CAPÍTULO 32

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Levi y yo nos detuvimos, posando la vista en aquel mercado que se extendía ante nosotros. El murmullo de la gente y el delicioso aroma de las especias llenaban el aire, creando un ambiente vibrante y lleno de vida.

—Mierda, debe de haber comenzado hoy —murmuró Levi.

A mí tampoco me constaba que aquella feria hubiera estado ahí antes, así que debían de haberla montado recientemente, eso estaba claro.

Suspiré resignada. Al parecer, no nos quedaba otra que atravesar el mercado para llegar a casa, lo cual no me emocionaba demasiado sabiendo que habíamos tenido a las autoridades pisándonos los talones recientemente. Sin embargo, ambos habíamos dejado nuestro equipo de maniobras en el almacén de Enzo y en aquel momento no pudimos hacer otra cosa que no fuera cubrirnos con nuestras capas y esperar pasar desapercibidos mientras atravesábamos el mercadillo.

—Crucemos deprisa. El mercado está lleno de gente, nadie tiene por qué identificarnos —expresé con seguridad mientras me ponía la capucha sobre la cabeza.

Levi me imitó y solo entonces emprendimos de nuevo la marcha, abriéndonos paso entre la multitud que llenaba el mercado ambulante.

—No te separes —me dijo el pelinegro mientras apretaba mi antebrazo derecho con fuerza.

Al principio, la afluencia de gente nos resultó tan abrumadora que caminamos a la par y muy juntos en medio de las masas, pero a medida que avanzamos la cantidad de personas del mercado se redujo considerablemente.

La luz de las numerosas lámparas colgantes iluminaba el bullicio de los puestos repletos de mercancías de colores brillantes y aromas exóticos. Aunque tratábamos de pasar desapercibidos, era difícil no sentirse atraídos por la variedad de productos que se exhibían a nuestro alrededor. Las especias perfumadas, las frutas exóticas y los tejidos coloridos creaban un espectáculo tentador que invitaba a explorar cada rincón del mercado. Sin embargo, no podíamos permitirnos distraernos, así que ambos permanecimos alerta mientras caminábamos más bien relajados, como quien da un inocente paseo.

Aprovechando la relativa tranquilidad del último tramo del mercado, Levi y yo redujimos el paso y nos permitimos respirar con más calma.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó entonces, desviando su mirada hacia mí mientras caminábamos lado a lado.

Aquella pregunta suya me tomó desprevenida, no era habitual en él interrogarme acerca del humor en el que me encontraba. ¿Es que tenía algún motivo por el que averiguar aquello de manera tan repentina? ¿O acaso yo lucía demasiado cansada tras la misión? A pesar del agotamiento, me encontraba bien. No podía ser eso.

—De maravilla, ¿lo preguntas por algo en específico?

—Lo digo porque veo que finalmente has tomado una decisión —comentó él mientras me observaba detenidamente— y has cambiado tu actitud.

Conque se refería a eso. Él también había notado mi cambio de actitud después de la misión que no habíamos podido completar.

Ahora me costaba menos atacar, herir o infligir dolor a mis enemigos, eso era cierto. Antes, cada una de esas acciones suponía para mí una lucha interna, un conflicto entre lo que debía hacer y mis convicciones morales. Sin embargo, algo había cambiado después de esa última misión que no pudimos completar. Algo se había desbloqueado en mí, liberándome de las cadenas de la duda y la indecisión. ¿Había sido tan evidente?

Fue curioso ser consciente de que Levi se había percatado de ello, pero la verdad es que ya estaba acostumbrada a que el pelinegro penetrara en las emociones y motivaciones de la gente con tanta facilidad, de modo que decidí abordar el tema con sinceridad. No tenía ningún motivo por el que mentirle.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora