CAPÍTULO 29

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Esa noche, después de una misión particularmente arriesgada, mis compañeros y yo regresamos a nuestro escondite en la ciudad subterránea, que no era otro lugar más que la bodega de Enzo.

La tensión del trabajo pareció disolverse lentamente en el aire cuando nuestro compañero nos abrió la puerta.

—¿Y bien? ¿Cómo os encontráis?—preguntó sin más dilación.

Quería saber cuanto antes nuestro estado mental y si habíamos tenido éxito o no.

Le tendí la hoja que había conseguido salvar del incendio, la que contenía nuestros nombres y nuestras pertinentes descripciones. Él esbozó una sonrisa de orgullo y apretó el papel con fuerza contra su pecho.

—Sabía que lo conseguiríais. ¿Todo bien entonces?

Asentí. Después, Enzo revolvió el almacén entero buscando sus gafas para leer el informe y yo apoyé la espalda en una de las estanterías del local. Observé cómo Levi y Farlan desajustaban su equipo de maniobras tridimensionales en silencio y después lo depositaban sobre una de las banquetas.

Las luces tenues de la bodega resaltaban los rasgos de mis compañeros. La expresión de Levi era seria y su mirada permanecía concentrada. Farlan también mantenía el ceño fruncido, pero se mostraba tranquilo, como de costumbre. Al mirarlos detenidamente me sentí agradecida por su presencia y por la manera en que habíamos conseguido trabajar en armonía sin necesidad de palabras.

—Levi, Farlan, Jade —comenzó a leer en voz alta Enzo—. Apellidos desconocidos.

Todos prestábamos atención a su lectura, de modo que él continuó pronunciando los detalles del informe mientras todos los demás callábamos. Quizá las autoridades no hubieran descubierto nuestros apellidos, pero la información que había plasmada sobre el papel era bastante. Enseguida, Enzo leyó en voz alta la parte de la ficha que hablaba sobre nuestras descripciones: se habían esmerado en detallar nuestros rasgos más característicos. Eso significaba que había policías que habían reparado en nuestros rostros y, lo más importante de todo, que eran capaces de recordarlos con bastante precisión.

Mi mirada se cruzó con la de Levi y Farlan. Todos nos observábamos con la misma expresión, como si compartiéramos un vínculo silencioso que solo aquel informe había sido capaz de revelar. Todos éramos conscientes de que las autoridades de la ciudad subterránea nos tenían en su punto de mira. Era evidente que estábamos juntos en aquel juego peligroso, compartiendo el mismo destino incierto, pues pertanecíamos al mismo grupo. Si conseguían información sobre uno, los demás estábamos cerca también. No hacían falta las palabras para comprender la magnitud de aquella situación.

—¿Qué opináis sobre esto? —preguntó Enzo una vez terminó de leer la ficha, levantando la vista de las letras impresas en el papel y clavando sus ojos en nosotros mientras se ajustaba las gafas.

Levi no se movió en absoluto, su expresión era inmutable como una máscara y tampoco apartaba la vista del frente. Farlan, sin embargo, intercambió una mirada fugaz conmigo antes de responder y parecía algo más preocupado que el pelinegro.

—Tenemos que ser más cautelosos a partir de ahora, es imperdonable que algo así vuelva a ocurrir. No pueden averiguar más sobre nosotros y nuestras identidades

La voz del castaño resonó con calma a lo largo y ancho de la bodega, pero el tono de preocupación en sus palabras era evidente. Enzo asintió con solemnidad y guardó el informe en un lugar seguro, entre varias cajas de alimentos.

—Lo leeré por completo y con mayor tranquilidad en otro momento, entonces os comunicaré si hay algo por lo que debáis preocuparos —dijo Enzo—. Por ahora, veo que saben más de lo que pensábamos, pero menos de lo que yo consideraría objetivamente peligroso. No podéis seguir actuando como si no os conocieran porque...

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora