CAPÍTULO 14

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En algún otro momento de la noche volví a coincidir con mis tres compañeros, con los que conversé acerca de cómo habían ido las misiones realizadas hasta el momento. Nos sentamos alrededor de la gran mesa donde habíamos cenado. La mayoría de los platos ya estaban vacíos.

—Conque Jade es de esas personas que siempre cumplen lo que prometen —comentó Farlan inesperadamente.

No entendí a qué se refería.

—¿Por qué lo dices? —le preguntó Enzo.

—Le dijo a Levi que le arrebataría su presa la próxima vez que tuviera ocasión y así ha sido. Esta mañana ha inmovilizado al oficial al que mi amigo le tenía echado el ojo. Lo he visto y me he fijado.

Enzo se giró hacia mí, sonriente.

—Jade no perdona —declaró mientras me miraba.

—En realidad sí —replicó Levi, que aunque parecía ajeno a nuestra conversación acababa de clavar sus ojos en los míos y los noté tan lúcidos como siempre—. Dijiste que si volvía a hablar de ti fingiendo que no estabas presente me cortarías la lengua, sin embargo la sigo conservando. ¿Esa parte se te había olvidado?

—Nunca olvido nada —me jacté. El vino me estaba volviendo osada. Traté de erguirme en el banco para parecer más alta—. ¿Podrás dormir bien por las noches sabiendo esto, Levi, o eres de esos a los que les cuesta conciliar siempre el sueño?

Llevaba pensando en aquello toda la noche. En sus palabras admitiendo que la mayoría del tiempo permanecía despierto y en su silencio de después, que me había confirmado que aquello iba más allá de una simple referencia a mantenerse sobrio.

—Reserva tus habilidades para las misiones; no soy rival para ti.

—No te preocupes por mí —mi expresión de indiferencia no había cambiado en absoluto, tampoco la suya—: me he enfrentado a hombres mucho más robustos y altos que tú.

Él chasqueó la lengua, molesto.

—Yo, por el contrario, no pierdo el tiempo con mocosos.

—Basta, por favor —nos interrumpió Enzo—. ¡Los dos! Parad.

Inmediatamente después fruncí el ceño. No quería repetir mi mal comportamiento frente a Enzo pero el pelinegro había logrado incordiarme de nuevo. Permanecí sabiamente callada. Levi, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo correr y volvió a hablar, esta vez dirigiéndose a mi compañero:

—No te equivoques conmigo —le advirtió—. Yo no soy Jade y a mí no me puedes dar órdenes tras las misiones, recuérdalo.

Acto seguido se levantó de su asiento, se colocó una americana negra sobre los hombros y avanzó hacia la salida. Me incorporé de inmediato y Enzo estiró su brazo hacia mí tratando de detenerme. Permanecí estática en el sitio durante algunos segundos, pero no retiré mi mirada de Levi en ningún momento hasta que lo vi desaparecer tras el umbral de la puerta.

—Si vas a proponer que nos llevemos bien, Enzo —murmuré arrastrando los labios—, voy a sentir mucho decepcionarte.

Me zafé de su agarre y me dirigí hacia la salida con todo el aplomo que había logrado recuperar. Una vez en la calle noté el aire más frío y advertí que allí el olor a alcohol y viandas había desaparecido. Tampoco existía otro murmullo que no fuera el de mis pasos encaminándose hacia Levi.

—Te encanta fingir que no puedes ser domado —susurré tras él clara y serena.

Sentí alivio al pronunciar las palabras que tantas veces había pensado. Un alivio que se disipó en el aire en cuanto lo vi avanzar de forma súbita hacia mí, con su cabello negro arrojando sombras sobre su simétrico rostro, sus ojos de hielo fijos en los míos, justo antes de detenerse a tan solo un palmo de mi cuerpo.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora