CAPÍTULO 24

125 19 0
                                    


La Ciudad Subterránea se sumió en la oscuridad de la noche mientras mis compañeros y yo nos preparábamos para una de nuestras misiones más arriesgadas hasta el momento. Los ánimos estaban caldeados desde mi encuentro con Kenny El Destripador y todos éramos conscientes de que ahora había que mantener un perfil más bajo que nunca porque la policía militar iba tras nosotros, es decir, sabía de nuestra existencia. Habíamos planeado el robo de aquella noche meticulosamente y desde hacía semanas, sabiendo que nos jugábamos todo a pesar de tratarse del simple saqueo de una casa. Nuestras vidas y nuestra libertad dependían de la puesta en escena de aquella operación. Habíamos estudiado cada detalle sobre nuestro objetivo y también realizado los preparativos en consecuencia. Nuestro plan era prácticamente infalible.

—Vámonos —murmuró Levi en voz baja, guiando el camino hacia un callejón

Farlan y yo nos ajustamos las capuchas asegurándonos de que cubrieran la mayor parte de nuestro rostro y seguimos al azabache. Nos movimos silenciosamente entre las sombras del subterráneo, el sonido de nuestras botas apenas susurraba en el suelo de piedra. Levi lideraba el camino, con la mirada llena de concentración y su equipo tridimensional listo para la acción. Farlan lo seguía de cerca, conmigo protegiendo la retaguardia. A pesar de la gravedad de la misión, no pude evitar sentir una oleada de emoción recorrer mis venas. Mis compañeros y yo éramos las únicas personas por las avenidas del subterráneo. Las calles permanecían inquietantemente oscuras y vacías debido al toque de queda impuesto por las autoridades locales a causa de los recientes robos en la zona. Tales condiciones agregaban tensión a mi latente nerviosismo.

A medida que nos acercábamos al objetivo, la casa de un comerciante ubicada en una de las partes más recónditas del subterráneo, pude sentir que la sangre se me agolpaba en las venas. Tomé la iniciativa y me deslicé entre las sombras para acercarme sigilosamente al edificio. Levanté una mano para detener a mis compañeros, indicando que se mantuvieran a distancia mientras evaluaba la situación. Toda minuciosidad era poca ante los últimos acontecimientos.

Cuando aquel lugar estuvo a la vista, descubrí el edificio custodiado por hombres expertos en combate, armados con equipos de maniobras tridimensionales. Ya no se trataba de simples civiles haciendo guardia frente a un almacén, sino de la policía militar. Solo podían ser ellos quienes custodiaban la entrada, su escudo de rosas bordado en la capa era inconfundible. Probablemente estaban allí debido a las amenazas de robos. Al fin y al cabo, eran profesionales protegiendo la mercancía.

Me giré hacia Farlan y Levi y les hice una seña con las manos, advirtiéndoles acerca de la presencia de más personas potencialmente peligrosas. El pelinegro entrecerró los ojos al comprender mi mensaje y echó un vistazo más allá de los edificios. 

—Mierda —murmuró en voz baja mientras respiraba profundamente, preparándose para lo que vendría después.

Nos superaban en número y ellos estaban mucho mejor armados que nosotros. Comprendí inmediatamente que aquella misión iba a ser realmente complicada. Sin mostrar ningún signo de preocupación o vacilación, Levi se acercó a mí entre las sombras, arrastrando a Farlan con él. Yo, por mi parte, me esforcé en no realizar ningún movimiento repentino que pudiera alertar a los guardias de que estábamos cerca. Mientras no nos delatáramos, todavía podíamos jugar con algo de ventaja.

De pronto, luces de linternas golpearon el edificio en el que nos encontrábamos. Las portaban los militares, que parecían habernos visto en la lejanía. Era obvio lo que significaban aquellos focos apuntándonos: la policía militar acababa de activar el sistema de alerta, desencadenando una reacción en cadena que ahora amenazaba con exponernos antes siquiera de que pudiéramos comenzar nuestra misión adecuadamente. Intenté mantenerme serena mientras atraía a Farlan y a Levi hacia mí en un rápido movimiento para evitar que nos exhibiéramos a la luz de las linternas. Entonces el sonido de nuestras respiraciones se mezcló con el murmullo de los guardas.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora