CAPÍTULO 13

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—Esto está hecho una porquería —protestó Levi en cuanto entramos en la bodega de Enzo.
Un día nuevo, un plan nuevo. Mi compañero nos había citado allí para contarnos nuestra próxima misión. Decidí ignorar las quejas del pelinegro y colgué mi chaqueta en el perchero.
—¿Sigue sin estar decente? —Enzo resopló mientras se pasaba la mano por la frente—. ¡Te prometo que lo intento, limpio todos los días, pero parece que no notas mejora!
La única respuesta que obtuvo por parte de Levi fue un chasquido de lengua. Farlan me observaba sonriente.
—No hay quien los aguante —le susurré.
Enzo comenzó a relatarnos todo lo que debíamos hacer para nuestra próxima misión. Nos explicó detalladamente el papel que debíamos tomar cada uno y después propuso organizar un pequeño banquete para nosotros y nuestros conocidos tras completar el trabajo. Lo planteó como una pequeña ceremonia de celebración. Ninguno de nosotros opuso resistencia, aunque yo no pude evitar recordar que las única dos personas que me habían venido a la mente se habían alejado de mí.
Dejé que Farlan y Levi abandonaran la estancia antes que yo y me giré hacia mi compañero antes de volver a ponerme la capa.
—Esta noche en la cena espero que te pongas algo que no sean esos pantalones —me regañó Enzo.
Puse los ojos en blanco.
—No tienen nada de malo.
—Ah, seguro —soltó una carcajada entrañable—. Quiero verte con algo que te pondrías si vivieras en la superficie.
—Entonces ten paciencia hasta que lo logremos.
—Oh, vamos. Cumple la petición de este pobre viejo.
—Veré qué puedo hacer.
Después me encaminé hacia la salida y me preparé mentalmente para el trabajo que nos había encomendado. Levi, Farlan y yo accionamos nuestro equipo de maniobras y nos dirigimos hacia los barrios del norte. Nuestra tarea era robar equipamiento militar. La cantidad suficiente como para que luego Enzo pudiera revenderlo en el mercado negro. Esa era una gran manera de desabastecer a la policía militar, obtener nuevos suministros para nosotros y conseguir dinero rápido. Lo único malo era que debíamos enfrentarnos cara a cara a los oficiales y yo no quería que un simple descuido hiciera que las cosas terminaran como habían terminado la última vez. Debíamos realizar la tarea sin bajas ni heridos, pasara lo que pasase.
Afortunadamente esa misión también resultó un éxito. Mis nuevos compañeros y yo habíamos logrado realizar el trabajo en tiempo récord y no habíamos tenido ninguna clase de imprevisto a lo largo de la tarea. Además, yo conseguí arrebatarle una presa a Levi tal y como le había prometido la última vez. No fue sencillo, pero me preparé a conciencia. No podía romper mi palabra ni mucho menos echar por tierra mi orgullo. Actué en un momento concreto de la persecución que habíamos tenido que realizar contra varios policías militares con el objetivo de desarmarlos para que no pudieran dar la voz de alarma. Sabía que Levi le había echado el ojo a un oficial rubio porque había estado atenta a sus movimientos durante toda la labor con el único fin de poder adelantarme a él. Una vez hubo fijado su presa, fingí interesarme por otro de los militares, pero en cuanto Levi estuvo a punto de hacerse con el rubio, lancé mi navaja en dirección al tubo de escape de su captura. El policía militar al que andaba persiguiendo se precipitó hacia el suelo, incapacitado por el aparato de gas que yo le acababa de dañar, y se fue aproximando irremediablemente hacia mí, ya que yo estaba colocada unos cuantos metros más abajo que Levi. Aproveché la ocasión y aprisioné al policía militar contra mí para poco después aterrizar en el suelo y retirarle el equipo de maniobras militares con el que quería hacerse Levi. ¿Cuál fue su respuesta tras todo esto? Comenzaba a predecir sus movimientos: un simple chasquido de lengua.
Ahora, tranquila en casa, reflexionaba sobre qué ponerme para la cena de celebración. Terminé optando por complacer a Enzo y vestirme con alguna prenda distinta a mis habituales pantalones negros. Mi abuelo me había insistido demasiado y yo había terminado por ceder. Escogí una falda de color verde esmeralda con fruncido que tenía reservada para ocasiones especiales y una camisa blanca. Esa era una de las combinaciones más elegantes de las que disponía en mi armario y tan solo había sido usada un par de veces a lo largo de toda mi vida. La ciudad subterránea no es lugar de celebraciones sublimes.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora