Examiné el libro que había robado aquella semana mientras Enzo pasaba la escoba por la bodega. No sabía si ese nuevo afán suyo acababa de convencerme del todo, pero agradecí que ahora la estancia permaneciera siempre limpia.
Yo había conseguido aquel cuaderno aprovechando el descuido del conductor de una carreta que se había distraído hablando con un conocido suyo en un tramo del trayecto. La mercancía que transportaba eran libros procedentes de la superficie que describían la fauna y flora de Paradis con minuciosidad. Me pregunté si, de no haber intervenido yo, aquella recopilación literaria habría acabado en manos de algún coleccionista privilegiado de los subterráneos, y me alegré al saber que, en su lugar, los había obtenido Enzo.
—¿Has leído algo interesante? —me preguntó mi compañero, que ahora se dedicaba a limpiar el polvo de algunos estantes con un largo plumero.
Pasé las páginas de la libreta con lentitud hasta detenerme en un apartado que explicaba el origen etimológico del lugar en el que vivíamos.
—He descubierto que el nombre Paradis es de origen francés y significa paraíso —respondí.
—¿Paraíso? —se burló—. ¿Quién tuvo tanta maldad como para llamar paraíso a semejante calamidad?
—Alguien lo bastante sarcástico.
Enzo negó con la cabeza mientras se enjugaba el sudor de la frente.
—Podrían haberse propuesto llamar Infierno a la ciudad subterránea —añadió.
—Eso habría sido más preciso.
Dejó las herramientas de limpieza sobre una de las estanterías y después se acercó a uno de los barriles de vino que estaban colocados bajo el mueble para servirse una copa. Con cara de satisfacción se la llevó a los labios y, tomando un gran sorbo, degustó el licor.
—¿Quieres que te sirva una copa?
Negué con la cabeza y volví a posar los ojos sobre el cuaderno. Enzo se sentó en un taburete cercano al mío y se colocó los lentes. Luego se aproximó hacia el libro, listo para comenzar la lectura, junto a mí.
De pronto, oí tres golpes secos contra la puerta de la bodega y me levanté inmediatamente alerta. Tres golpes. Esa era la clave que usábamos los colegas de Enzo para entrar al almacén de abastecimiento, pero lo cierto es que él mantenía siempre nuestro anonimato y no establecía horas de llegada simultáneas entre nosotros. Con un movimiento furtivo, me llevé la mano derecha al lugar de mi chaqueta en el que solía esconder la navaja. No sabía quién o qué se encontraba tras aquella puerta, pero asumí que conllevaría problemas. Enzo dejó su copa de vino sobre una de las estanterías.
—Vaya —susurró mi compañero—. Han llegado antes de lo previsto —lo miré enarcando ambas cejas pero no dije nada—. Parece ser que los vas a tener que conocer antes de tiempo.
No comprendí a qué se refería.
—¿Conocer a quiénes y por qué no me habías dicho nada antes? —cuestioné.
En ningún momento dejé de sostener la navaja. Noté a Enzo inusualmente nervioso mientras se acercaba hacia la entrada. Nunca me han gustado las sorpresas; amenazan con sacarlo todo de control. Mi compañero se giró para mirarme.
—Esto es lo mejor que podemos hacer si pretendemos salir algún día a la superficie —me aseguró antes de girar el pomo y abrir la puerta.
Tras ella, dos figuras masculinas atravesaron la habitación. Abrí ligeramente los ojos, desconcertada, pero me mantuve estática en el sitio al comprobar que aquellos eran los dos hombres con los que me había encontrado en el barrio de Ben. Ambos se giraron hacia Enzo y el castaño lo saludó con la cabeza. Mantuve el ceño fruncido. ¿Esos eran sus nuevos compañeros de trabajo? ¿Por qué justamente ellos? ¿Cómo se habían conocido y por qué Enzo se arriesgaba a desvelar el anonimato habitual de tres de sus camaradas? El más alto de los dos llevaba un atuendo desaliñado muy similar al de la vez anterior que hacía resaltar el impecable color blanco de la camisa que vestía al azabache. Pronto comprendí que el aficionado a la limpieza debía ser él. Escudriñé sus rostros lentamente, sin llegar a asimilar todavía el hecho de que el destino hubiera vuelto a vincularnos. Ellos todavía no se habían percatado de mi presencia.
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EN EL SUBTERRÁNEO || Levi Ackerman
FanfictionMucho antes de ingresar en el Cuerpo de Exploración, Levi se dedicó a subsistir en la ciudad subterránea junto a su compañero de aventuras, Farlan. El lugar que le vio nacer también fue testigo de su breve encuentro con la mujer que le hizo darse cu...