CAPÍTULO 30

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Fue durante una misión particularmente desafiante cuando me di cuenta de lo mucho que valoraba la presencia de Levi en mi vida.

Lo cierto era que el pelinegro había demostrado desde el primer momento una técnica y precisión fuera de serie que habían terminado por impresionarme. Incluso teniendo en cuenta que, al principio, nuestra relación se basaba en un constante tira y afloja, nada me había impedido apreciar su utilidad en las misiones. Mirarlo con buenos ojos en otros ámbitos era algo que había venido después, a medida de luchar codo con codo junto a él para superar los obstáculos que se interponían en nuestro camino. De modo que, tras algún tiempo trabajando juntos, comenzaba a ver a Levi no solo como un compañero, sino también como alguien en quien podía confiar.

Cuando nos conocimos, nuestra relación había estado marcada por la desconfianza y la reticencia desde el principio. Había sido casi inevitable para nosotros colisionar constantemente: él mostraba una frialdad y distanciamiento extremos y yo llevaba por bandera una determinación inquebrantable. No era del tipo de persona que se deja intimidar fácilmente y desde que era una cría estaba acostumbrada a cuestionar cualquier detalle que no me convenciera lo suficiente. Levi, por su parte, odiaba que le llevaran la contraria , especialmente si eso significaba poner en duda sus dictámenes. ¿Cómo no íbamos a chocar entonces?

En efecto, habíamos comenzado con mal pie. Sin embargo, recientemente, y sobre todo después de nuestro último encuentro en la bodega de Enzo, ambos habíamos aprendido a apoyarnos mutuamente, incluso en las situaciones más oscuras. A pesar de nuestras diferencias iniciales, habíamos podido encontrar un equilibrio entre nuestra personalidad y diferentes habilidades, complementándonos de una manera única y especial.

Quizá yo no era un prodigio con el equipo de maniobras como lo era Levi, pero sí tenía una gran capacidad para actuar bajo presión y sabía mantener el control de las situaciones con gran eficiencia, sobre todo en los últimos tiempos. Además, ambos sabíamos anticipar los movimientos del otro a la perfección, como si hubiéramos aprendido a leernos la mente. Entre él y yo había algo así como una conexión silenciosa. De modo que, ahora, mirando hacia atrás, me sorprendía lo lejos que habíamos llegado desde ese primer encuentro, tan tenso y conflictivo. Después de haber enfrentado multitud de desafíos juntos, finalmente habíamos conseguido forjar un lazo que trascendía las palabras.

Unirme a aquel equipo de misiones había sido una buena decisión, Enzo tuvo razón desde el principio: los tres unidos realizábamos las tareas con muchísima más rapidez que solos, y nuestro nivel de compenetración era envidiable.

Además, pertenecer a aquel grupo me había hecho conocer a unos compañeros admirables. Cada vez que me sentía abrumada, Farlan estaba ahí para darme fuerzas y seguir adelante. Su valentía y sosegada actitud me inspiraban a superar mis límites y a no hundirme a pesar de las circunstancias. Él era el tipo de socio que cualquier habitante del subterráneo anhelaba: leal, comprensivo y siempre dispuesto a brindar su apoyo incondicional. Me sentía muy agradecida por tenerlo a mi lado. Y ahora, no solo por haberlo conocido a él, sino también porque podía contar finalmente con Levi. Sin duda, ambos se habían convertido, junto a mi abuelo y Enzo, en la fuerza que últimamente me impulsaba a enfrentar cualquier sacrificio.

Una de aquellas tardes en las que matábamos el tiempo en el almacén de Enzo tras alguna misión, tuve la oportunidad de comprender más a fondo quién era Farlan y por qué luchaba por lo que luchaba.

Las velas colocadas sobre las estanterías que había a lo largo y ancho de la habitación iluminaban con luces parpadeantes cajas de viandas y varios tarros de fruta. En una de las esquinas de la salita, el castaño se encontraba sentado sobre una banqueta mientras sostenía uno de los brebajes que a Enzo tanto le gustaba preparar.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora