueltas a su alrededor capturando el halo completo— ¡Siempre hemos estado equivocados con respecto al mundo! ¡En todo hay algo místico y misterioso!

          De pronto, aviones militares fueron capturados por la cámara, aunque Tizne se siguió grabando se posiciono de modo que se vieran tanto ella como los aviones, volvió a sonreír.

          —Un día escuche que los abuelos vieron a los aviones como un pedazo de metal que volaba, ellos se arrodillaron espantados, implorando perdón.

          —¡Ja! —Doloris bajó sus brazos, y la chica la enfocó—. ¡Que no haya pendiente, no vienen por ustedes! ¡Lo que es más: se los quitare de su vista!

           Entonces ella saltó al otro edificio, y Tizne se acercó al borde donde estaba grabando. Ella no lo vio, pero el helicóptero había salido de la nube detrás de ella.

           Un misil fue disparado y se aproximó a Doloris. Ella puso su hocico frente a la enorme munición, pero sólo tuvo que burlarse alzando su dedo índice e imaginar que disparó: su munición invisible fue lo suficientemente potente como para impactar en el físico como para hacerlo estallar a medio camino.

          —¡Los meteoritos fueron más pesados! —rio y disparó al resto de misiles.

          Mientras los aviones maniobraban alrededor de la ciudad (apuntando siempre a aquel monstruo), un grupo de soldados subió al resto de edificios, muchos dispararon en vano a la bestia, pero uno fue comunicado desde una cabina de helicóptero: le ha dado una dirección, dejó de disparar para comunicar otro mensaje.

           Abusando de su buena suerte, Tizne subió a una terraza vidriosa donde no estaba permitido subir. La inclinación casi la hacía resbalarse, por lo que se quitó los tacones y uso sus pies sudados para andar.

           —¡Llegaron los soldados! —rio nerviosa—. ¡Debo alejarme de su vista o...!

           Ella vio entonces el helicóptero que la ha estado siguiendo, que, aunque no era un avión militar, no le asustaba menos. Bajó el bastón para guardarlo.

            —¡Señora, tenemos que irnos!

            Pero ella estaba concentrada devolviendo las municiones a sus propios dueños. El cuerpo militar se había agachado u ocultado sin saber que más hacer. Entonces Tizne retrocedió hacía donde estaba para llamar más su atención.

            —¡Señora! —su rostro enrojeció—, ¡Señora!

            Doloris buscó con la mirada a la chica, pero antes de encontrarla llegó a ver primero a un sniper... que no la apuntaba a ella; se enderezó logrando ver a Tizne. La chica también vio al soldado, dejo de moverse abrazándose a sí misma como para sentir una última muestra de afecto, aunque sea suya.

             —¡No a mi niña! —imploró Doloris sin reaccionar a tiempo.

             Pero no fueescuchada: el soldado disparó. La munición continuó recto y se detuvo entre lacarne del pecho de Tizne. Doloris soltó un grito que ella misma no escucho,pero que ensordeció a todos. El cuerpo de Tizne se resbaló y cayó sin dejar queella supiese lo que ocurrió. La señora lagrimeaba, y forrándose de las llamasse teletransportó a la caída de la chica para tomarla en sus brazos. Todos lossoldados se asomaron para buscarlas en el cielo, en la caída, pero ni siquieraestaban en el suelo... No había ni rastro de sangre.

La fama del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora