CAPÍTULO 33

67 10 6
                                    


El eco del disparo resonó en mi mente, pero el impacto nunca llegó. Un rugido gutural, una fracción de segundo de estruendo, y el silencio siguió a la tormenta. Abrí los ojos con rapidez mientras temía el instante que parecía no llegar nunca.

Lo primero que vi cuando volví a nacer fueron los ojos de Levi mirándome de vuelta con una intensidad abrumadora. Él estaba allí. Se había abalanzado contra el hombre armado con una furia imparable para desviar el tiro y ahora lo sujetaba con una fuerza brutal. El policía militar estaba atrapado bajo el peso implacable de mi compañero y su arma había caído a un lado mientras mi compañero lo inmovilizaba con gran ferocidad.

Durante un instante, yo solo pude mirar sus afilados ojos. Su color azul eléctrico era oscuro y ardiente, invadido por una tormenta de emociones que le rebosaba la mirada. Levi me escudriñaba con un sentimiento que parecía atravesar el caos de la batalla y conectar profundamente con el terror que recientemente me había invadido: estaba preocupado, era evidente. El mundo a nuestro alrededor se desvaneció en un borrón de ruido y movimiento mientras nos mirábamos. El pelinegro respiraba de manera agitada mientras clavaba sus ojos en mí. Había una ira contenida en su agarre, una emoción que él normalmente mantenía enterrada bajo capas de frialdad y autocontrol pero que ahora estaba expuesta al aire, como una herida abierta, mientras se aseguraba de que estaba bien.

—Termínalo —dijo Levi mientras apretaba los dientes, con voz ronca y cargada de un enfado que apenas pudo ocultar.

Sus ojos casi me imploraban, deseosos de que yo fuera quien le diese el golpe final a aquel hombre que sujetaba con tanto ímpetu y al fin acabáramos con la amenaza que aún se mantenía en pie ante nosotros. La rabia en su mirada era palpable y reflejaba el miedo al peligro que había estado tan cerca de acabar con todos nuestros planes. No había tiempo para dudar, solo la urgencia de actuar en conjunto.

Sentí una oleada de adrenalina recorrerme al ver aquella expresión vehemente en sus ojos y asentí con firmeza sin apartar mi mirada de su rostro. Levi acababa de salvarme la vida, lo menos que podía hacer en aquel momento era acatar su orden y acabar con el enemigo de un golpe limpio, de modo que me lancé hacia el soldado inmovilizado con la misma fuerza y furia que él había demostrado tener para salvarme. Mi pie impactó con fuerza en la cabeza del policía militar y este cayó fulminado al suelo.

Al mismo tiempo, cierto dolor agudo en el tobillo me hizo morderme el labio con fuerza, pero no dejé que la molestia me detuviera porque no había tiempo que perder. Sin más dilación, Levi y yo caminamos en silencio, con la sangre de la reciente batalla manchándonos las manos. El camino de ida hacia mi casa (el lugar más cercano para revisar cualquier posible lesión y descansar) fue un trayecto silencioso, ambos permanecíamos atrapados en nuestros pensamientos, procesando todo lo que acababa de ocurrir. La adrenalina seguía presente, pero el peligro inmediato había pasado, dejando solo el eco de nuestros pasos resonando en las calles desiertas.

Cuando finalmente llegamos hasta casa, me detuve frente a la puerta. Levi, a mi lado, permanecía en silencio, con expresión firme pero un leve gesto de cansancio.

—Pasa —le dije, rompiendo el silencio con voz suave—. Mi abuelo está durmiendo.

Levi asintió sin dudar y ambos entramos juntos, cerrando la puerta con cuidado tras nosotros. Dentro, el silencio de la casa fue un alivio. El aire era cálido y familiar, lleno de la quietud que solo un hogar podía ofrecer después de una noche tan turbulenta como aquella. En cuanto atravesamos el umbral de la entrada, Levi se acercó a mí con una clara determinación y su mirada fija en mi pie. Yo había llegado a casa cojeando desde nuestro enfrentamiento con los policías militares y era evidente que algo iba mal.

EN EL SUBTERRÁNEO  || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora