CAPÍTULO 26

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Mientras caminaba por las calles del subterráneo, advertí que el peso de mis acciones comprimía mis hombros como una carga insoportable. A mi alrededor, la ciudad parecía ajena, sus luces artificiales parpadeaban como estrellas distantes en la oscuridad de la noche.

No importaba cuán lejos tratara de distanciar mi mente de lo que habíamos hecho en nuestra última misión, la imagen de aquel policía militar yaciendo en el suelo, con los ojos vacíos y la vida extinguiéndose, persistía en mi memoria. No era la primera vez que mataba a alguien ni probablemente sería la última. Había visto la muerte de frente en varias ocasiones, y en cada una de ellas me había jurado a mí misma que la próxima vez que me encarara con ella no me afectaría tanto. De todas formas, durante la misión tampoco habíamos podido tomar otra opción que no conllevara pérdidas. Después de todo, estábamos luchando por nuestra propia supervivencia, yo solo mataba por supervivencia. O eso me gustaba pensar. Lo cierto es que cada vez que clavaba un puñal en el pecho de otro ser humano por necesidad me sentía un poco más consternada, un poco más perdida, un poco menos yo.

De nuevo, era incapaz de no sentir repugnancia hacia mi propia persona tras matar a alguien, tal y como me había pasado con el loco y con Albert, o con otras víctimas antes de ellos. Me veía a mí misma como un monstruo tras haber matado a un policía militar. Sin embargo, Farlan y Levi seguían siendo los mismos para mí. ¿Qué sentido tenía aquello? Suponía que ninguno, pero de todas formas no podía cambiar la manera en la que me sentía: yo era mucho peor que ellos.

Mis compañeros también parecían inmunes a ese sentimiento de culpa que me carcomía, ni siquiera parecía que mostrasen algún tipo de remordimiento de conciencia. Debido a su extrema tranquilidad, asumí que no era la primera vez que mataban a alguien. Y, aunque lo hubiera sido, el hecho es que permanecían impasibles. ¿Era eso lo que se necesitaba para sobrevivir en un mundo tan despiadado? ¿La capacidad de separar la humanidad de la bestialidad con tanta facilidad, sin perder la cabeza en el proceso?

Traté de recordar las palabras que Levi me había dicho después de la misión, eso de que debía resolver el conflicto que llevaba dentro antes de volver a ponerme en peligro y, en consecuencia, poner a mis compañeros también en peligro. ¿Cómo se suponía que debía conseguirlo? ¿Por dónde debía empezar? ¿Cómo podía yo reconciliar la necesidad de matar para sobrevivir con el deseo de preservar mi humanidad?

A medida que avanzaba por las calles vacías de la ciudad subterránea sentí que el peso de mis pensamientos se volvía cada vez más abrumador. Jamás había querido ser un monstruo. No quería ser una asesina, pero en ese mundo dominado por la lucha despiadada por la supervivencia, ¿realmente había otra elección? Sabía perfectamente cuál era la respuesta, pero no quería aceptarla.

Miraba a Farlan y a Levi y no sentía que sus acciones los definieran por completo, ¿por qué a mí sí debían delimitarme? Mataba para proteger a mis seres queridos, mataba para perseguir mi libertad. Debía empezar a aceptar que no estaba perdiendo mi humanidad en vano. Mi causa estaba por encima del bien y del mal.

Finalmente, llegué al lugar donde Ben, Gala y yo habíamos acordado vernos, una de las viejas tabernas del centro del subterráneo. Charlamos animadamente sobre el buen estado de salud del hermano mayor de Ben, Yan, y Gala no escatimó en detalles a la hora de contarme sus nuevos robos, aunque también estaba algo molesta debido a las últimas medidas de vigilancia que se habían instaurado en la ciudad, como el toque de queda o las molestas patrullas de policías militares que ahora no dejaban de deambular por plazas y avenidas. Aproveché aquella conversación íntima para confesarles que mis compañeros y yo habíamos fallado nuestra última misión y que las cosas estaban más complicadas que nunca para nosotros. No di demasiados detalles ni comenté las muertes ocasionadas. Era mejor así. Una tiene derecho a guardarse ciertas cosas para sí misma.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora